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 miércoles, 04 de agosto de 2004

Era menor e intervino en un asalto que tuvo dos muertos: pasará 17 años preso
Ahora tiene 20 años. Se inició en el delito a los 15 y lo sentenciaron por tres robos. Uno fue en un súper donde murieron un cómplice y una cliente. La Cámara Penal justificó la condena en que la Justicia no pudo rehabilitarlo

Jorge Salum / La Capital

La mañana en que lo llevaron ante los jueces que debían dictar su sentencia Marcelo Gerardo Pereyra se puso exigente. "Tienen que darme una nueva oportunidad", les dijo y los testigos del encuentro cuentan que no se le movió un pelo. Ya le habían dado demasiadas desde la primera vez que cometió un delito, a los 15 años, y nunca las aprovechó pese a haber pasado la mayor parte de los últimos cinco años bajo tratamiento y la tutela de un juez de Menores. "El esfuerzo para recuperarlo ha sido titánico y lo despreció", retrucaron los magistrados de la Cámara Penal al dar su veredicto sobre la conducta del precoz delincuente. Aunque lo condenaron por delitos cometidos cuando era menor, le aplicaron una sanción infrecuente: le dieron 17 años de prisión.

A Pereyra lo sentenciaron por su participación en tres robos. Todos ellos fueron con armas y en cada uno asumió un rol protagónico. El último resultó trágico: una clienta del supermercado al que entró a robar y un cómplice suyo murieron baleados cuando los asaltantes se tirotearon con la policía en el local comercial.

El atraco ocurrió el 9 de octubre de 2001 en Milán y el pasaje Trento, en la zona sur de la ciudad. Allí funcionaba el supermercado Tatán. Pereyra y Gonzalo Lizzi, de 18 años, entraron a punta de pistola y decididos a todo. En el local había una decena de personas y un vecino que advirtió la inminencia de un robo llamó enseguida a la policía.

Los dos ladrones todavía estaban en plena faena cuando llegó una patrulla del Comando Radioeléctrico. Lizzi y Pereyra se vieron acorralados y sacaron a relucir toda su peligrosidad: no dudaron en utilizar las armas y abrieron fuego contra los uniformados.

Entonces se desencadenó un furioso tiroteo. En medio del fuego cruzado entre policías y asaltantes quedaron los clientes y empleados del supermercado. Uno de los que resultó herido en la balacera fue el propio Lizzi. La otra víctima fue Francisca Calafat, de 81 años. La mujer vivía en el barrio La Guardia y aquel día hacía sus compras en la carnicería del supermercado. Una pericia balística revelaría más tarde que el proyectil que la hirió fue disparado por una pistola de la policía. Ni ella ni el cómplice de Pereyra sobrevivieron a aquellas heridas. La Justicia todavía no definió, casi tres años después, la situación procesal del policía que la hirió mortalmente.

Antes y después de aquel episodio violento Pereyra demostró que no reconoce límites y que no puede dejar de delinquir a menos que esté entre rejas, tal como expresaron los jueces que ahora lo condenaron.

Los meses previos al frustrado asalto a Tatán cometió varios atracos, todos ellos a punta de pistola. Después intentó escapar una vez, lo logró en otra ocasión y se "burló sistemáticamente" de todos los que operadores de la Justicia de Menores que intentaron ayudarlo.

No hubo tratamiento de rehabilitación que lo contuviera y ni siquiera supo aprovechar su internación en una granja a cielo abierto. El juez Cartelle lo envió allí para tratar de recuperarlo en lugar de recluirlo en un presidio. Sin embargo, todos sus esfuerzos resultaron vanos, concluyeron los magistrados.

El año pasado finalmente Cartelle le dictó una condena a 13 años de prisión, aunque aquel veredicto fue apelado por partida doble. La defensa del acusado pidió un aplazamiento de la condena porque interpretó que aún podía rehabilitarse. El fiscal Esteban Franicevich, en cambio, se mostró disconforme con el monto de la pena: para él debían sentenciarlo a 20 años.

La Cámara Penal dictó su fallo el viernes pasado. Rechazó el pedido de la defensa y compartió con el fiscal la necesidad de dictar una condena más severa, aunque la fijó en 17 años.

Los argumentos de los jueces Ernesto Pangia, Eduardo Sorrentino y Alberto Bernardini fueron lapidarios. Dijeron que Pereyra no reconoce límites ni responsabilidades, y que pese a llevar mucho tiempo en prisión no reflexiona sobre su conducta ni realiza la más mínima autocrítica. "Pide una oportunidad cuando ya tuvo muchas y no cambió", juzgaron.

La Cámara puso fin, además, a una controversia planteada en el proceso contra Pereyra entre la Secretaría Social del juzgado de Cartelle, que en su momento consideró su rehabilitación como algo improbable, y una asesora de menores, quien dijo que transita "une evolución positiva con pronóstico social favorable". Casi veinte detenciones, la fuga de una granja de recuperación y una evasión de la comisaría 18º son, a juicio de los magistrados, una prueba reveladora de su afición a cometer delitos.

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El asalto donde murió Rosa Calafat.

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