Año CXXXVII Nº 49256
La Ciudad
Política
Información Gral
El Mundo
Opinión
La Región
Policiales
Cartas de lectores



suplementos
Economía
Escenario
Ovación
Señales
Mujer
Turismo


suplementos
ediciones anteriores
Turismo 01/10
Mujer 01/10
Economía 01/10
Señales 01/10
Educación 30/09
Salud 27/09
Página Solidaria 27/09

contacto

servicios
Institucional

 domingo, 08 de octubre de 2006  
Interiores: instantes

Jorge Besso

Lo que tenemos entre las manos es nada menos que una porción brevísima de tiempo, es tan breve que no da posibilidad para cavilar, ni tampoco para reflexionar. Así y todo el instante es una de las parcelaciones del tiempo más preciadas porque muchas veces representan una irrupción de lucidez, es decir el momento en que de pronto algo se nos hace claro y evidente. Tal vez estaba frente a nuestras narices, o por el contrario reposaba sumergido en los innumerables pliegues de nuestra psiquis.

El instante es asimilable y figurable a un punto, una suerte de átomo del tiempo y una de las ocasiones en que por una milésima podemos sentirnos dueños de ese monstruo tan inasible que viene a ser el tiempo. Ese punto en el que transcurre el instante es muy especial, comparable en cierto sentido a eso que en los aeropuertos o estaciones de cualquier tipo en que haya pasajeros en tránsito se llama punto de encuentro. Destinado a que dos que se tienen que encontrar se encuentren, o quizás a que dos que se perdieron se puedan encontrar. No creo que sea posible afirmar que la vida sea una suma de instantes que se acumulan hasta llegar a ese último en el que ya no contamos más el cuento. Dicha suma viene a constituir una verdad perfectamente inútil. Más que nada porque la inmensa mayoría que compone esa suma ridícula e imposible se pierde en el más rotundo de los olvidos, mientras que la memoria hace lo que puede frente a la fuerza arrolladora de ese tsunami que es precisamente el implacable olvido.

De esa devastación sólo quedan escenas que hasta pueden llegar a conformar una inmensa minoría, en ocasiones perladas por la fijación de instantes que han quedado nítidos en la historia de cada cual. Tampoco se puede confundir al instante con el momento del que forma parte y en el cual habita. Lo cierto es que tanto el momento como el instante componen junto a la división numérica de horas, minutos y segundos la organización del tiempo en base y en torno a la cual a su vez se organizan, tanto como se desorganizan los humanos.

De chico me impresionaba la máxima que proclamaba que el tiempo es oro. Tanto la sentencia como el sentenciador de turno que la emitía me dejaban más bien impávido, ya que destilaba una verdad aplastante con el agravante de que al quedar aplastado, además de perder el tiempo también se perdía el oro. Bien mirado, poner en relación el tiempo y el oro equivale a que los términos se puedan invertir para sentenciar en réplica y lanzar la proclama de que el oro es tiempo.

Tampoco aquí la verdad destilada se puede poner en duda en tanto y en cuanto quien posee el oro de hecho dispone de mucho más tiempo que la legión de los desposeídos, más aún de los desocupados, que teniendo todo el tiempo del mundo en realidad están afuera del mundo como lo muestra aquella notable y terrible película, "Los lunes al sol", en que unos desocupados se torturaban todo el tiempo por tener tanto tiempo.

En la llegada de cada humano al planeta se fija el primer instante y se documenta la hora señalada, cosa que más bien se olvida, ya que su recuerdo es bastante inútil y su verdad puede ser parcial pues la vida biológica empezó antes y para la vida social falta vaya a saber cuánto. En ocasiones para que la verdad sobre algún asunto o materia se haga presente hace falta tiempo, como ocurre por lo general con la ciencia, pero también es cierto que tanto el tiempo como la verdad tienen una de sus batallas fundamentales en un superclásico que nunca falta. Es el gran partido entre lo "absoluto" y lo "relativo".

Es decir entre los partidarios de lo absoluto que van por el mundo levantando las pancartas que dejan afuera los matices proclamando a viva voz que las cosas son blancas o negras, sentenciando que los grises son precisamente para los grises. O el bando de los relativos, auténticos mitigantes de las pasiones extremas, partidarios de relativizar todo lo que les caiga entre manos, aun si lo caído en sus manos es la clase magistral del nuevo Papa incendiando el fundamentalismo de los musulmanes.

Por su parte los instantes no son los actores principales, ni de los absolutos, ni tampoco de los relativos, ya que ambos bandos exigen parcelas de tiempo más importantes y sobre todo más abarcativas. Sin embargo los instantes suelen ser el único punto, quizás habría que decir el único, en que los actores de la polémica vestidos de absoluto le echan una ojeada a los que están arropados con las ropas de lo relativo, o viceversa, tal vez las únicas ocasiones en que la verdad se aproxima a los contendientes.

Casi siempre los temas son más bien arduos como puede ser el caso de poder dilucidar si la felicidad es una cuestión absoluta o acaso relativa. Se puede pensar que la esperada y bastante remanida felicidad es un estado, y en este sentido una suerte de absoluto que de ningún modo hay que resignar. O más bien la bendita felicidad sólo viene en frasco chico, por lo mismo tan inasible y efímera como los instantes.

Seguramente hay todo tipo de ejemplos, pero particularmente los absolutos me inspiran mucha desconfianza, y los relativos no me inspiran demasiado lo que no excluye que sin advertirlo se pueda transitar tanto por un bando como por el otro. Con todo, valorar los instantes es algo para tener en cuenta, ya que con toda probabilidad ese es el tiempo de la felicidad y la lucidez, esos tramos tan pequeños pero tan nítidos de la existencia en que algo se comprende o se vive plenamente.

Por lo demás el instante es también la ocasión para una cita. Teniendo en cuenta que el humano pasa la mayor parte de su tiempo ensimismado, se trata de una cita muy especial, y por cierto muy difícil: una cita con el otro. Es decir la posibilidad de que cada instante representa ver más allá de uno mismo.
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo




  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados