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 domingo, 22 de octubre de 2006  
[Adelanto]
Un barroco de trinchera
Editorial Mansalva publica este mes correspondencia de Néstor Perlongher. su primer libro y un viaje A Brasil son los temas de esta carta

Buenos Aires, 1 de abril de 1979

Osvaldo (y Milu)

(sus majestades árticas) queridos, remotos

escribo abriéndome paso en este reino de papeles carpetas lapiceras puchos cenizas encendedores cuadernos vasos de whisky (nos vamos para arriba) que es mi mesa (debería decir: de esta mesa, etc., que es mi reino) festejemos la inversión y recordemos vagamente una de tus escasas esquelas dactilografiadas (señal de un paulatino regreso a la civilización que me parece regio, ya que facilita sobremanera la comprensión del texto y le da más fluidez a la escritura -aviso de Olivetti, la gran marca italiana de máquinas de escribir). Es evidente que hoy no estoy demasiado inspirado: ya rompí el primer intento -que conocerá el confort de las cenizas- y sólo emergen pavadas retóricas de mis dedos (de mi cabeza). Ocurre que mi carácter de integrante del jet set interprovincial me obliga a constantes periplos por las 14 provincias; ello hace que si no te escribiera hoy -restándole tiempo al empacamiento (de empacar)- no podría hacerlo hasta la próxima semana, puesto que mañana marcho a Mar del Plata con la intención de investigar los vicios tabacales de los nativos. La misma actividad me llevó a medir a los rosarinos, laburo que me insumió un mes, y me obliga a un constante ir y venir entre aeropuertos atestados de viajantes de comercio y hoteles de conserjes inexpresivos. Ya estoy un poco harto de tanto nomadismo, puesto que no puedo emprender ninguna actividad sistemática, pues los pocos días que estoy en Baires los dedico a recorrer sus añoradas callejas y en visitar a los pocos amigos que sobreviven a mis peregrinajes.

De todos modos Buenos Aires es absolutamente imbancable -cada vez más- y en el interior la cosa es un poco más tranquila, aunque hay que soportar el telurismo. Pienso que si volvés no reconocerás esta city que supo ser tan loca, ahora apagada como una lamparita quemada: rostros cabizbajos y amedrentados en las vidrieras inaccesibles. Mi situación económica no es mala, sospecho que aún no me he achanchado, aunque quizás vaya en esa dirección: salvadme, remotísimos! Se dilata mi dicotomía entre el relativo bienestar económico que estoy teniendo aquí, en medio de esta época de crisis (bienestar de dudoso mérito, puesto que todo está tan caro que no se puede comprar nada) (vaya preocupación) y mi deseo de radicarme en zonas de climas más cálidos, como ser los brasiles, paraísos terrenales que tuve la dicha de conocer en el último verano, quedando enteramente fascinado, aunque, claro, no es tan fácil abrirse paso allí, en especial si uno no tiene la residencia, para obtener la cual es requisito contraer enlace con alguna indígena, y ya conocés mis reticencias al respecto, las que podrían eliminarse, sí, pero subsiste la dificultad de hallar quien se preste a conyugarse con un marido tan exótico. La pasé bárbaro en los trópicos -consideración meramente geográfica, ya que no hace más calor que en Baires, al menos en São Pablo, no sé si en Rio porque la semana que estuve llovía todo el tiempo, por lo que me pareció una ciudad demasiado húmeda para todo, y retorné de prisa a São- (dilatado cierre de guión). En fin, te abrirás paso en la maraña tipográfica y sabrás que permanecí en São tres semanas, en la casa de unos amigos macanudos; días caracterizados por permanentes, infinitas tropelías por las vías públicas y no tan públicas. Quedé muy apegado a la democracia racial brasilera, a la que conocí -presumo- demasiado de cerca. En brasil todo es relativo, desde la democracia hasta la liberalidad. Con todo es una sociedad infinitamente más permisiva que la argentina, y se pueden hacer cosas a plena luz que aquí causarían espanto en la más absoluta penumbra. En fin, un país más o menos habitable. Descontando que a mí me gustan las grandes ciudades. Como São Paulo.

Retorné quejumbroso a mi patria, deseando volver a los brasiles, y dudando si largar todo e irme. Aquí me la paso prácticamente encerrado -cuando no inmerso en los frágiles encantos de Tucumán o Rosario- en mi depto de un ambiente con vista a los techos del corazón de manzana.

Pero no todo es pálida: el próximo viernes se presenta una antología en la que incluyen tres poemas míos, una cosa bien underground y pobre; quizás por el mismo sistema me anime a publicar mi primer libro de poemas, pagado por mí, que se llamaría Austria-Hungría, cuyo poema central sería un diálogo entre dos locas (austria y hungría) que se pelean y debaten las alternativas ante la próxima irrupción de los germanos, todo es un lenguaje muy barroco, y con algunas alusiones modernosas no demasiado claras. (...)

Para acabar, confesaré que me embolo bastante en esta ciudad chota, aunque para hacer tengo mucho (trabajos, escrituras, poemas); pero por momentos tengo grandes tentaciones de deprimirme infinitamente, a las que trato de no ceder, conciente de que ello debilitaría mis ya frágiles defensas en esta sociedad paranoica y medianamente asesina. Acá la cosa no tiene viso de mejora. Pero también dejaremos prudentemente lo que antecede librado a vuestra fértil imaginación y nos despediremos emitiendo vastos deseos de tener pronta correspondencia que me dé la agradable, envidiable, sensación de que en otros países (otros mundos) los pobladores no sufren tanto.

Sacrificados besos de

n.
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Legado. Perlongher dejó una de las obras más importantes de la poesía contemporánea.

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