Nueva York.- Los muertos del World Trade Center sonríen felices a los transeúntes en las calles de Nueva York desde los miles de carteles que buscan a los desaparecidos. Pero los habitantes de la ciudad parecen muertos vivos tras los atentados a las Torres Gemelas.
"¿La han visto?", dice bajo la foto de Gennie, una rubia con pocitos en la cara. Otro mensaje pide llamar a un celular si hay noticias de Mark, un hombre de barba con anteojos de metal.
Frente a estas imágenes inmóviles desde hace dos semanas, la gente de Nueva York se estremece ante el simple sonido de una sirena y cierra las ventanas por miedo a un atentado químico.
Aunque desde el 11 de septiembre no se cometieron atrocidades en territorio norteamericano, el presentimiento permanece: oculto por las actividades de la vida cotidiana, está listo para salir a flote ante cada rumor imprevisto, al paso de un auto de la policía o de un avión que cruza el cielo.
"Basta un pequeño imprevisto", desliza Samia Watt, de 31 años, secretaria de un estudio médico de Queens, que fue al cine el pasado fin de semana y sintió palpitaciones "cuando se escuchó un ruido subterráneo, y era sólo el metro".
Personas usualmente no religiosas comenzaron a rezar: es una manera de dormir mejor. Está quien antes no tocaba el alcohol, y ahora bebe cada noche para relajarse. También está quien, como el agente inmobiliario Chris Ciampa, había decidido mudarse a Manhattan, pero después del 11 de septiembre pensó que era mejor quedarse en Queens.
Otros dejaron de tomar el subterráneo, decidieron no pasar más frente a la ONU o el Empire State. Y hay quienes no hacen más proyectos desde ahora hasta Navidad.
No hay modo de escapar a la ansiedad permanente, aunque se viva lejos de Ground Zero. En la calle, los zombies de Nueva York son recibidos por el saludo de los muertos sonrientes: con un vaso de champagne en la mano, con el smoking del día del casamiento, abrazados a la mujer, el novio, los hijos, con un perro dálmata en brazos.
Ya un poco descoloridas por el tiempo y la lluvia, las fotos tapizan el Armory, sede del Family Center, donde se concentran las familias que buscan a sus muertos.
Pero también hay fotos en los postes de la luz, los semáforos, las vidrieras de los negocios, las rejas del parque de Washington Square, los subterráneos de la Gran Estación Central a la que llegan los viajeros y que desde el 11 de septiembre se transformó en una catacumba del tercer milenio.
"Toda la ciudad se convirtió en un memorial viviente", dice Adam Kimowitz, un neoyorquino de 25 años que en la foto halló "gente que hubiera querido conocer, con la que habría ido a un bar para compartir una cerveza".
En las últimas dos semanas, para muchos neoyorquinos se convirtió en un ritual: una peregrinación de una nueva religión que tiene su centro en Ground Zero, pero también en Union Square, donde aún algunos encienden velas en memoria de las víctimas, y fuera del Bellevue Hospital.
Allí -dijo la enfermera Untray Brown- los rostros de los mártires de la catástrofe "se hicieron más familiares e íntimos que los de muchos colegas y conocidos". (Ansa)