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 domingo, 02 de diciembre de 2007  
Para beber: bodega virtual

Reconozco que soy una nostálgica en relación a varios temas. El cine, la música, el tranquilo transcurrir en las ciudades hoy catastróficas y cierta estética. Tampoco es que sea una cavernícola.

Acepto las bondades de la modernización pero igual pienso que el apuro y la globalización han despojado a la cotidianeidad de algunas vivencias y trabajos que salpicaban nuestros espíritus con las experiencias encargadas de teñirnos de las tonalidades que contribuían, en parte, a convertirnos en personas.

Ahora pantalla y red de redes mediante, todo es posible, hasta ser un bodeguero sin moverse de su casa. Según informa la agencia EFE para convertirse en bodeguero ya no hace falta invertir grandes sumas ni pasar largas horas al sol entre viñedos porque una empresa californiana permite a cualquiera hacer su propio vino y observar todo el proceso a través de Internet con sólo un par de clicks.

Crushpad, una joven compañía con sede en San Francisco, realiza vinos a medida para sus clientes, quienes pueden elegir desde la casta de la uva hasta el diseño de la etiqueta pasando por el tiempo de crianza o el tipo de barrica. Si el cliente lo desea puede desplazarse hasta San Francisco y participar en el proceso pero, si no, puede observar cómo fermenta su crianza tranquilamente desde casa a través de una cámara web e intercambiar mensajes diarios con los trabajadores de la bodega virtual.

Entre diez y veinte meses después de la vendimia, según la cepa, el vino está listo para ser embotellado y Crushpad lo envía a cualquier punto del planeta.

Con alrededor de tres mil clientes, la mayoría en Estados Unidos, la firma duplica su producción cada año, ya tiene una filial en Japón y piensa en ir por más.

Michael Brill, su fundador, y, obviamente, un amante del vino, decidió elaborar vinos en el jardín de su casa. Al verlo sus vecinos comenzaron a ofrecerse para colaborar con las tareas.

El interés que despertaba en la gente hizo que se le encendiera una chispa de inspiración, dejó su trabajo y creó Crushpad en el 2004.

Cada cliente debe encargar como mínimo una barrica, aproximadamente trescientas botellas (que cuesta entre 4.500 y 11.000 dólares) y elegir entre las distintas uvas la de su preferencia.

Quienes no tengan disponible las sumas exigidas pueden ponerse de acuerdo con otros interesados en su misma situación a través de un foro en Internet para abaratar costos compartiendo la barrica y no quedarse con las ganas del vino propio.

Además está la opción para los que llegaron tarde a la vendimia. En ese caso pueden adoptar una barrica que ya haya pasado por el proceso de fermentación y contentarse con definir pautas de maduración o el arte del etiquetado.

Según Hayden Moulds, portavoz de la empresa, la mayoría encarga vino para consumo propio pero hay quienes revenden sus caldos cual auténticos bodegueros. ¿Y el aire, el sol, la tierra, la lluvia, el sufrimiento por el granizo y las noches cortando clavos por las heladas tardías?

En el mundo virtual nada de eso existe.


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