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domingo,
02 de
diciembre de
2007 |
Viajeros del Tiempo ©
Rosario 1905/1910
Por Guillermo Zinni / Fuente: La Capital
Las calles de Rosario se llenan de ruidos. La Intendencia ha ordenado hace tiempo la confección de un reglamento del bochinche procedente del tránsito, trabajo que aún no ha salido de los preliminares y que por lo tanto no nos da la posibilidad legal de declarar la guerra a los ruidos callejeros. Dicho reglamento se mantiene, pues, en embrión, y seguramente con gran contento del personal de inspecciones, el que por el momento se ve libre de la tarea un poco extravagante de clasificar y multar chirridos y estruendos, la música infernal de un tráfico discreto pero siempre estruendoso y desvelador. Por la extrema lentitud con que se elaboran las prescripciones del estrépito discordante podemos anticipar ya que tal proyecto no será texto legal sino, cuando menos, hasta mediados de siglo, momento hasta el cual seguirá reinando la desorganización del tránsito urbano. Casi todos los días se producen accidentes más o menos graves en nuestras calles: coches de alquiler que clavan su lanza sobre otro vehículo congénere o en los costados de un tranvía; carros conducidos a toda velocidad por menores y que marchan a vuelcos sembrando alarmas y peligros de muerte, etcétera. Y hay que convenir en que con la clase de conductores que tenemos en nuestra ciudad, es hasta una suerte no despreciable el que todo marche con ruido ensordecedor, puesto que gracias a él los transeúntes pueden escapar a los avances arrolladores de los rodados y a sus seguros atropellos. En Buenos Aires salió una ordenanza prohibiendo el tránsito con cadeneros en el radio central, pero la actitud hostil de los carreros derrotó a los ediles y logró dejar ese mandato en letra muerta. Por eso, quizá sea mejor que aquí las cosas sigan como están, dispuestas por la alta sabiduría de la providencia, ya que un reglamento sobre ruidos nos dejaría en un limbo silencioso, y con otro sobre el tránsito terminaríamos en una huelga que haría volver en razón a los concejales. (1906)
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