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 domingo, 08 de octubre de 2006  
[Memoria]
Aquel Rosario anticlerical
La propuesta de crear un obispado, en 1908, desató una ola de protestas y mitines en la que convergieron masones, liberales y anarquistas. Una historia poco conocida

Mario Glück

A pesar de las interminables discusiones acerca de los orígenes de Rosario, hay acuerdo entre los historiadores de que el poblamiento de la ciudad se inició alrededor de una capilla. Por ello, el gobernador Estanislao López decretó en 1823 que la patrona de la villa era la Virgen del Rosario. Tradicionalmente, los habitantes del poblado festejaban el Día de la Virgen como su día. El origen religioso, y la tradición local, nos darían la imagen de que Rosario tuvo una fuerte identidad católica. Esto fue cierto para la aldea colonial, y para el poblado del período siguiente a la Independencia.

La situación empezó a cambiar en 1853, con la Constitución y la declaratoria de Rosario como ciudad. En ese momento se inició en la Argentina una política de Estado en la que la inmigración masiva era un componente fundamental. Esta política fue fomentada en nuestra región por políticos liberales como Nicasio Oroño. Así la joven ciudad recibió un aluvión de inmigrantes, algunos de ellos con algún capital, otros con una profesión como abogado o médico, y la mayoría sólo con la fuerza de sus brazos. Los más exitosos se transformaron, hacia 1880, en la élite de la ciudad, y muchos de ellos militaron en las organizaciones masónicas. Entre sus miembros estaban los maestros Isidro Aliau y Eudoro Díaz y los empresarios Luis Pinasco, Santiago Pusso y Claudio Newell.

Los masones recogían los principios de la Revolución Francesa -libertad, igualdad y fraternidad- y su ideología era anticlerical, pero no atea. En general creían en Dios, pero combatían el poder temporal de la Iglesia. Sus actividades en la ciudad fueron la organización de las "tenidas" o reuniones, algunas públicas y otras secretas; y la participación en actividades filantrópicas. Así, fueron los iniciadores de la filial local de la Cruz Roja, colaboraron en la construcción del Hospital Italiano Garibaldi y del Hospital Español y solventaron escuelas, bibliotecas y asilos.

El movimiento obrero, también a principios de siglo, estaba fuertemente influenciado por el anarquismo. Los anarquistas consideraban que los enemigos del movimiento obrero eran los patrones y el Estado, pero también los curas y militares.


La ciudad contra la curia
A pesar del laicismo dominante había un grupo importante de militantes católicos. Uno de sus líderes era el político y hacendado Antonio Cafferata, fundador del Círculo Católico de obreros.

Cafferata y otros miembros católicos de la élite, propusieron, en 1908, la instalación de un obispado en Rosario. Los argumentos de esta iniciativa, giraban alrededor de que era necesario para consolidar el progreso de la ciudad y, como lo señala la historiadora María Pía Martín, para ordenar lo que consideraban cierta anarquía moral, por el cosmopolitismo de la población.

La reacción a esta propuesta no se hizo esperar. La protesta se expresó en principio en un petitorio al gobierno nacional en contra de ese proyecto, para lo cual recogieron firmas algunos comerciantes rosarinos. El diario El Municipio del 2 de agosto de 1908 informaba que las firmas habían pasado de las 1.100, y se trataba en su mayoría de personas altamente conceptuadas en esta ciudad.

El texto de la solicitud era el siguiente: "Los que suscriben piden respetuosamente a V. E. quiera tener muy en cuenta que en esta ciudad, eminentemente comercial y en su mayoría de ideas definidamente liberales, piensan que la creación de un obispado es acto que no sólo recarga el presupuesto de la Nación, sino que es algo tan innecesario que bien puede eliminarse, asegurando a V. E. que si en esta ciudad se llamase a un plebiscito controlado ya sea permitiendo el voto a ambos sexos la mayoría habría de votar para que V. E. no se preocupe de dotarnos de obispos, personajes que conceptuamos sin utilidad y contrarios a la mayoría de opinión de este pueblo que piensa que deben cesar los escándalos que de un tiempo a esta parte se vienen produciendo de parte del clero".

Con esta primer proclama se constituyó la Liga Liberal, en la cual se agruparon todas las organizaciones masónicas, el Partido Socialista, algunos intelectuales anarquistas, profesionales reconocidos y notorios empresarios. Organizaron mitines en los teatros rosarinos como el Politeama, en los que se pronunciaron enardecidos discursos anticlericales. Entre los oradores estuvieron Alfredo Palacios, invitado especialmente por la Liga, Tobías Arribillaga, político radical, y Enzo Bordabehere, quien luego militaría en la Liga del Sur. También formaron parte de la Liga Liberal el juez Serafín Alvarez, padre del historiador Juan Alvarez, el político y abogado español J. Daniel Infante y el médico y futuro intendente Manuel Pignetto. Estas reuniones se realizaron durante los meses de agosto y septiembre de 1908, pero luego hubo otras similares en 1910, que no tuvieron la intensidad de las primeras.

Las razones para que un conglomerado tan heterogéneo, tanto desde el punto de vista social como ideológico, resistiera con tanta virulencia el avance de la Iglesia, fueron múltiples. Anarquistas y, en menor medida, socialistas tenían motivaciones ideológicas, ya que consideraban la religión como "opio del pueblo". Para aquellos burgueses de origen italiano o español, la Iglesia representaba el freno al progreso en sus patrias de origen. Sin embargo, esta particular convergencia tenía un denominador común, todos opinaban que Rosario era una ciudad "moderna", en la que los valores clave eran el trabajo y el progreso.


El mito fundacional
En el año 1925 la élite local decidió festejar sus logros, por lo que trató de construir el primer mito fundacional. La iniciativa fue planteada por el concejal Calixto Lassaga en marzo de 1924 en el seno del Concejo Municipal. La idea era designar el día oficial de la ciudad, y encontró la ocasión propicia para dar crédito a la versión, que daba Pedro Tuella, primer escritor, e historiógrafo de la ciudad, cuando aún no lo era. Esta versión adjudicaba la fundación sin acta al encomendero Francisco de Godoy, quien se habría asentado en un paraje cercano a Rosario, junto con indios calchaquíes, en 1725.

Al mito fundacional le faltaba una fecha precisa, indispensable para una celebración. Lassaga proponía tomar alguna fecha "notable". La elegida era el 27 de febrero, cuando Belgrano izó por primera vez la bandera

La Intendencia, interesada en el proyecto, consultó a la Junta de Historia y Numismática (antecesora de la Academia Nacional de la Historia). Las opiniones eruditas desestimaron en general la hipótesis de Lassaga. Sin embargo, el proyecto fue retomado al año siguiente por otro concejal, Antonio Cafferata, que ratificó, de algún modo, la hipótesis de Lassaga, a partir de los archivos eclesiásticos. En ellos verificaba que había un sacerdote en Los Arroyos, en una capilla que se llamaba Nuestra Señora del Rosario, en 1726. Por lo tanto era posible que un año antes la hubiese fundado Francisco de Godoy. Atento a que el hecho fundante estaba en la capilla, propuso como día de la ciudad el onomástico de la Virgen.

Así Cafferata consagraba el día de Rosario haciéndolo coincidir con el de la Virgen, logrando una victoria simbólica para el catolicismo. El intendente Manuel Pignetto, otrora militante de la Liga Liberal, aceptó la propuesta y refrendó el decreto. La medida no generó prácticamente ninguna oposición. Evidentemente había cierta urgencia de parte de las élites locales de festejar sus realizaciones y la decisión de hacerlo en 1925 estaba tomada.

También era una señal de los cambios que se estaban gestando en el imaginario de los rosarinos, en cuanto a la religión católica se refiere. La burguesía local abandonaba sus tradiciones liberales y anticlericales. Un ejemplo lo da la novela de Mateo Booz "La ciudad cambió de voz", cuando el personaje principal, el empresario español, Felipe Talavera, abandona la masonería y reza, ante el asombro de sus hijos, un padrenuestro.

La masonería, en sus funciones de sociabilidad y filantropía, empezaba a ser reemplazada por otras organizaciones laicas más neutrales con el catolicismo, como el Rotary y los Clubes de Leones. Y en el movimiento obrero, el anarquismo había empezado a perder influencia desde 1910.

Con la oficialización del Día de la Virgen como día de Rosario se desvanecía la ironía de que una ciudad, cuyo nombre era el de un símbolo religioso, se caracterizara por un anticlericalismo tan generalizado. Aún así, el Obispado de Rosario se creó recién en 1934, al calor de una política activa de la Iglesia de inserción en la sociedad argentina.

Mario Glück es historiador.
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La Liga. El socialista Alfredo Palacios se sumó al movimiento anticlerical rosarino.

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