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 domingo, 02 de diciembre de 2007  
El periodismo en la resistencia peronista
La transición de los vencidos
Un conjunto de historiadores revisa en Prensa y peronismo un capítulo central del período 1943-1958. Aquí, un fragmento de un estudio sobre dos publicaciones partidarias

Julio César Melon Pirro

Entre junio y noviembre de 1955 las condiciones para la expresión de las ideas políticas a través de la prensa se diferenciaron bastante de las precedentes y de las subsiguientes. Ambas fechas están signadas por el comienzo y el ocaso de dos posiciones que, como el curso de los hechos reveló, estaban destinadas al fracaso, ya que si el intento de distensión propiciado por Perón luego de que se produjeran significativos hechos de violencia y, particularmente, después del incendio de los templos católicos fue “tardío”, la voluntad lonardista de propiciar una actitud moderada hacia los vencidos no tuvo mejores bases de sustentación. Entre ambas fechas se manifestaron, desde una perspectiva que no estaba reñida con la autonomía crítica, dos medios peronistas que encarnaron, el uno la expresión de la “renovación” partidaria y el otro la de la defensa de los intereses corporativos del sindicalismo peronista.

   El 25 de junio Alejandro Leloir asumía la presidencia del Consejo Superior del Peronismo (CSP) por renuncia de Teissaire, y John William Cooke la intervención partidaria en la Capital Federal. Los nuevos hombres tuvieron a su cargo la defensa de la política gubernamental en el marco de una ampliación de los ámbitos de debate público que parecía dar marcha atrás a años de autoritarismo: se llegó a conceder espacios gratuitos en los medios oficiales para que la oposición expresase abiertamente sus críticas. Mientras la prensa cegetista trocaba sus declamaciones beligerantes por una invitación a realizar un “borrón y cuenta nueva”, De Frente editorializaba con vistas a ganar para la “tregua” a la “oposición democrática”. En esos términos Cooke convocaba a los partidos populares contra los “enemigos comunes”, y los llamaba a flexibilizar su actitud para que esa paz política entrara en buen cauce. Este medio, que en el pasado inmediato se había distinguido por analizar la información desde una perspectiva menos cerrada que la del resto de la prensa oficialista, siguió desde que su director pasó a ocupar las referidas funciones partidarias, una línea muy cercana a la que se expresaba desde la máxima magistratura nacional a la que unió, pues, su suerte. Una semana después sus páginas incluían una apelación políticamente desesperada que traducía el desaliento oficialista: sugería a los partidos “definirse” asumiendo el costo interno de tal decisión. Remedando un estilo recién abandonado por el presidente, Cooke advertía, quizá con razón: “Perón ha debido frenar a sus partidarios...”

   Tras la fatídica noche del 31 de agosto en que el propio Perón quebró la estrategia de la pacificación —cuando prometió el célebre “por cada uno de los nuestros que caiga caerán cinco de los de ellos”—, en un balance forzoso de la tregua Cooke justificó las palabras del presidente reservándolas para “los grupos que han aprovechado estos últimos sesenta días para planear complots... y dedicarse al atentado criminal contra humildes hombres que cumplían con su deber de guardar el orden”. Con ello esbozaba un último y con razón desesperanzado llamamiento a la pacificación, pero tanto él como la publicación que dirigía quedaban descolocados respecto de un tiempo que ya auguraba la caída del peronismo.

   Producido el golpe de Estado que derrocó a Perón, De Frente continuó, hasta la prisión de su director, expresando una identidad de un modo que lo había distinguido del resto de los medios peronistas pero dispuesto en primera instancia a jugar, en la hora de Lonardi, la ineludible carta de la conciliación nacional. En un momento en el que prevalecían las posiciones colaboracionistas en las jerarquías políticas y -sindicales del peronismo y a la par de su condena a la traición manifiesta en las declaraciones de Teissaire, Cooke habló desde De Frente de la “línea insobornable” que en el pasado los había mantenido “lejos de la adulonería” para vindicar la autoridad moral de su palabra. A fines de octubre, en la Capital Federal, cuando se disponía a viajar a Paraguay para tomar contacto directo con Perón, fue detenido en el domicilio del escritor nacionalista José María Rosa. Poco antes la nota editorial de De Frente había dado cuenta del recrudecimiento de la represión y del paso a una oposición más frontal, pero se trataba ya de la última edición de que tenemos noticia.

   El Líder, por el contrario, tuvo un espacio de elaboración y hasta de intervención política más directa en la coyuntura que precedió al derrocamiento de Lonardi. La defensa de los intereses sindicales prevaleció una vez pasado el período de declaraciones “heroicas” o “realistas” y sus páginas develan claramente la estrategia del movimiento obrero organizado con respecto al gobierno provisional. (...)

   El periódico se vetó toda referencia positiva al régimen de Perón aunque siguió presentándose, por el tono de sus notas editoriales, por los artículos de opinión que publicaba y hasta por los mismos anuncios publicitarios como un diario de identidad peronista. Había un “ellos” y un “nosotros” que en los momentos claves se explicitaba pero que procuraba no ir más allá de la reivindicación de una tradición sindical. En la nota editorial del 2 de noviembre de 1955, por ejemplo, contestaron a sus rivales del movimiento obrero y a la pedagogía democrática que a su juicio pretendían ejercer los políticos en términos inequívocos: “Ellos nos hablan de un gremialismo «libre» que les preocupa, y nosotros hablamos de una sola CGT, que conocemos: La CGT del Pueblo libre y de la Patria libre. Esa es la que queremos”.

   La voz solitaria del gremialismo peronista tenía un interlocutor preferencial y obligado que hacía a su tradición más reciente, el gobierno, pero podía también entrar en diálogo con distintos sectores políticos. El 1º de noviembre celebró la definición de Frondizi en favor de una central única y hasta el mismo día de su intervención mantuvo dicha premisa en la base de su estrategia. El titular del 12 de noviembre recogía el pronunciamiento de un debilitado Lonardi “en ningún caso dividiré a la clase obrera”, tema con el que se insistió al día siguiente manifestando la preocupación de los dirigentes obreros por la crisis gubernamental. El 14 de noviembre, cuando ya había nuevo gobierno, se informó en un pequeño recuadro que en cumplimiento de disposiciones del Ministerio del Interior, se había hecho cargo de la intervención del periódico “el capitán de fragata Alberto Patrón (sic)”. En los días sucesivos dio cuenta del fracaso de las huelgas convocadas por los dirigentes de una CGT que ya estaba bajo control formal del mismo militar interventor del medio.


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