En la sombría capital afgana, Kabul, los árabes transitan por las calles polvorientas ocultos tras las ventanillas opacas de sus automóviles. Al paso de un árabe, los nerviosos residentes cruzan la calle y bajan la mirada. Los norteamericanos no son los únicos que quisieran ver salir de Afganistán al supuesto jefe terrorista Osama Bin Laden y sus millares de militantes árabes. También lo desean muchos afganos. Son pocos los que están dispuestos a hablar sobre los militantes árabes y ninguno -ni siquiera funcionarios de la milicia gobernante talibán- accedió a ser citado por nombre. Pero la antipatía latente entre los afganos y los militantes -en su mayoría árabes, aunque no todos- es palpable.
Muchos afganos se extreman por evitar el contacto con los árabes, a quienes consideran hostiles y agresivos. Recientemente, los talibanes ordenaron que los extranjeros salieran de Afganistán, aunque la medida sólo se hizo aplicar a los occidentales. Los talibanes adujeron que era porque no se podía garantizar la seguridad de los occidentales en el caso de que la nación fuese atacada por una fuerza internacional encabezada por EEUU.
Varios residentes de Kabul -algunos de ellos funcionarios talibanes- dijeron que la amenaza a los occidentales no provenía de los afganos y ni siquiera de las tropas de los talibanes. Dijeron que el peligro real provenía de los "huéspedes" árabes, como se les dice a los seguidores del movimiento Al-Qaeda de Bin Laden. (AP)