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 domingo, 08 de octubre de 2006  
Entrevista. Pepe Eliaschev se siente un perseguido del gobierno nacional
"Kirchner maneja los medios como un patrón de estancia patagónico"
El periodista porteño aseguró que en su larga trayectoria nunca vio semejante presión política hacia la prensa

Walter Palena / La Capital

José Pepe Eliaschev está momentáneamente fuera del aire. Su programa "Esto que pasa" fue eliminado de la grilla de Radio Nacional a fines del año pasado, justamente cuando cumplía dos décadas ininterrumpidas de emisión. El periodista no duda en culpar directamente al presidente Néstor Kirchner de que la radio estatal no le renovara el contrato. Aduce que no sólo sus comentarios le molestaban, sino también su resistencia a ser cooptado -como muchos intelectuales y periodista- para propalar las bondades de la política del gobierno.

Los pormenores de la censura están relatados por el propio Eliaschev en su libro "Lista negra, la vuelta de los 70", que fue presentado en Rosario el martes pasado. En diálogo con La Capital, el periodistas profundiza algunos conceptos lanzados en el volumen, en el que pasado y presente se confunden con signos alarmantes de intolerancia y violencia verbal, dos aspectos inconfundibles del estilo K.

-¿Qué similitud de rasgos ve entre la década del 70 y estos tiempos?

-Hay tres rasgos preocupantes. El primero de ellos es la pretensión de la verdad absoluta, como la que sustentaban las vanguardias guerrilleras marxistas o peronistas. Esto reaparece en el discurso y la obra de Kirchner con la permanente sensación de que aquellos que no están de acuerdo con el gobierno están en contra del país. Un segundo elemento es la concepción específicamente justicialista de ocupación territorial del poder, que no se negocia ni comparte. Primero se extermina a todos aquellos que quieren disputarlo y luego se lo coloniza a través de la reelección indefinida, como hizo en Santa Cruz. El tercer elemento es el clima de intemperancia, de enojo, de denuncias, mezclado con un profundo desprecio hacia la prensa libre, como también lo tenía Perón.

-¿Considera paradójico que un gobierno que se dice progresista presione tanto a la prensa?

-Hay algunas verdades que son impopulares, sobre todo si uno las dice desde el pensamiento democrático y progresista, en el que me siento involucrado. Ejerzo el periodismo desde hace 42 años y trabajé intensamente durante el reinado menemista, y debo decir que durante su gobierno pasaron muchas cosas terribles, pero como estas no. Había una posibilidad de criticar sin andar preguntándose cuáles podían ser las amenazas del gobierno.

-En este clima enrarecido, ¿las guerras verbales pueden degenerar en algo más serio y violento?

-No me gusta conjeturar con escenarios apocalípticos. Sí creo que hay datos que son incontrastables. Hace 22 años Raúl Alfonsín promovió el juicio a las juntas militares cuando esa gente, en vez de ser viejitos semiinválidos, eran orondos ex comandantes con influencias en las FFAA, y no hubo una sola amenaza. Da mucho que pensar que un cuarto de siglo después haya tanta exhibición retórica: cuadros descolgados y museos inaugurados que nunca se van a inaugurar (por la Esma). La política de derechos humanos del gobierno es una herramienta mediática. Comparto la mirada de monseñor Martínez, el obispo de Posadas, cuando dijo que Kirchner no tiene currículum para hablar de este tema. De hecho, cualquier archivo revela que no hay ni un solo hábeas corpus por ningún desaparecido firmado por Kirchner.

-También se le imputa a Kirchner haberse enriquecido durante la dictadura.

-Eso está fuera de debate, porque ciertamente las preocupaciones del matrimonio Kirchner en aquella época eran otras. Por primera vez habría que tomar al pie de la letra las palabras de Hebe de Bonafini, que es un personaje peligroso por lo que encarna, dice y anuncia. Cuando salió de la primera entrevista con el presidente, dijo: "Yo pensé que era la misma mierda que todos". Quiere decir que hasta el 2003 no tenía un solo elemento de juicio para imaginar que Kirchner defendiera los derechos humanos. Esto es notable y curioso a la vez, salvo que haya sido un defensor clandestino de los derechos humanos en plena democracia.

-¿Lo sorprendió la actitud de Mona Moncalvillo (directora de Radio Nacional) cuando no le renovaron el contrato?

-Para nada, pero no quiero personalizar el episodio. Lo que sí digo es que no me queda ninguna duda de que mi programa fue suprimido por el gobierno nacional. Hoy las grillas de Canal 7 y Radio Nacional se arman y homologan en la Casa de Gobierno. Nunca como ahora las actividades de Télam, Canal 7 y Radio Nacional estuvieron bajo el control directo de Alberto Fernández, el funcionario que tiene el despacho al lado del presidente. Acá es inútil hablar de sargentos; el tema está el estado mayor, y el único general se llama Néstor Kirchner.

-¿Eso no es fascismo puro?

-Por varias razones, yo a la palabra fascismo la utilizo con mucho respeto, y en eso me diferencio de la señora Elisa Carrió, quien usa el término de un modo banalizante. En lo que tiene que ver con los medios de comunicación, es un manejo propio de patrón de estancia patagónica. A mí me llamó la atención que cuando asumió Kirchner nombró como secretario general de la Presidencia a Carlos Kunkel, que es su verdadero mentor ideológico. ¿Y qué hizo este funcionario en su despacho donde recibía al periodismo? ¿Qué retrato colgó en una enorme pared: el de San Martín, el de Perón o el de Evita? No, puso el de Juan Manuel de Rosas, y ya sabemos que para la Argentina Rosas significa la suma del poder público.
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"Kirchner tiene un profundo desprecio por la prensa, como también lo tenía Perón", dijo.



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