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 miércoles, 04 de agosto de 2004

Editorial
Inseguridad en La Siberia

El hecho, dramático, no es fruto de la febril imaginación de un novelista ni parte de la intrincada ficción de un filme policial de origen norteamericano: sucedió en el corazón universitario rosarino, la Siberia, más específicamente, en el estacionamiento del predio. Allí, un confuso y sangriento episodio de robo a mano armada e intento de secuestro con una mujer como víctima se prolongó durante un lapso insólitamente largo, hasta que la providencial -y arriesgada- intervención de un grupo integrado por estudiantes y docentes puso fin a la situación, con la captura de una delincuente que portaba una pistola nueve milímetros como saldo.

La pregunta que de modo obvio queda flotando luego de haber asimilado el relato de lo ocurrido es cómo puede ser que las fuerzas de seguridad hayan demorado tanto tiempo en presentarse en la escena. Sobre todo si se tiene en cuenta la hora en que se produjo el suceso, poco más de las trece. Tal como atinadamente lo sugirió a este diario Silvia Gómez, docente de la Facultad de Ciencia Política de la UNR, si todo hubiera sucedido por la noche el resultado podría haber sido una tragedia.

La saña y la impunidad con que procedieron los malvivientes en una hora pico como la citada queda de manifiesto si se recuerda que su víctima -una mujer de cincuenta y un años que había ido a vender "bijouterie" a la Facultad de Arquitectura- debió recibir una sutura en la cabeza por los golpes que sufrió, además de presentar fractura de pómulo y grandes hematomas en la cara.

El testimonio de los docentes que conversaron con La Capital al respecto grafica con contundencia el justificado temor que sienten ante lo que describen como una auténtica "tierra de nadie". "Ahí adentro estamos aislados del mundo: puede pasarnos cualquier cosa", comentó Gómez. Y Alicia Acquarone -titular de la cátedra Pensamiento Sociopolítico- comentó que "hoy los delitos se cometen con mucha más violencia que hace diez años" y sugirió, como medida a adoptar, "un cerco perimetral alto, que no sea saltado sin esfuerzo alguno como ocurrió con uno de los delincuentes el viernes último".

Fuera de toda duda, el grave hecho ocurrido debe marcar un límite en cuanto a la política de seguridad en la ciudad universitaria. El profuso historial de delitos acaecidos en el lugar entrega una pauta irrefutable de la inevitabilidad de un cambio de rumbo. Y lo que se necesita no es un parche, sino una solución integral, que proteja a los bienes pero fundamentalmente resguarde a las personas.

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