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 sábado, 21 de agosto de 2004

La semana del clásico
Púa y Gallego tienen síntomas de urgencia

Alejandro Cachari / La Capital

Que el clásico genera conductas diferentes a las tradicionales y convencionales es una verdad de perogrullo. Que en las instancias límite se conoce la templanza de los protagonistas es casi una sentencia. Pero en ningún caso deberían tomarse como normales, o de rutina, los movimientos de Víctor Púa y Américo Gallego durante la semana que los depositará en el partido más importante del torneo para Central y para Newell's.


La ansiedad, el resultado de la primera fecha, la urgencia, o vaya a saber qué poderoso disparador se activó en los corazones de los directores técnicos de los equipos grandes de la ciudad que mostraron las mil y una dudas de cara al clásico y hasta alguna reacción fuera de contexto de Américo Gallego que no fue más que una clara muestra de presión.
Como contrapartida, los hinchas se movilizaron como de costumbre. Coparon las ventanillas para arrasar con las populares y cada uno, a su manera, mostró el apoyo incondicional para su equipo a pesar de la desazón que ambos generaron en la primera fecha. En ese rubro los rojinegros sacaron ventaja con el ya tradicional banderazo de los jueves previos a los clásicos en el Coloso.

Pero el indeseable pánico escénico pareció apoderarse de los conductores de grupo que movieron las piezas más de lo aconsejable en una semana de declaraciones no demasiado rimbombantes, pero cargada de tensión. La misma que supieron alimentar en Sarandí y en el Coloso del parque Independencia el fin de semana anterior.

Las pruebas están a la vista. Después de trabajar para arrancar en el fondo con una línea de tres, el Tolo Gallego decidió regresar a la convencional de cuatro futbolistas. Es cierto que se vuelve mucho más fácil de aquello a esto que al revés, pero no deja de ser tan verdadero como el hecho de considerar cuanto menos un error garrafal, o de apreciación haber trabajado equivocadamente en la previa del torneo. De otra manera, no se puede entender que apenas 90 minutos sean suficientes para dar por tierra con lo planeado. Parece ser más el resultado de una convicción blanda que de una estrategia diagramada para mejorar.

Por su parte, Púa redobló la apuesta y se puso a trabajar con un sistema de doble cinco que no fue tenido en cuenta para el inicio. ¿Qué es lo que sucedió para que aparezca una modificación tan medular al punto de cambiar el estilo?

Quizás la magra actuación cumplida ante los de Burruchaga obligó a Púa a compensar la mitad de la cancha. Pero a ello se le debe sumar el sorpresivo reemplazo del arquero Robinson Zapata por Juan Marcelo Ojeda. ¿Tan mal atajó Zapata? Aquí no se plantea cuál es la condición de Ojeda. En todo caso podría decirse que para esto no hacía falta gastar en el colombiano.

La llegada de Raldes, que iría al banco de suplentes y la desesperación por la habilitación de Maidana agregan síntomas a un clásico histérico que ojalá no utilice al empate como sedante.

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El uruguayo metió mano en todas las líneas del equipo canalla.

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