Año CXXXVII Nº 49263
La Ciudad
Política
Información Gral
El Mundo
Opinión
La Región
Policiales



suplementos
Ovación
Turismo
Mujer
Economía
Escenario
Señales


suplementos
ediciones anteriores
Salud 11/10
Página Solidaria 11/10
Turismo 08/10
Mujer 08/10
Economía 08/10
Señales 08/10
Educación 07/10

contacto

servicios
Institucional


 domingo, 15 de octubre de 2006  
Pesadilla a las puertas del Gigante
Un joven sin prontuario denunció que quedó envuelto en un tumulto. Y que terminó detenido con revendedores y apaleado por policías. "Pagué mi entrada, me pegaron, me ficharon y pasé 4 horas preso", dijo en la fiscalía

Walter tiene 22 años y es canalla desde su más tierna edad. El viernes fue a ver a Rosario Central al Gigante de Arroyito. Lo peor que le pasó esa noche no fue el triunfo de Vélez Sarsfield. "Estaba a punto de ingresar, con mi entrada en la mano, cuando un policía me pegó una trompada en el pecho. Después se sumaron dos más y me dieron con todo", explicó ayer por la tarde el muchacho con su ojo izquierdo en compota. "Me llevaron detenido a la comisaría 9ª y, después de hacerme la cabeza cuatro horas, me ficharon. ¡Y yo no hice nada! Pagué la entrada, me reventaron a palos y encima me abrieron un prontuario", comentó. Walter no tiene antecedentes, no es barrabrava, trabaja desde los 14 años y el viernes en el Gigante la pasó mal.

La desventura de Walter llegó La Capital a partir de una denuncia de su empleador. "Lo que le hicieron a este pibe no tiene nombre. Lo molieron a palos, lo ficharon de prepo y el pibe es intachable", comentó. Subido al tren de la pasión, Walter y dos amigos de su barrio en Villa Gobernador Gálvez tomaron el colectivo y se fueron a ver a Central. Llegaron sobre la hora. Compraron la entrada sobre calle Génova y se encaminaron a las puertas que dan a Cordiviola.

"Cuando pasé el cacheo policial, siempre con la entrada en la mano, siento que alguien me pega una trompada en el pecho. Miro y era un milico", explicó Walter. "Después de que pega la trompada le digo: «¿Por qué me pegás?». Entonces llegó otro policía que me quiso sacar bien. Pero se metió otro que me cruzó el palo en la garganta y me tiró al piso. Y ahí me dieron. Con los puños, a las patadas y con esos palos que tienen", detalló.

Dijo que lo arrastraron a la vereda de enfrente. "Mientras me tenían en el piso, vino el gordo ese que me había pegado primero y me volvió a dar. «¿Qué, se piensan que porque llegan con una banda me van a pasar por encima?», me dijo. Y no estábamos en barra. Eramos tres y los otros dos pibes son menores", detalló. El recuerdo de la golpiza, a manos de tres agentes policiales que estaban en el control de la puerta y que Walter puede identificar, es una colección de hematomas en todo su cuerpo. Su ojo derecho en compota, varios bastonazos en la espalda y golpes en las costillas.

"Todo comenzó cuando el partido recién empezaba y terminaron de pegarme con el gol de Central. No estaba entrando la barra ni nada. Eran todas familias que llegaban sobre la hora", describió Walter. El único grito canalla frente a Vélez fue a los 7 minutos del primer tiempo. "Después me esposaron y me sacaron la entrada. Yo les decía: «Ya está. Me pegaron. Ahora déjenme entrar que tengo la entrada». Entonces un milico me dijo: «Vos te vas para la comisaría». Me subieron a una chata y me llevaron. Iba yo solo y nadie me decía por qué me llevaban", comentó.

Walter cuenta que trabaja desde los 14 años y estudia. No tiene antecedentes y su empleador, un empresario hotelero, lo describió como "intachable". Mientras sobre el césped del Gigante Central y Vélez se sacaban chispas, Walter entraba en la seccional 9ª. La pesadilla continuaba. "Cuando llegué estaba el gordo que me pegó y lo puteé. Entonces me agarró del brazo, me lo torció y me dijo: «A mí no me vas a putear». Y me metió en una habitación con todos los que estaban por reventa", describió.

Walter denuncia que hasta ese momento nadie le decía por qué estaba preso. Había comprado la entrada para ingresar al estadio y a cambio recibió una golpiza. "Empezaron a llamarnos de a uno por vez para pintarnos los dedos. Yo les dije: «¿Me pegaron y encima me quieren fichar?». Y un cana me dijo: «Ah, ¿no te querés fichar?». Y me dejaron para lo último", describió el joven.

Varios empleados policiales, dice el joven, comenzaron a contarle las desventajas de no rubricar su prontuario. "Todo el tiempo me decían: «Tenés que firmar y te vas. Si no vas a tener que ir a Tribunales, ahí te van a levantar un acta y te vas a quedar en cana hasta el martes». Y yo me negaba", recordó el muchacho.

"Quedamos sólo dos y nos pusieron en una especie de precalabozo. Había una celda y el pasillo. Y ahí quedamos charlando con los presos que estaban en el calabozo. Los chabones nos preguntaban: «Cuántos son. Por qué están». Y yo pensaba: «¿Y si estos nos meten con los presos?». El policía que nos cuidaba nos decía: «Ustedes se van a quedar a vivir acá y los van a tener que venir a visitar»", rememoró Walter.

"Entonces no aguanté más y le dije al cana: «Te firmo lo que quieras, pero me quiero ir». El tipo me respondió: «Ahora es tarde. Te vas a quedar». Y yo le repetía: «Te firmo lo que sea, pero me quiero ir»", contó Walter. Dice que ya no le importaban los moretones en el cuerpo, ni la ficha prontuarial. Walter firmó la ficha y se fue.
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo


Ampliar FotoFotos
Ampliar Foto
Walter tiene hematomas y surcos en el torso.


  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados