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 domingo, 11 de noviembre de 2007  
Cómo rendir un examen sin sentir angustia

El miedo a los exámenes durante la etapa escolar o en los primeros años de la universidad no es irracional, pero el tamaño de este miedo sí puede serlo. El reto de enfrentarse a una prueba en una situación en la que alguien se juega en mayor o menor medida su futuro requiere concentración máxima. Por lo tanto, cierto grado de tensión es positivo porque sirve para mantener activas las facultades intelectuales, físicas y emocionales, además de mejorar el rendimiento. El problema aparece cuando la tensión se convierte en ansiedad y la persona se deja vencer por el pensamiento de que algo malo va a ocurrir y no tiene la seguridad de estar bien preparada.

   Se suceden pensamientos que cobran fuerza como la posibilidad de que no se haga justicia, el temor a las reprimendas o al ridículo y el miedo a no conseguir las metas propuestas en el plazo previsto. Estos pensamientos negativos pasan a ocupar un primer plano en la mente y desplazan incluso a los conocimientos cuyo dominio se debe probar. El examen se convierte así en un momento amenazante que se vive antes, durante y después como algo insuperable y peligroso, y al que se otorga una importancia exagerada.

   ¿Cómo se manifiesta? Tanto si se sufre la ansiedad de manera anticipada, es decir, en el momento del estudio previo o durante el examen, un episodio o situación de ansiedad se identifica:



  • En el estado físico: se sufren alteraciones del sueño, pérdida del apetito, trastornos digestivos, náuseas, opresión en el pecho, sensación de que no llega el aire a los pulmones y de que los músculos se paralizan, taquicardia, calambres y sudor frío.



  • En la conducta: aparecen dificultades para mantener la concentración. La persona se deja vencer por la pasividad (puede pasarse horas viendo la tele, deambulando por la casa o durmiendo) y malgasta horas delante de los libros sin apenas leer. Ambas conductas son signos de evasión que pueden conducir a que finalmente el estudiante no se presente al examen o si lo hace, se sienta pasivo.



  • En el rendimiento intelectual: se corre el riesgo real de sufrir dificultades para entender las preguntas, de sentir bloqueos de la memoria e incapacidad para recordar conocimientos. Durante minutos se suceden toda clase de pensamientos negativos: “No me va a alcanzar el tiempo”. “Soy incapaz de estudiármelo todo”. “Tengo menos capacidad que otros”, entre otras ideas que se potencian en la mente del que está por rendir un examen.



    Cómo disminuir la ansiedad



  • Preparación técnica suficiente: es importante conocer de forma práctica y personalizada una serie de técnicas de estudio. La lectura comprensiva, el subrayado de los textos, los resúmenes, la memorización y la autoevaluación previa aplicadas al estudio y al tipo de personalidad requieren de una organización adecuada del tiempo y el trabajo. Cuando comienza el examen es esencial leer de forma pausada las preguntas e instrucciones proporcionadas. Y para responder conviene empezar por las cuestiones menos complicadas para tener la sensación de que “se puede”. No hay que caer en la trampa de apresurarse si hay compañeros que finalizan antes.



  • Preparación mental: conviene identificar cuáles son los pensamientos que producen ansiedad y sustituirlos por otros positivos. La mayoría de estos pensamientos no son objetivos y restan energía para rendir de forma adecuada. Son fáciles de identificar porque siempre son negativos y transmiten inseguridad. Resulta útil escribirlos o pronunciarlos en voz alta. En ese momento se han de sustituir por otros: “Hice todo lo que pude”. “Esto es sólo un examen”. “Dentro de unos días todo habrá pasado”.



  • Técnicas de relajación que disminuyen la ansiedad antes y durante los exámenes. Todas ellas tienen dos soportes corporales básicos: la respiración abdominal y la relajación muscular. El entrenamiento en respiración abdominal proporciona un mayor aporte de oxígeno y facilita los procesos del sistema nervioso. La relajación de los músculos aporta al cerebro la información de que el cuerpo se encuentra en situación de calma y serenidad. Ambos elementos combinados son en sí mismos activadores de la relajación mental.

      Cuando se experimenta ese equilibrio se encuentran condiciones más favorables de afrontar la preparación y la situación del examen. Se relativiza su temor y la persona sale de la parálisis que provoca el miedo. Las técnicas de relajación pueden aplicarse durante el estudio o en el examen.

      En cualquier caso es preciso afirmar una vez más que lo que más tranquilidad le da a un estudiante es tener bien preparado el examen.



    Marilina Moreschini

    Psicóloga




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