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domingo,
02 de
diciembre de
2007 |
Astrólogo esotérico
Cristina Giménez
A fines del siglo XVII y durante los siglos XVIII Y XIX la astrología transitaría un período decadente o agónico conocido como la segunda muerte de la astrología. Esta etapa estuvo marcada fuertemente por el racionalismo a partir de la fundación del principal observatorio británico en Greenwich.
A fines del siglo XIX con el rechazo de ciertos sectores al pensamiento racional resurgiría un acercamiento a otro tipo de pensamiento no lógico. Por eso, y de la mano de la teosofía, la astrología renació en Inglaterra a fines del siglo XIX.
Frederick Allan, más conocido como Alan Leo, nació en Londres y se formó en un hogar puritano con estrictas normas religiosas (fue el más conocido de los astrólogos del siglo XIX). Casado con Annie Besant, también miembro de la Sociedad Teosófica, viajó con ella y sus amigos por Inglaterra dando conferencias sobre teosofía y astrología que hasta esos momentos había sido prohibida por la Iglesia. Alan Leo editó numerosos libros y revistas y fundó tres sociedades astrológicas. Fue él y sus seguidores quienes asentaron las bases de la astrología moderna y abrieron la puerta para que renazca también en Francia y Alemania.
Alan Leo sacó a la astrología del ámbito de la adivinación y la comercialización, reconectándola con la espiritualidad. Se definió a sí mismo como un astrólogo esotérico señalando la diferencia con los astrólogos exotéricos a los que consideraba fatalistas porque creían en un destino marcado, es decir una vida ya trazada de antemano sin ninguna clase de control ni libre albedrío. Alan Leo, en cambio, buscó el significado de la existencia, creyó en la reencarnación y su fe se basó en la creencia que lo que sembrara el hombre sería lo que cosecharía y que por eso podía ser partícipe en la construcción de su destino.
En sus libros sostenía que los astros condicionan pero no obligan; no estaba de acuerdo con que el principal papel de astrología era la predicción o el conocimiento de sucesos futuros, ya que si bien admitió el uso de la astrología para anticipar el resultado de algunas cuestiones, opinaba que no se podía atribuir más importancia a las consecuencias que a las causas. También enunció que quienes utilizan la astrología como práctica adivinatoria no comprendían sus verdaderos fines.
Alan Leo afirmaba que no todas las personas responden de la misma manera ya que algunas son más susceptibles a las vibraciones; en cambio otras están más entrenadas en controlarlas sobre todo aquellas que han trasmutado el deseo en voluntad. Si bien afirmaba que el hombre cosecha lo que siembra, decía que todos pueden mejorar y modificar sus condiciones existentes. También enunció que la misión de la astrología moderna sería enseñar y demostrar el libre albedrío del ser humano dentro de los límites impuestos por la ilimitada voluntad de Dios.
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