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domingo,
15 de
octubre de
2006 |
Panorama político
El Frente ya no es el mismo
Mauricio Maronna / La Capital
Hace cuatro domingos que a Jorge Julio López parece habérselo tragado la tierra. A medida que pasan los días cada vez se habla menos de un caso que debería ser prioridad nacional y que hoy solamente se mantiene como bandera entre algunos organismos de derechos humanos.
Mejor no hablar de ciertas cosas, parece ser el mensaje que brota desde el corazón del poder. Extraño, cuando la estrategia fundacional del promocionado estilo K tuvo como pilotes los juicios a represores, derogación del punto final y obediencia debida, retiro ampuloso de cuadros de dictadores en el Colegio Militar y una sentencia que Néstor Kirchner hizo extensiva a la sociedad entera: "Todos somos hijos de las Madres de Plaza de Mayo".
Si las circunstancias que rodean a la desaparición de J.J. López son extrañísimas, las derivaciones del episodio no le van en saga. ¿Hay acaso algo más urgente hoy en el país que dilucidar qué fue lo que pasó con este hombre de 77 años, pieza clave para que el torturador Miguel Etchecolatz pase el resto de sus días en la cárcel?
La mayoría de los analistas políticos borra de sus columnas cualquier mención; los opositores, que no encuentran cómo lastimar al gobierno, se mantienen lejos y algunas instituciones (la Iglesia es el ejemplo más claro) se aturden en discusiones estériles con el Ejecutivo.
¿Cómo el presidente no va a navegar en calma hacia el puerto de la reelección con una oposición que se autoflagela?
En un país normal este sería el tema excluyente. Pero esto es Argentina, donde hablar de "reforma política" es sólo una constante en tiempos de campaña. El patético combate cuerpo a cuerpo en un sanatorio porteño, con barrabravas enquistados como virus hospitalario y un empleado de ATC cumpliendo funciones de auditor constituyen, apenas, material visual atractivo para los noticieros de la noche.
Mauricio Macri se desdobla entre Boca Juniors y postales frente al mar en la revista Caras, Elisa Carrió está encandilada por su viaje a Sudáfrica y Roberto Lavagna (como la tortuga Manuelita) a París un día se fue, para mandar desde allí mensajes crípticos hacia Raúl Alfonsín.
Si los popes nacionales viven en el limbo de la interna permanente, ¿qué otra cosa puede suceder en la política santafesina?
Pese a las encuestas sesgadas, el conflicto en el Frente Progresista empieza a minar (aún levemente) el convencimiento, hasta hace poco mayoritario entre los independientes, de que la coalición opositora es el mejor instrumento para sacar al PJ del gobierno.
Ni el peor de los libretistas hubiera escrito un guión tan paupérrimo como el que se lee en la alianza, pretendida fuerza del cambio, que ha caído otra vez en el vicio de poner el carro por delante de los caballos.
"No hay lugar para negociaciones (sobre el nombre del candidato a vicegobernador) porque así lo decidió en forma unánime la convención radical", se parapetó el rozagante presidente del partido, Felipe Michlig, quien comprueba que lo anticipado por esta columna hace varios domingos va convirtiéndose en realidad: los senadores justicialistas dejan para otro momento el desafuero del ex presidente comunal de Ambrosetti.
"Es verdad, este tipo va consiguiendo lo que parecía impensado, como es la ruptura del Frente. Y sin una coalición entre socialistas y radicales, la provincia sigue en manos del peronismo, se lo firmo ya", se entusiasma un bravío legislador provincial, convencido de que Michlig, Carlos Fascendini y Juan Carlos Millet han logrado lo que para ellos (los peronistas) era imposible: picarle el boleto a Hermes Binner.
En rigor, la cita conyugal con la que desde la UCR se atalonaron para defender su posición ("nosotros no hacemos abandono de hogar") intenta trasladar la responsabilidad de una eventual ruptura al PS, pero, además, pone de relieve algo que flota en el ambiente desde hace mucho: la fortísima corriente de desconfianza en un matrimonio celebrado por conveniencia. El acta que duerme en una escribanía así lo demuestra.
El máximo referente provincial peronista, que en los últimos días firmó autógrafos en la peatonal después de un largo tiempo sin caminar las calles del centro rosarino, venía preguntando a algunos operadores kirchneristas "por qué en la bota no hay radicales K". La respuesta siempre era la misma: "Ya los va a haber".
¿Es verdad que dos altos dirigentes de la nomenclatura UCR de Santa Fe se reunieron en secreto con funcionarios de la Rosada? Lo ventilaron fuentes socialistas a La Capital en las últimas horas. ¿Y que Rafael Bielsa le ofreció a Horacio Rosatti la candidatura a vice? Lo reveló a este diario una fuente irreprochable. La respuesta habría sido "no". El ex ministro de Justicia podría ser el cuarto hombre para pelear en la interna.
Binner hizo valer el peso de sus votos. "Hermes ahora no puede bajarse abruptamente de su posición. Si lo hace, los radicales después nos liman hasta las patas del Sillón del Brigadier. Hay muchos jugadores importantes que todavía no entraron a la cancha", refuerza el informante en alusión a los intendentes y presidentes de comuna que necesitan de un candidato a gobernador que traccione desde arriba. "Además, hay que ver qué es lo que decide el comité nacional; no creo que a (Roberto) Iglesias o a (Raúl) Alfonsín les seduzca la idea de sacar el 1% de los votos en Santa Fe. O entregarse mansamente a Kirchner, como pasó en la mayoría de las provincias", completa.
Curiosamente, desde el radicalismo santafesino (léase la convención que ungió a Carlos Fascendini como candidato a vicegobernador) resaltaron en un documento que tienen 14 intendencias, 116 presidencias comunales y 100 concejales.
Aunque unos y otros crean que la solución a este juego de poder pasa por cambiarle el sexo y la pertenencia geográfica al número dos de Binner, el culebrón está dejando un mensaje de alerta en quienes creen observar los mismos errores que cometió la Alianza encabezada por Fernando de la Rúa y Carlos Chacho Alvarez. "Hermes no es De la Rúa, que no se confunda nadie", aclaró Miguel Lifschitz en un programa televisivo.
Perspicaces, frente al riesgo de divorcio entre socialistas y radicales, los dirigentes provinciales del ARI, con Alicia Gutiérrez como voz cantante, han manifestado su deseo de integrarse al Frente Progresista "por adentro" y no repetir la historia de las elecciones de 2003, donde apoyaban a Binner sin ser parte de la coalición.
No es ese el pensamiento del sector encabezado por Pablo Javkin y Carlos Comi. Elisa Carrió dijo en reuniones informales, lejos de grabadores encendidos, que "no quería saber más nada con los socialistas".
Los vaivenes de la oposición no impidieron que el justicialismo tenga su propio cortocircuito. Bielsa atacó a Agustín Rossi, parangonándolo con "un chico que anda llorando por los rincones porque no le dan los votos". El jefe de los diputados nacionales del Frente para la Victoria se guardó más de lo que voceó: "Hay una larga lista de cosas para decir de él". Pero no las dijo.
El ex canciller pidió disculpas y los peronistas cerraron la discusión con ese apotegma del general que siempre les sirve para que el arco no se corra demasiado: "Somos como los gatos, parece que nos peleamos pero en verdad nos estamos reproduciendo". Se verá.
Si algo no puede hacer el justicialismo (sea quien fuere su candidato) es dividirse en trincheras que, a la hora de la verdad, en vez de apoyar la fórmula oficial conspire contra el binomio.
En medio de la disputa Bielsa-Rossi, el otro precandidato, Omar Perotti, quiere adquirir las propiedades de un fondista e instalarse como un "hacedor" por su gestión en Rafaela. "Lo único que pido es que el gobernador (Jorge) Obeid no se inmiscuya en cuestiones internas", mandó el mensaje Perotti, conocedor de las desventajas que le puede acarrear no ser el caballo del comisario.
Haciendo abstracción de las peleas de estación, un grueso sector del peronismo espera que el gobierno nacional disponga que no haya internas abiertas a nivel nacional. Apenas eso suceda, solicitarán a Obeid que tome una medida similar y envíe el proyecto a la Legislatura.
Por ahora, el gobernador cumple con su promesa de inaugurar una obra por semana y no hacer declaraciones públicas sobre posibles sucesores. Sin embargo, no pierde detalle del día a día de la política: sabe que el arándano del postre para una buena gestión es que no se rompa el invicto que el justicialismo conserva desde el inicio de la posdictadura.
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Fascendini y Binner
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