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 domingo, 25 de noviembre de 2007  
El arte de falsificar arte tiene fuerte vigencia
Los expertos consideran que quienes lo hacen están a sólo un paso de los artistas

Liliana Martínez-Scarpellini / DPA

Audrey Hepburn en la piel de Nicole Bonnet pasó media noche en un cuarto de limpieza de un museo parisino para recuperar la Venus de Benvenuto Cellini que su padre había prestado cordialmente después de haberla falsificado con sus expertas manos. La película de William Wyler, “How to steal a million”, describía en 1966 con la ironía y el cinismo de un maestro lo que hoy en día sigue siendo una realidad candente: la falsificación de obras de arte.

   Cierto que hace meses que no sale a la luz ningún escándalo sonado pero, según varios expertos consultados, el negocio de la estafa en obras de arte sigue activo y con más circulación en uno de los mercados más importantes del mundo, el estadounidense.

   “Las obras de arte falsas son comparables a los sistemas de seguridad, con el paso del tiempo se hacen cada vez más sofisticadas. Es igual que las trampas para los ratones. Los falsificadores están sólo a un paso de los grandes artistas”, manifiesta Alexander Acevedo, cuya galería en la calle Madison de Nueva York lleva dos décadas especializada en el arte estadounidense del siglo XIX y XX.



Un delito en auge. Para el galerista, el fraude en el arte continúa en auge. Hace unos meses aseguró al diario The New York Sun que no pasaba una semana sin toparse con dos o tres obras falsas. Y aunque ahora cree que es cada vez es más difícil imitar a los maestros, señala que una de cada tres obras importantes tiene problemas de este tipo.

   Añade que el asunto principal con el arte estadounidense es que las firmas son modificadas. Afortunadamente Acevedo cuenta con la tecnología adecuada para identificar a lo lejos un pieza auténtica de una fraudulenta.

   El panorama no pinta mejor en el mercado latinoamericano. El marchante de arte Peter Juvelis, cuya galería Tresart de Coral Gables en Miami se especializa en arte de esa región del mundo, asegura que siempre ha habido y habrá problemas de falsificación en el arte.

    Ya sea en el arte latinoamericano, con artistas antiguos, modernos, de posguerra o contemporáneos en todos los estilos, movimientos y escuelas, siempre hay fraude”, señala.

   Aunque Juvelis rehúsa develar nombres de artistas u obras, asegura que hasta los coleccionistas más éticos tienen que enfrentarse con este asunto. “Las nuevas tecnologías ayudan al falsificador, pero también están del lado del profesional de arte”, afirma.

   En su caso particular comprueba la autenticidad de una pieza con la ayuda de expertos, certificados, catálogos y la historia de la pieza. Además aconseja a aquellas personas que compran obras de arte de alta calidad, que lo hagan con galeristas o marchantes establecidos, con buen prestigio y reputación.

   El galerista estadounidense coincide con Thomas Hoving, uno de los expertos más reconocidos del país en el tema y ex curador del Museo Metropolitano de Arte. Hoving aseguró al diario The New York Times que el 40 por ciento de todo el arte que le habían sugerido a él para el Metropolitan tenía procedencia falsa.

   Algunos expertos incluso se atreven a decir que el 60 por ciento de la obra que se le atribuye al autor surrealista suizo Alberto Giacometti no es auténtica.



El mayor fraude. En 1996 se destapó el fraude más sonado del siglo XX. El falsificador británico John Myatt acabó entre rejas tras lograr reproducir unas 200 obras de importantes maestros como Braque, Matisse, Giacometti y Le Corbusier.

   Así las cosas, muchos curadores opinan que la solución es no hablar mucho sobre el tema. Así lo ve la restauradora de arte Gloria Velandia, quien asegura que se trata de un tema muy delicado. “He perdido clientes por ser honesta. Me han pedido realizar cosas que no son éticas, como volver a trazar firmas que se han deteriorado con el tiempo o aumentar el color”, indica esta experta, restauradora de la exhibición Art Basel de Miami.

   Velandia ha visto de todo, aunque obvia los nombres de los protagonistas para evitar problemas. Menciona que hace poco un coleccionista con deseos de invertir y pocos conocimientos sobre la obra del destacado pintor surrealista cubano Wifredo Lam, acabó comprando un cuadro que resultó ser falso pese a que contaba incluso con la certificación del Ministerio de Cultura de Cuba.

   Hasta el Organismo Internacional para la Energía Atómica (Oiea) ha tomado cartas en el asunto aplicando las ciencias nucleares en la verificación de la autenticidad de los trabajos artísticos.

   La iniciativa del Oiea permitió descubrir, mediante la activación de neutrones y el análisis de iones, que el retrato del alfarero renacentista francés de Bernard Palissy expuesto en el Louvre era falso, ya que fue pintado dos siglos después de la muerte del artista.

   La restauradora colombiana utiliza aparatos menos sofisticados como una lámpara negra, que ayuda a descubrir los retoques de las obras. “Si no se siguen las normas establecidas, es posible que no se puedan detectar los trabajos de restauración realizados a la obra, a no ser que se utilicen los rayos X”, indica.
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