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 domingo, 15 de octubre de 2006  
Editorial
El drama de los cortes de energía

La amenaza está allí. Asoma en el horizonte de los rosarinos con ominosa inminencia e insólitamente no parece haberse hallado, aún, manera efectiva de contenerla. Los nefastos cortes de energía eléctrica ya hicieron acto de presencia en la ciudad apenas arrancaron los primeros calores de la primavera y generaron importantes perjuicios a los damnificados de turno. ¿Habrá soluciones o los problemas se reiterarán con la previsibilidad de siempre, con la gente otra vez ubicada en el consabido rol de víctima?

El pasado miércoles una noticia trascendente en la crucial materia energética ocupó el espacio principal de la tapa de La Capital: la adjudicación de la licitación para construir las centrales termoeléctricas de Timbúes y Campana a la compañía alemana Siemens. Una vez que ambas estén finalizadas, le aportarán al sistema nacional mil seiscientos megavatios de potencia. La construcción de la primera usina, que se llamará San Martín y estará situada junto al río Coronda, será fundamental para la provincia de Santa Fe: una vez concretada la obra generará ochocientos megavatios, que representan más del cincuenta por ciento del total que demanda la bota.

Los dos megaemprendimientos se enmarcan en el plan energético nacional que el gobierno de Néstor Kirchner lanzó en 2004, con el objetivo de acompañar el notable crecimiento económico que se registra en el país con la necesaria infraestructura. Pero los plazos a partir de los cuales se verificará el esperado alivio no incluyen los meses que se avecinan.

Y en Rosario, punto nodal de la reactivación en curso, el dilema surge a partir del notorio aumento de la demanda. Los numerosos aparatos de aire acondicionado instalados en los últimos tiempos son una señal nítida de que el consumo se disparará a las nubes apenas el tórrido calor que suele traer consigo el verano rosarino haga su aparición. Y la consecuencia son los cortes, con las obvios efectos negativos que traen aparejados para la comunidad, desde personas atrapadas en los pisos altos de los edificios por la imposibilidad de emplear el ascensor hasta comerciantes obligados a desprenderse de mercadería en mal estado.

La pregunta es: ¿será posible que no tenga solución un problema que ha sido anticipado hace tanto tiempo? A la gente no le interesa el trasfondo político que tiñe las habituales recriminaciones mutuas entre municipio y provincia, sino que se le brinden respuestas concretas a una cuestión acuciante.
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