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domingo,
22 de
octubre de
2006 |
Panorama político
Cuervos en Casa Rosada
Mauricio Maronna / La Capital
"La historia se repite primero como tragedia y después como farsa". La máxima de Karl Marx viene al dedillo para enmarcar lo vivido el 17 de octubre en la quinta de San Vicente, epicentro de un combate irracional y colofón de la peor semana que vivió Néstor Kirchner desde su asunción, el 25 de mayo de 2003. Marx refería a la llegada de Napoleón III al poder francés. Para él Napoleón había sido una tragedia que llenó de muerte a Europa, pero su sobrino apenas una parodia.
Lo primero que se debe hacer a la hora del análisis es extraer de la evaluación cualquier paralelismo con la tragedia de Ezeiza, ocurrida el 20 de junio del 73, cuando facciones ideológicas enfrentadas consumaron una matanza, regaron de sangre la política y dieron el primer campanazo a las historias de violencia que sacudirían el país hasta el fin de la dictadura.
Lo del martes pasado ilustró mejor que mil palabras la "truchización" de la política argentina, el berretismo de su dirigencia, la ausencia de sentido común entre los popes de las organizaciones sindicales y la parálisis que invade al gobierno cuando un hecho grave sacude la modorra de los actos armados, los gestos demagógicos y las buenas noticias de los medios afines.
Ahora, cuando la inmensa mayoría de los sectores involucrados quieren oficiar de Poncio Pilato, es el momento de decir que todos fueron responsables.
El gobierno, que gasta cuerdas vocales de sus funcionarios al proclamar el fin de la vieja política, el renacimiento de la esperanza y la marcha hacia un país normal, quedó entrampado en la lógica de su aliado sindical.
En efecto, Hugo Moyano se convirtió en el Lorenzo Miguel de la administración K oficiando, como lo hacía el controvertido líder metalúrgico, de punta de lanza a la hora de establecer topes para los aumentos salariales. A cambio de esa contribución para planchar la inflación, el poco atildado jefe de la CGT logró gruesos subsidios del gasoil a empresas de colectivos y camiones, con un fondo específico de 1.600 millones de pesos anuales, lo que fue cuestionado en numerosos informes de la Auditoría General de la Nación por manejos irregulares.
Moyano domina los fondos de las obras sociales desde la Administración de Prestaciones Especiales (APE), un organismo que se encarga de distribuir casi 300 millones de pesos anuales en tratamientos de alta complejidad. Hasta la Sigén, desde donde teje la esposa del ministro de Infraestructura, Julio De Vido, se denunció que varias obras sociales no rinden en tiempo ni en forma gastos millonarios. Obviamente, Moyano salió a desmentir estas acusaciones. Lo que no pudo negar es el lugar que alcanzó en el directorio de ferrocarril Belgrano Cargas, desde donde promete viabilizar el flujo de mercaderías en zonas postergadas del país.
Fue Moyano quien convenció al presidente de apoyar con toda la fuerza el traslado de los restos de Juan Domingo Perón, en otra imponente muestra de necrofilia, tan afín a la cultura política vernácula. El general murió pero sigue sin poder descansar en paz, manipulado por unos y otros. Personajes que, enfundados en la bizarría, hacen del ataúd del creador del justicialismo un escudo de guerra para pertrecharse en el afán de seguir escalando posiciones.
El enfrentamiento entre camioneros y la Uocra es tan viejo como el peronismo. Han cambiado algunos actores que figuran en lugares de privilegio de la marquesina y la composición social de "las bases".
Si en el 73 el lopezrreguismo cantaba "la vida por Perón", desde las filas de las organizaciones armadas de izquierda peronista respondían casi con la misma frase.
El que mejor ilustró el cuadro de situación fue el escritor Osvaldo Soriano, quien en su libro "No habrá más penas ni olvido" mostró a dos militantes que aparentemente luchaban por la misma causa disparándose mutuamente al grito de "¡Viva Perón!".
El martes no había casi resabios de la lucha ideológica. En estos tiempos nadie ofrece "la vida" por algún referente como antes sí se vociferaba por Perón. Arrastrados por la estructura clientelística que sobrevuela los sindicatos (y los partidos), un enjambre de lúmpenes, barrabravas y desclasados de toda clase terminaron a las piñas tras una jornada asfixiante matizada a puro tetra y pajarito.
La pelea no era por un eslogan, apenas por estar más cerca de un cajón estragado por tantos años de manoseos, hipocresías y puestas en escena.
La batalla campal entre militantes, fortalecidos por barras del conurbano, La Plata y Avellaneda, formó parte de un paisaje cotidiano que, de tan reiterado, se acerca al costumbrismo.
Esta vez fueron las patotas de algunos gremios, como una semana antes lo habían sido las fuerzas de choque, alimentadas desde algunos estamentos del poder central que no tuvieron mejor idea que enviarlas al hospital Francés para romper una huelga. ¿Se acuerdan de los batatas de Menem? La historia se repite ahora en clave de farsa, es verdad.
De la Tuta Muhamad a Madonna Quiroz, pasando por el Pata Medina, el hilo conductor es el mismo: el lento pero seguro declive del republicanismo. Tal vez todo hubiera quedado en la anécdota si no fuera por el chofer de Pablo Moyano, quien con total impunidad, y después de mirar a cámara, vació su cargador para impedir que el tropel de la Uocra copara la parada.
El hijo del camionero más famoso muestra que otros vicios de la política han pisado suelo sindical: ahora los caudillos ya tienen sucesiones aseguradas de la mano de sus propios familiares.
Otra diferencia notoria respecto a los sucesos setentistas tuvo que ver con la ausencia de duelo verbal entre las facciones. "Ni yanquis ni marxistas, peronistas", cantaron durante todo el día, y al unísono, militantes y caciques que, en la CGT, recibieron a Eduardo Duhalde como a un héroe. Fue el primer alerta que sobresaltó a Kirchner, quien monitoreaba las escenas desde una pantalla de televisión.
Pese al esmero de algunas espadas oficiales por vincular al bonaerense con la violencia desatada en las orillas del mausoleo, no hay un solo dato que abone esa teoría conspirativa. Salvo la inocultable ligazón que tuvo con Hilda Chiche González de Duhalde el pesado de Uocra-La Plata Juan Pablo Pata Medina, el desesperado intento K para zafar de la mirada crítica de la sociedad no encontró sustento real.
"A Kirchner lo roza el escándalo pero no lo perfora. Eso sí, ahora tendrá problemas para justificar por qué Moyano es su preferido en la CGT. Probablemente, la clase media se asuste por lo de San Vicente y comiencen a aparecer algunas llagas en la alta consideración que recoge en las encuestas", dijo el viernes a La Capital un conocedor de los pliegues del kirchnerismo.
"A los zurdos no les vamos a entregar ni locos el cajón del viejo", descargó un dirigente del gremio de los taxistas. En los 70, "los zurdos" eran los dirigentes de las "formaciones especiales", alguna de ellas integrada por Juan Carlos Dante Gullo, uno de los pocos reconvertidos a la estructura del poder que se quedó "cuidando el ataúd del general" hasta que la tarde se hizo noche en San Vicente.
Ni Barrios de Pie, un movimiento de piqueteros que reivindicó en su momento la lucha de clases y ahora se asentó en Balcarce 50, ni Miguel Bonasso y mucho menos Luis D'Elía asomaron sus narices por San Vicente. Ahí sí las huestes de Madonna Quiroz y Pata Medina hubieran hecho tronar el escarmiento.
"¿Cómo hay que hacer para permanecer tanto tiempo en el poder?", le preguntaron durante finales de los 90 a Felipe Solá, antes secretario de Agricultura de Carlos Menem, después ultraduhaldista y hoy recalcitrante kirchnerista. "Hay que hacerse el boludo", respondió el gobernador bonaerense mientras lanzaba una voluta de humo. Ahora le costará un poco más mantenerse en esa posición: resulta inadmisible que haya permitido una zona liberada en la quinta 17 de Octubre, impidiendo la presencia policial y acatando el pedido de los gremios para disponer de seguridad propia.
"No me gorilee", le respondió Antonio Cafiero a un periodista que intentó cuestionar tantos disparates. Lo del martes pasado no tuvo nada que ver con la reedición de aquel viejo clásico de la política.
El control de la calle, ese objeto del deseo kirchnerista, fue dejado en manos de varios impresentables con carné. Les sirvieron al gobierno para taponar la salida de varias empresas, mantener a raya a los sindicatos díscolos e impedir que las olas lleguen a la costa de Balcarce 50.
Ahora son varios los que comprueban que los refranes, a veces, se hacen realidad: "Cría cuervos y te sacarán los ojos".
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Fotos
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Extinto presidente Juan Domingo Perón.
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