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 viernes, 07 de septiembre de 2007  
El mundo de la música consternado ante la muerte de Luciano Pavarotti
El tenor italiano falleció ayer a la madrugada en su casa en la ciudad italiana de Módena

Peer Meinert

Los fans de la ópera aman el “finale furioso”, pero lo que han vivido con Luciano Pavarotti ha sido más bien un irse silenciando poco a poco. Los buenos tiempos pasaron hace mucho, pero el tenor italiano, cuya voz se apagó ayer a los 71 años por un cáncer, ha regalado al público algunos de los momentos musicales más inolvidables del siglo XX.

   “Big Luciano”, nacido el 12 de octubre de 1935 en Módena, amaba a su público y las emociones que además sabía transmitir a sus seguidores cuando salía a escena. Amaba estas actuaciones cargadas de emotividad, en las que el público se rendía a sus pies.

   Tal vez por eso siembre aplazaba su despedida definitiva de los escenarios y disfrutaba del baño de masas, aunque ya hiciese tiempo que no pudiese dar un redondo Do de pecho.

   “La gente paga por oírme cantar. Sólo cuando dejen de venir pondré punto final”, comentó Pavarotti, poco después del bochorno en la Metropolitan Opera de Nueva York. En esa ocasión canceló dos veces seguidas su presentación y apenas una hora antes del inicio de la representación de “Tosca”.



El peso del éxito. Su pesado cuerpo le generó muchos problemas. A veces suspendía conciertos por problemas de espalda y durante una época estuvo casi inválido, pero pese a sus problemas de salud, este hijo de un panadero siguió dando conciertos y alimentándose del entusiasmo y los aplausos, como si de un elixir de juventud se tratase.

   No obstante, lo extraordinario y destacado del “tenorissimo” no fueron sus presentaciones en las óperas, sino la ruptura de ciertos tabúes que los más conservadores aún no le perdonan. Los críticos llaman “Pavarotti SA” a su mezcla de ópera, pop y negocio. Con ello se refieren a sus presentaciones con las Spice Girls y Tom Jones o sus conciertos en estadios. “Conozco canciones pop que son mejores que casi cualquier ópera”, respondió el maestro.

   En todo el mundo se hizo muy famosa la iniciativa de “Los tres tenores”, con Plácido Domingo y José Carreras, que alcanzó nuevas dimensiones, también financieras. En 1990, el trío aprovechó el Mundial de fútbol para darse a conocer. Su presentación en vivo vendió diez millones de copias y se convirtió así en el “mayor éxito de ventas de música clásica en la historia de los discos”.

   Es lógico que los fundamentalistas rechacen este tipo de transformaciones musicales, pero a Pavarotti nunca le importaron las críticas. En la ópera es como en el fútbol, dijo provocador, “al fin y al cabo, todos pueden mirar los partidos aunque no entiendan nada del juego”.

   Pavarotti estudió pedagogía y comenzó siendo maestro. A mediados de los años 50 empezó con clases de canto y a partir de ahí todo fue muy rápido: en 1961 ya tenía sus primeros contratos de ópera como Rudolf en “La Bohème”. En 1962 se presentó con mucho éxito en Amsterdam, en 1964 saltó a la ópera del Covent Garden en Londres, donde sustituyó a Giuseppe di Stefano, que estaba enfermo. “Siempre fui consciente de que la voz es un regalo de Dios”, aseguró el cantante.

   En 1966 siguió su debut en la Scala de Milán y dos años después dio el gran paso al “Met” de Nueva York. En sus mejores tiempos lograba nueve veces el Do de pecho en una línea de partitura.



Un divo mediático. En los últimos años, su presencia en los titulares estuvo más vinculada a cuestiones privadas: enfrentamientos con el fisco, su divorcio tras décadas de matrimonio, su romance con la secretaria 30 años menor Nicoletta Mantovani. En 2003 ambos tuvieron mellizos pero un bebé murió, y a fines de ese mismo año se casaron.

   Su última e inolvidable actuación fue el 10 de febrero de 2006, durante la apertura de los Juegos Olímpicos de Invierno en Turín. “Big Luciano” volvió a comparecer ante millones de personas y las hizo vibrar con “Nessum Dorma”, de la ópera de Puccini “Turandot”.

   Su mayor deseo era poder volver a cantar en la Scala de Milán a modo de despedida. Pero hace unos años, cuando cumplió cuatro décadas sobre los escenarios en Módena, no pudo ocultar cuánto le costaba alejarse del público. “Ahora me voy a casa a llorar”, dijo, lo que no suena para nada como un “finale furioso”.

   No obstante, guardaba todavía un rescoldo de esperanza. “Soy optimista y lo seré hasta la muerte”, dijo Pavarotti con una mirada valiente, como la que tantas veces prestó a sus héroes de las óperas.
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Pavarotti formó junto a Plácido Domingo y José Carreras “Los tres tenores” para el Mundial de Fútbol que se celebró en Italia.


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