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 domingo, 15 de octubre de 2006  
Cocina: sabores de vida

Quique Andreini / La Capital

Mi querida amiga, hoy pensé en preparaciones que puede cocinar, y si quiere guardar en el freezer, para facilitar la tarea diaria. Una masa para pizza, con el relleno que más le guste, y otra con harina de garbanzos.


Pizza
Ingredientes:

  • 300 gramos de harina

  • una pizca de sal

  • una pizca de pimienta

  • 1 cucharada de aceite

  • 10 gramos de levadura

  • agua tibia

    Coloque sobre la mesada la harina en forma de corona, en el centro la cucharada de aceite, la pizca de sal, la pimienta y la levadura desmenuzada disuelta en un poco de agua tibia. Trabaje la masa incorporando el agua hasta que se ponga elástica y brillante, necesitará casi medio vaso aproximadamente (dependerá de la humedad propia de la harina). Déjela descansar cubierta con un film hasta que duplique su volumen.

    Disponga el bollo sobre la mesada enharinada y con la ayuda de los dedos vaya estirándolo, coloque sobre una placa pizzera untada con aceite. Cubra la masa con una salsa de tomate con orégano y ajo picado. Distribuya pequeños trozos de mozzarella, o los ingredientes que le gusten. Introduzca la pizza en horno fuerte precalentado.


    Fainá
    Ingredientes:

  • 250 gramos de harina de garbanzos

  • 3/4 litro de agua

  • sal y pimienta

    Coloque la harina de garbanzos con la sal y la pimienta a gusto dentro de un bol e incorpore el agua hasta obtener una pasta semilíquida. Mezcle con un batidor para que no queden grumos. Deje en reposo unas horas, y retire la espuma que se puede haber formado en la superficie. Coloque la preparación dentro de un molde de pizza aceitado y cocine en horno fuerte precalentado hasta dorarla.




    Había una vez...
    Cuentan que en un bosque cerca de la ciudad, vivían dos vagabundos. Uno era ciego y el otro cojo, los dos muy competitivos; durante el día entero en la ciudad competían el uno con el otro. Pero una noche sus chozas se incendiaron porque todo el bosque ardió. El ciego podía escapar, pero no podía ver hacia dónde se había extendido el fuego. El cojo podía ver que aún existía la posibilidad de escapar, pero no podía salir corriendo (el fuego era demasiado rápido), lo único que podía intuir era que se acercaba el momento de su muerte. Los dos se dieron cuenta que se necesitaban el uno al otro. El cojo tuvo una repentina claridad: "El otro hombre, el ciego puede correr y yo puedo ver". Olvidaron toda su competitividad. En esos momentos críticos en los cuales ambos se enfrentaron con la muerte necesariamente olvidaron la enemistad. Crearon una gran síntesis; se pusieron de acuerdo en que el hombre ciego cargaría al cojo sobre sus hombros y así funcionarían como un solo hombre. El cojo puede ver y el ciego puede correr. Así salvaron sus vidas. Y por salvarse mutuamente, se salvo cada uno. Comprendieron que el encuentro de uno y con el otro fue la única salida.


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