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 domingo, 28 de octubre de 2007  
Furia de primavera. Al principio pensaron que se había derrumbado una pared. No lo podían creer
Terror entre los vecinos por la caída de la antena de Telecom
La torre de la empresa de telefonía cayó sobre dos viviendas. El dolor de sus moradores

La furia del viento que ayer asoló la ciudad también hizo que la antena de 75 metros de la empresa Telecom, de Salta y San Nicolás, cayera sobre dos departamentos de pasillo ubicados en Salta 3557. En el primero de ellos, Claudia Sánchez y sus cuatro hijos se salvaron de milagro.

“Estábamos mirando la tele y se empezó a sentir un viento fuerte, entonces cerramos todas las ventanas y no sé por qué nos paramos todos en el antebaño. De pronto, mi hermana empezó a decir que caía agua y nos metimos en la cocina. En eso sentimos un ruido tremendo y que se derrumbaba el techo. Queríamos salir de la casa pero el viento nos impedía abrir la puerta. Al principio pensamos que se había desplomado una de las paredes de la planta alta, pero después nos dimos cuenta de que había sido la antena de Telecom”, contó a La Capital Paola (21 años), la mayor de las hijas.

Por ahora la joven, junto a su madre y sus hermanos Janet (19), Johnatan (15) y Antonella (10), está alojada en el Hotel República a cargo de la empresa de telefonía. “No sé cuándo vamos a poder vivir de nuevo en esta casa. Está todo el techo agujereado y con rajaduras. Nosotros estábamos alquilando desde mayo, pero ahora no sabemos lo que va a pasar”, señaló Paola.

Bajo los escombros. Una escena similar se vivía en el departamento contiguo.

En el patio del inmueble, junto a un trozo de la antena enterrado en el piso, María Fernanda Reynoso, artesana y docente de computación, no salía aún del estupor que le causó ver parte de su casa destruida.

“Hace 10 años que vivo acá con mi hermano Matías pero por suerte ayer no estábamos. Todo mi trabajo quedó debajo de los escombros, mis herramientas, artesanías en masilla y porcelana fría, mis tejidos y la computadora. Todo está destruido”, contó resignada la mujer, quien también se lamentaba por una de sus mascotas. “El gato no aparece”, dijo. No sabía si había huido o quedado debajo de los escombros.
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La estructura caída quedó como un símbolo al costado del edificio.

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