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 viernes, 07 de septiembre de 2007  
Viajeros del Tiempo
Rosario 1905/1910

Guillermo Zinni / La Capital

Un paseo por la ciudad en las sombras (I). Las dos de la mañana habían sonado en las contadas campanas de la torre que posee nuestra ciudad y esa hora nos pareció oportuna para realizar a pie una gira, apartándonos del centro, con el objeto de buscar en el silencio de las calles apartadas algo de las palpitaciones de la vida nocturna del Rosario, incitados como nunca a ello por la fama tenebrosa que le prestan ya los ladrones y los vigilantes, los jugadores y las mujeres de costumbres libres. No tardamos mucho en traspasar la línea de la luz voltaica, entrando de hecho en la penumbrosa zona en que vacilan los focos a gas como luminarias que tiemblan de miedo. Fuera de la desbordante claridad central que se hunde soberbiamente en la oscuridad del cielo, el aspecto de nuestra ciudad a esas horas de la noche es solemne y entenebrecido, demasiado a propósito para hacer venir a la memoria escenas reconstruidas por los datos secos y áridos que facilita a los reporters el departamento de policía. La sarta de robos diarios, de atentados contra la vida de las personas, de escándalos callejeros en que se ha hecho ya inevitable la daga desnuda o el revólver impaciente, tomaba en nuestra imaginación plasticidad extraña y sombría. Era, indudablemente, la hora en que los ladrones desparramados por todas partes dan sus golpes, tan atrevidos algunos que se diría que obran sintiendo gusrdadas las espaldas y cubierta la retirada por la misma policía. Esta idea que nos ha punzado tantas veces nos hizo dar cuenta que habíamos recorrido ya 16 cuadras y no habíamos visto más que dos vigilantes en la zona de la luz voltaica. Algunos carritos de mano con sus faroles macilentos se cruzaban en nuestro camino con lentitud temerosa. De lejos se oía el rasguear de una guitarra y a las tres cuadras, con la displicencia de una excursión sin aventuras, pensamos retroceder porque no nos seducía penetrar en la región de los perros...

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