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 domingo, 19 de septiembre de 2004

candi
-"La aparición de la primera estrella lo encontró sentado junto a la ventana, la cabeza reposada sobre la esterilla del viejo sillón y su mirada perdida entre la nada. Sí, entre la nada, porque lo único que le quedaba, después de aquella brutal explosión que le arrebató lo que él más amaba, eran recuerdos. Pero estaba cansado de recordar, de pensar y colmada su alma de aflicciones sólo estaba allí, con su mirada perdida en la nada".

-Momentos de melancolía, silencio y recogimiento.

-"Tan abstraído en ninguna cosa que había olvidado que con la primera estrella había comenzado Rosh Hashaná, el nuevo año. Fue un sonido melancólico, pero dulce y lleno de esperanza, el que lo sacó de aquel ensimismamiento. Ese lejano sonido de shofar dibujó en su mente imágenes de otros tiempos: papá, mamá y Esther rebosaban la manzana en la miel y le pedían al creador que ese año, si era su voluntad, fuera para ellos llenos de dulzura y bendiciones. Después, como en un espejo, se vio él mismo, años más tarde, junto a su esposa y sus hijos repitiendo el rito mientras les deseaba a todos L'shanah tovah tikasevve-sechasem l'alter 1'chayim tovim ("que seas inscrito y sellado para un buen año, para una buena vida de inmediato.")

-Pero todo aquello...

-"Pero todo aquello estaba lejos, porque ahora ¿a quién podía desearle L'shanah tovah sino a su tremenda soledad? Pero cuando las aguas amargas que se forman en el alma entristecida estaban por marcar sus pálidas mejillas se acordó de las palabras de su padre. Después del inicio de aquel nuevo año y mientras esperaban la celebración de Yom Kippur, el día del perdón, una noche su padre se levantó de la silla, lo tomó por el hombro y lo invitó a caminar. Con voz sosegada comenzó a hablar: "Se nos ha bendecido con un día más reunidos y en paz. Sin embargo sabemos que habrá partidas, que habrá vacíos y que los demonios de la aflicción y de la soledad vendrán entonces con la intención de someternos, de ponernos de rodillas y hasta de hacernos dudar sobre el sentido de la existencia. Y habrá momentos en que hasta estaremos tentados a dudar de la justicia de Dios ¿Pero dejaremos que las aflicciones al fin nos invadan y que las soledades nos consuman? No. Soportaremos con esperanza y fe la prueba y la oración no caerá de nuestros labios aunque los verdugos comiencen a cortar nuestro cuello con el filoso acero".

-Y añadió: "Cuando al fin lleguen los momentos de las ausencias, recordaremos, querido hijo, que sólo puede partir nuestro cuerpo, que es apenas polvo. Los espíritus jamás estarán ausentes y sentiremos sus ciertas y luminosas presencias en cada recuerdo, en cara plegaria, en cada sonrisa. Cuando lleguen los momentos de las aflicciones y estas pretendan sojuzgarnos nos recordaremos que en el Rosh Hashaná jamás comimos la cola del pescado, sino su cabeza. Si estamos llenos de fe y esperanza, ¿qué cosa o quién podrá doblegarnos? Caeremos, es posible, pero nos levantaremos una y otra vez hasta que alcancemos el propósito. Recordaremos que Abraham, lleno de dolor y creyendo que al fin debía incrustar la daga en el corazón de su propio hijo, Hashem, en el último instante lo liberó del tremendo sacrificio y lo sublimizó a él y a su descendencia. ¿Dudaremos entonces apenas comenzada la tribulación o después aún de la justicia de Dios y de nuestra propias fuerzas? De ningún modo, no nos daremos por vencido, no entregaremos nuestra esperanza ni nos despojaremos de nuestra fe. No se caerá de nuestros labios la plegaria y si es necesario caminaremos descalzos sobre las espinas, pero no renunciaremos a alcanzar ese merecido bocado de manzana rebosada en miel que nos espera al final del camino. El anciano se detuvo, miró a su hijo a los ojos y le dijo: "Que estas palabras sean el shofar que suene en tu corazón durante toda tu vida. Aquel dulce sonido de shofar, que parecía venir desde muy lejos, se escuchó nuevamente. Ariel sonrió, se levantó tomó un trozo de manzana, la untó con miel y dijo una plegaria para los ausentes. Después, y mientras caminaba hacia la casa de su amigo Andrés comenzó a esbozar los primeros planes para aquel año". A la colectividad judía: que el que acaba de comenzar sea un buen año y a todos que Dios nos inscriba en el libro de la vida.

Candi II

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