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 domingo, 08 de octubre de 2006  
El cazador oculto: "No toca jazz, ni es hijo de Charlie Parker"

José Luis Cavazza / Escenario

El lunes 16 el saxofonista Maceo Parker toca en El Círculo. Es cierto, hay muchos rosarinos que no saben quién es este norteamericano de 60 y pico de años. No es hijo ni sobrino de Charlie Parker. Tampoco toca jazz. Hace funk, aunque sus discos ya no son referentes actuales del funk ni tampoco tienen la repercusión de sus trabajos anteriores, pero quienes lo vieron tocar en vivo aseguran que sigue siendo uno de los mejores. Estuvo hace poco en España. Y allí un amigo comentaba que para saber si un músico es grande puede uno fijarse en la clase de gente que acude a sus conciertos. Ser capaz de llegar a una abuela de 70 y a un pibe con una cresta en la cabeza y reunirlos en un mismo sitio, es algo al alcance de muy pocos. Al parecer, Maceo lo logró. Si uno se fija en esa cara de boxeador retirado puede entender fácilmente que Maceo es muy capaz de ganarse los aplausos a fuerza de groove. Smoking sudado, pero elegante, siempre muy elegante. Los dos únicos discos editados en Argentina por suerte no fueron de su última producción, sino de su mejor momento: "Funkoverload" del 98 y "Dial: MACEO", del 2000. Eran los tiempos posteriores a tocar con Prince, después de un comienzo prometedor junto al padrino del funk, James Brown. Y si el bocón de Brown es el padrino del funk, Maceo bien debe ser el primo segundo por parte de madre, porque basta que acerque sus gruesos labios a un saxo para que los pies del más duro se pongan a bailar. La promesa del amigo español es la siguiente: cuando Maceo pisa el escenario empieza la fiesta. Empieza a sonar buen funk, muy bailable, con ocho negros comandados por otro negro más grandote con un saxo alto colgando del cuello, con traje negro y anteojos de sol. Aunque el negro más grande, el verdadero hombre de las montañas, es el bajista que demuestra en cada solo de bajo te pueden levantar del suelo como si nada. Otra cosa buena de Maceo es que su música no suena a algo anclado en los 70, una época dorada del funk, quizá gracias a su 2 por ciento de improvisación jazzera, algo de R&B y a los impresionantes rapeados de su hijo Corey, un muchacho que lleva el ritmo en la sangre y lo saca por la boca con la potencia de un salvaje. Así, que a esperar la llegada de Maceo a Rosario, a que suba a escena y grite eso de "We love the groove".
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