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domingo,
28 de
octubre de
2007 |
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Charlas en el Café del Bajo
—Estimado Inocencio: esta columna de hoy la podríamos titular “Reflexiones en viaje”, porque en estos dos días, y en virtud de mi viaje, he pensado bastante acerca de varias cuestiones que tienen que ver con la vida del hombre. Anteayer, atravesando la pampa argentina, entre Mar del Plata y Monte Hermoso, pude volver a observar la fértil extensión de nuestra tierra. Cientos y cientos de kilómetros de llanura bonaerense sembrada, cientos y cientos de kilómetros de llanura bonaerense poblada de miles y miles de cabezas de ganado. Hasta donde alcanza la vista, Inocencio, y más allá aún, todo es riqueza. Y, sin embargo, recordé que en el Chaco nuestros chicos, nuestros adultos y nuestros ancianos se mueren de hambre. ¡¿En el Chaco?! ¿No deberíamos sin embargo recorrer y mirar con más agudeza la situación de algunos vecinos nuestros? Pero claro, esas cosas algunos las guardan debajo de la alfombra y no es cuestión, tampoco, de ventilarlas cuando hay elecciones.
—Así es.
—De todos modos Inocencio, no debemos convertirnos en burgueses hipócritas que hablan del dolor de los demás sentados en un escritorio o dejando deslizar los dedos sobre una computadora, mientras la vida nos es más o menos cómoda en ciertos aspectos, en tanto otros se ahogan en el mar de las lágrimas. Y cualquier cosa, Inocencio, menos parecernos a aquellos que extienden la mano para lavar las culpas que pesan sobre sus conciencias por haber conseguido un estado de cosas favorables merced al sojuzgamiento del prójimo. Tampoco hablar desde la cátedra sobre justicia y distribución de la riqueza y a la noche sentarse, despreocupado, en el cómodo diván de la lujosa mansión. Nosotros, Inocencio, poseemos todos los pecados, pero Dios nos libre de caer en ese. Pero paso a otra cuestión. Hace mucho tiempo leí un interesante libro de un autor oriental que hablaba sobre qué es la felicidad y dónde se encuentran los momentos felices. “Hace mucho calor, un calor insoportable —decía el sabio— de pronto el cielo se nubla y una refrescante lluvia cae sobre mí ¿No es eso felicidad?”. Algo parecido me ocurrió en la costa atlántica. La mañana estaba despejada, un cálido sol se derramaba sobre todas las cosas. Olas apacibles, figuras de gaviotas recortadas sobre el cielo azul, la misteriosa vastedad del mar, el misterio subyugante de todo lo creado. Y para completarlo todo, me dediqué a escuchar a Phil Collins en “Otro día en el paraíso”, mientras de a ratos “para que ella me oyera mis palabras se adelgazaban, a veces, como las huellas de las gaviotas en la playa”. ¡Sí, Neruda! ¿No es esto felicidad?
—Sin dudas.
—Y sin embargo, Inocencio, esa felicidad duró apenas un segundo. Fue tan fugaz como la golondrina que en este mismo instante pasa rauda y se pierde entre las olas y las nubes. ¿Cómo ser tan irrespetuosamente feliz cuando tanto ser humano está afligido? ¿Cómo permitirse ser feliz si apenas soy la imagen de un espejo que hace trampa?
Candi II
([email protected]) |
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¿Teme que después de las elecciones de hoy el aumento del costo de vida se dispare aún más?
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"El Estado iniciará miles de causas penales contra las autoridades de mesa que no concurran a cumplir su labor"
Alejandro Tulio
Director nacional electoral
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