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 martes, 22 de junio de 2004

Un golpe controlado por teléfono en Catamarca al 2600
Con educación, engañó a una mujer para robar en su casa
La redujo junto a su pareja y su hijo. Revisó toda la casa y se llevó ropa y $4.200

El ladrón que la mañana del domingo maniató a una mujer, su pareja y su hijo de 21 años en un departamento de Catamarca al 2600 se distinguió por su cortesía. Esa cualidad no le impidió arrasar con la bijouterie, los relojes, la ropa de marca y los 4.200 pesos ahorrados por el joven en un año de trabajo. El asaltante abordó a la mujer en la puerta del edificio donde vive, cuando regresaba de la panadería, y entró con ella tras encañonarla con una 9 milímetros. Una vez adentro, inmovilizó a toda la familia y se tomó una hora y media para revolver el departamento en busca de cosas de valor. Para la mujer, el ladrón sabía que guardaban dinero, conocía el movimiento del lugar y aclaró que si se acercaba la policía, a él le avisarían por celular. Antes de irse, delicadamente, despidió a su víctima con un beso.

Norma Brandolini, una empleada doméstica de 50 años, fue encarada por el maleante cuando volvía de la panadería con una bolsa de bizcochos en una mano y la llave de su casa en la otra. Según la mujer, el maleante estaba parado frente al portero eléctrico del edificio de 4 pisos de Catamarca 2626 y simulaba presionar un botón. "Era un hombre bien educado, bien vestido, bien correcto. No sospeché nada raro", contó Norma a La Capital. Al verla, el hombre le preguntó si conocía a un vecino al que describió como "bajo, pelado, que tiene un Renault y vive en el cuarto piso al frente". Ella le contestó que nunca lo había visto porque es nueva en el edificio.

"Entonces me pidió permiso para entrar a dejarle una nota. Guardó el celular en el bolsillo, sacó una pistola y la apoyó en mis costillas", relató Norma, a quien en ese momento el maleante le advirtió: "Esto es un asalto. No pasó nada. No grités y no hagás bandera". Mientras subían la escalera a su departamento del primer piso, al que la familia se mudó hace dos meses en busca de mayor seguridad, Norma le pidió que no molestara a los vecinos. "Me sentía culpable por haberlo dejado pasar", explicó.

Al llegar al departamento Norma le avisó a Jorge, su pareja, que estaban "en problemas". El asaltante amordazó al hombre con un precinto grueso, le ató las manos con cinta de embalar y lo obligó a arrojarse al piso de la cocina. Así permaneció mientras duró el atraco. A la mujer le ató las manos por la espalda y le pidió que lo acompañara mientras recorría la casa. "No levantó la voz, no dijo una mala palabra. Yo colaboré con todo lo que me pidió. Quería que se fuera cuanto antes porque en cualquier momento iba a volver mi hijo", señaló la mujer.

En su recorrido por el departamento el ladrón recolectó todos los objetos dorados que encontró: "Estaba desesperado por encontrar cosas de oro". A la mujer le pidió que se sacara el anillo y los aros. Guardó toda la bijouterie enchapada en oro, dos relojes de la mujer y otros dos de su hijo que no funcionaban. Hasta embolsó un económico par de anteojos de marco dorado pensando que se trataba de "oro 18 kilates". La mujer le hizo ver que se trataba de una baratija pero el ladrón no le hizo caso.

A continuación embolsó un par de zapatillas sin estrenar que Norma se había comprado en la semana, una campera que sería el regalo de cumpleaños de Jorge, ropa nueva de buena calidad que había comprado su hijo Fernando, de 21 años, y las tarjetas de crédito y débito del muchacho.

"Todo el tiempo me pedía dinero. Me quedaba algo de mi sueldo y se lo dí, pero quería más", contó la mujer. Cuando transcurrieron unos 20 minutos regresó su hijo del supermercado. El muchacho, que es técnico químico de Petrobras, fue encañonado al instante y también fue a parar al piso de la cocina. "Dónde tenés la plata", le preguntó el delincuente. El joven negó tener dinero en la casa, pero al rato el maleante encontró sus ahorros dentro de un sobre. "Voy a hablar con tu hijo cara a cara porque esto no se hace", le dijo a Norma. Luego lo reprochó a Fernando por su mentira y le envolvió la cabeza con un buzo.

"Al final me llevó al dormitorio. Me hizo acostar boca abajo en la cama y me ató los pies con un pullóver. Me dio un beso en la cabeza, me agradeció la colaboración y me dijo que contara hasta 100", relató asombrada la mujer, que pudo desatarse enseguida, llamó al Comando Radioeléctrico y fue hasta la comisaría 7ª a radicar la denuncia. También dejó una nota en el palier avisando a sus vecinos que deberán cambiar la cerradura, porque el delincuente se llevó sus llaves. "Estamos seguros de que observaba el edificio. De eso me convencí cuando conocí al vecino por el que preguntó. Era tal cual lo describió".

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Con culpa, así se sentía ayer Nora.

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