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 domingo, 15 de octubre de 2006  
[Miradas]
El juego de los espejos
Retratos de escritores latinoamericanos junto a sus textos sobre Francia componen "El país de las palabras" (Norma), un libro del fotógrafo Daniel Mordzinski

Lisy Smiles / La Capital

El fotógrafo Daniel Mordzinski se sabe extranjero, nació en Buenos Aires y vive en París. También reconoce que su pasión vacila ante la literatura y las fotos. Por cierto, su inicio profesional en la fotografía ocurrió mientras completaba sus estudios sobre Letras, en Tel Aviv. Transitar por esas dos pasiones, sumadas al territorio ajeno que se hace propio, parece ser la lógica que se esconde detrás de "El país de las palabras" (Norma), un cuidado libro de retratos a escritores latinoamericanos, quienes además ofrecen un texto sobre París o Francia. El juego entretiene, y consiste en algo así como mirar las fotos, leer los relatos, y hamacarse en la tensión que eso provoca.

Los retratos fotográficos son un género que algunos desechan, ven en ellos algo antiguo. Pero si así fuera, si se cumpliera el pronóstico de los adoradores del arte fotográfico digital, bien vale decir entonces que el pasado se cuela en el libro de Mordzinski, y su aporte es para admirar.

Encima, en blanco y negro. Así aparece París, la Ciudad Luz, que en la mirada de este fotógrafo ofrece luces, sombras, blancos y grises que otorgan placer.

Al abrir "El país de las palabras" quizás surja la pregunta sobre cómo leerlo. Las opciones son variadas: ir por las fotos primero y luego los textos, intercalarlos, pero qué mirar, qué leer. Y ahí puede estar uno de los secretos, las diferencias entre mirar y leer. Sin duda, es un libro y debe ser leído: sus fotos también.

Es en ese momento en que entonces se dibujan las fronteras de ese país de las palabras colmado de imágenes, algunas fotografías y otras sugeridas por los escritos. Tanto los textos como los retratos difieren en sus estilos. No hay un tono monocorde que los agrupe; en todo caso, lo que las engloba es el territorio ajeno: París o un recuerdo sobre Francia.

Los escenarios son variados, pero los puentes sobre el Sena, la bohemia de los años 20, el surrealismo, los parques y otros escritores, ancestrales o modernos, recalan entre las páginas, en cuanto referencia en los textos.

Así como hay relatos que impactan por su escritura, hay imágenes que revelan un brillo que atrae la mirada del lector. Son ellos y sus textos, y Mordzinski logra su cometido. Deja que cada uno se muestre a través de su propia experiencia, en el territorio elegido y ante una cámara que, si uno no supiese que irremediablemente existe, podría creerse que tan solo es la imagen que arroja un espejo. Y, ¿qué espejo? Quizá el de su propia escritura.

Sí, claro, están Vargas Llosa, García Márquez, Sábato, Saer, Roa Bastos, Amado, Cortázar, Gelman. También Aira, Gambaro, Giardinelli, Manguel y Piglia. Sólo algunos pocos se muestran junto a libros. Estos retratos los ubica en locaciones que pueden ser vistas como clásicas: parques, bohardillas, cementerios, el río, puentes, iglesias, pero las fotos arrojan algo más, como si el fotógrafo intentara retratar la sensación imperante.

Entonces también aparecen otros sitios menos convencionales, como Roa Bastos jugando al metegol, o Jorge Amado con una remera que porta la imagen de Gal Gosta, o Aira zambullido en una bañadera vacía leyendo un libro.

Y por supuesto, hay retratos plenos, donde se puede suponer un estudio como escenario, donde el rostro es puro primer plano como ocurre con Nélida Piñón o Jonuel Brigue.

Recorrer este libro es atravesar los textos y fotos de 71 escritores latinoamericanos que más lejos o más cerca admiten que París "algo tiene". Irremediablemente, la mayoría de los convocados elige el recuerdo de algún viaje, una anécdota, lecturas iniciáticas de escritores franceses, pero también los hay que la rechazan o al menos se despegan de esas tramas. Hasta hay quien sostiene que París ha dejado de existir, porque fue construida como mito, y ese mito se tornó creíble, con lo cual abandonó su propio relato.

Por eso, quizá es conveniente aceptar la invitación de este fotógrafo, volver a leer a escritores contando historias propias o ajenas donde esta ciudad lo envuelve todo, y zambullirse en las fotos para intentar pasear por esos mundos que habitan unos seres extraños que escriben y se dejan fotografiar, como si nada. Puro mito.
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No convencional. Los retratos de Mordzinski, como el de César Aira, fueron logrados en escenarios disímiles.

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