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 domingo, 02 de diciembre de 2007  
El patrimonio artístico de Rosario se va en silencio
Un número alarmante de obras de grandes artistas rosarinos se subasta en Buenos Aires

Pablo Díaz de Brito / La Capital

Rosario atesora en sus colecciones particulares y en el museo Juan B. Castagnino un importante patrimonio de sus principales artistas plásticos, en especial de los que conformaron el Grupo Litoral, la agrupación que le dio fama nacional a la ciudad como cuna de una pintura de gran calidad. Sin embargo, de manera silenciosa, año tras año se produce un éxodo de las obras de estos artistas hacia Buenos Aires, donde son rematadas en las subastas de arte. Una sangría del patrimonio que ningún actor, público ni privado, parece querer o poder detener. El caso delata la falta de un eficaz vínculo entre esos dos ámbitos que evite estas pérdidas irremediables, doblemente lamentables si se tiene en cuenta que las sumas involucradas no son ciertamente astronómicas.

   La muestra en el Museo del Diario La Capital de Leónidas Gambartes —hasta el 30 de diciembre en Sarmiento 763— cierra el año de manera excelente en lo que hace a retrospectivas de maestros rosarinos. La segunda mitad del año también ofreció una retrospectiva, casi inmejorable, de Juan Grela en el museo Castagnino, la que ocupó todo su primer piso. Casi simultáneamente, en el Rivadavia, los hijos de Francisco García Carrera, otro integrante clave del Grupo Litoral, exponían un conjunto muy coherente y representativo de la obra de su padre, con algunos trabajos verdaderamente excepcionales.

   Pero cada vez que se hace una de estas retrospectivas, el visitante debería grabarse bien en la memoria las pinturas, grabados y dibujos que acaba de admirar. Es que reunir un cuerpo importante de obras de los mejores artistas locales del siglo XX aparece como una misión que se volverá cada vez más ardua en el futuro. Porque muchas de estas piezas, en manos privadas, se van vendiendo año tras año fuera de la ciudad.

   En el caso de las obras de García Carrera mostradas en el Rivadavia, la familia las tiene en venta. Uno de los hijos del artista, Alvaro, confirmó a La Capital que ya han vendido algunas, y que en Buenos Aires, adonde viajaron con un catálogo, les han demostrado gran interés por las demás. Ningún representante de un museo o de una institución privada rosarina se presentó para sondear una posible compra. De manera que lo más probable es que estas pinturas del paisajista moderno más importante que dio Rosario terminen en colecciones privadas de Buenos Aires.

   En cuanto a Gambartes, es desde hace años un protagonista de las subastas de arte porteñas. La semana que pasó salieron a remate en la galería Arroyo dos acuarelas suyas de los años 50. Otras dos obras se rematarán este miércoles. Todas con bases bajas, del orden de los 2.000 a 3.500 pesos. Esta casa y otras del activo mercado porteño han vendido en los últimos años varias obras de mayor importancia, cromos al yeso salidos invariablemente de colecciones rosarinas. Otra firma del ramo, Saráchaga, vendió una “Conjurante”, obra que formó parte de la anterior retrospectiva de Gambartes, hecha en 2003 al cumplirse los 40 años de su muerte. La obra se subastó con una base de 7 mil dólares, un precio importante para el mercado argentino.

   Idéntico panorama se presenta para Juan Grela, de quien se han rematado en estos años en las salas porteñas numerosas obras de sus productivos años 60 y 70. Varias de ellas importantes, de “valor museo”, como gustan decir los especialistas. La subastadora porteña Bullrich, Gaona, Wernicke SRL ofrece para su remate de este mes dos obras de los años 60 a precios de salida llamativamente bajos. Una de ellas, una composición abstracta del 68 de buenas dimensiones, sale al precio estimado de 500-750 pesos. En la misma subasta se pondrá en venta un cromo al yeso de Gambartes a 1500-2250 pesos. Precios irrisorios, aunque sean los valores de inicio de la subasta. ¿No hay ningún rosarino interesado en traerlas de vuelta?

   Caso contrario, son obras que se van de la ciudad y que resultará muy difícil, sino imposible, ver nuevamente en una retrospectiva. Un coleccionista porteño no tiene ningún vínculo con Rosario que lo impulse a prestar a un distante museo la obra que exhibe en su living.

   Por otro lado la tendencia al éxodo es creciente, aunque más no sea porque Rosario se ha puesto de moda. El problema, claro, no es que los artistas rosarinos ganen prestigio y cotización en Buenos Aires, sino la casi total falta de un verdadero mercado de arte en Rosario, conformado por compradores particulares e institucionales, públicos y privados.


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Pintura de Francisco García Carrera que formó parte de la muestra organizada en el Rivadavia.

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