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 domingo, 11 de noviembre de 2007  
Viajeros del Tiempo - Rosario 1905/1910

Guillermo Zinni / La Capital

Doña Berta y sus dos maridos. Empujados por la lluvia, Roberto y yo entramos en un café del boulevar. Al poco rato lo vi mirar con insistencia a un hombre que se sentó próximo a nuestra mesa, y al preguntarle si lo conocía, me respondió:

-Sí, es el marido de mi mujer.

-¿De qué mujer?

-De Berta. El ex marido. El marido divorciado.

-¿Y tú tienes relación con él?

-Sí, el caso es raro y vale la pena que te lo cuente. Berta se divorció de él porque una noche lo vio salir del cuarto de la sirvienta, y a pesar de sus ruegos ella nunca lo perdonó. Luego yo me casé con ella, y a los dos meses este hombre concertó una entrevista conmigo en el Café de la Paix. Allí me dijo que seguía amando a Berta con locura y que quería la mayor felicidad para ella, aunque temía que por su carácter vanidoso fuera capaz de divorciarse por segunda vez. “Ella es muy sensible a la lisonja -me confió- y el no haberlo observado antes fue la perdición de mi matrimonio”. A partir de entonces, y aunque Berta lo desconoce, este hombre ha tenido con nosotros las mayores atenciones. Un día llegué a casa y Berta me llenó de besos. “Ah, ¿cómo te acordaste que era mi santo?”, me dijo, y la verdad es que yo lo había olvidado por completo, pero el otro marido se había acordado y le había enviado, a mi nombre, una palmera gigantesca. Otro día son regalos de ¡una liquidación verdadera!, o las entradas para la obra de teatro que es el éxito del día. Y así va creciendo mi reputación de marido modelo. La semana pasada me envió un número de un diario financiero y en una nota estaba escrito con lápiz: “Compra inmediata”. Así que fuí, compré todo... ¡y gané! Ahora mi mujer está loca de contento y le cuenta a todo el mundo que soy un asombroso hombre de negocios.

-¡Pero supongo que le dijiste a ese hombre que te deje en paz!

-No, la verdad que no. En realidad, siempre que lo he visto no pude hacer menos que darle las gracias. (1910)

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