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miércoles,
12 de
septiembre de
2007 |
Opinión
"Voces de pesadilla"
Ricardo Luque / La Capital
“¡Vayan a su cuarto, ya es hora de dormir!”. Una orden, un ruego, la voz de mi madre era palabra sagrada. No había quejas ni discusión, apenas un ceño fruncido, una cara larga, un “¡ufa!” ahogado por la melodía pegadiza de “La familia Telerín” que anunciaba que había llegado la hora de que “los peques nos vayamos a la cama”. No teníamos chat, Internet, I-pod, ni mucho menos sueño. Así que, con la luz apagada, en el más absoluto silencio, escuchábamos las voces de la televisión que nos llegaban desde el comedor. “¡Erika!, ¡Erika!”, eran las palabras que, con una insistencia obsesiva, susurraba una voz gutural que helaba la sangre. ¿Quién hablaba? ¿El hombre que volvió de la muerte? Nunca nos atrevimos a preguntar, hacerlo nos hubiera delatado. Aunque la duda nos carcomía las entrañas, alimentaba nuestras pesadillas más horribles. ¿Quién era Erika? ¿Un hombre podía volver de la muerte? ¿Cómo? ¿Por qué? Años más tarde supimos que la voz que escuchábamos tapados hasta las narices y que después, cuando nos vencía el cansancio, nos perseguía implacablemente en sueños era la de Narciso Ibañez Menta. O mejor, la de Elmer Van Hess, que llamaba a su amada desde el más allá. Era 1969, el hombre había llegado a La Luna, los Beatles se despedían de Abbey Road, el verano del amor languidecía en Vietnam. El horario de protección al menor era una pesadilla inevitable.
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