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domingo,
15 de
octubre de
2006 |
El cazador oculto: "Cuando el
vaso está
medio vacío"
Ricardo Luque / Escenario
Puede ser peor, claro. Y no hace falta ser pesimista para darse cuenta de que, cuando el vaso está medio vacío, todavía queda mucho que perder. Podés haberte comprado una cuatro por cuatro O KM gasolera, justo esta semana, que los surtidores de las estaciones de servicio tienen las mangueras cruzadas. O peor, podés haberte gastado los ahorros de toda la vida en un departamento con vista al río, justo este mes, que a los entrerrianos se les ocurrió prenderle fuego a las islas. Más todavía, podés, al fin, después de años de soñarlo ansiosamente, haber sido invitado a la noche de los Magazine, justo este año, que fue larga, aburrida y sin emoción. Porque, pese a los esfuerzos de Ariel Bulsicco por ponerle un poco de picante a la fiesta, no pasó nada. Y es lógico que fuera así. La bravuconada del conductor del noticiero de Canal 5, que agradeció la distinción a "De 12 a 14" ("porque ellos también son necesarios", comentó mordaz), no causó el efecto esperado. Claro. No había nadie que recogiera el guante. Y, como todo el mundo sabe, para que haya una pelea tiene que haber dos y, en la paqueta velada organizada por Carlos Bermejo, había sólo uno. Porque, aunque en el amplio salón de la ex Rural había cientos de invitados, la gente de Radio 2 y Canal 3 brilló por su ausencia. Y así, cuando el rival no está presente, la provocación es inútil, artera y, sobre todo, poco valerosa. Pour la galerie. Una pena. Porque a la fiesta le hicieron falta esos chispazos que amagan a encender el incendio y que, aunque afortunadamente no pasan a mayores, resultan divertidos. Inolvidables. Y pasan a engrosar ese anecdotario de los Magazine que, en los cortes, entre plato y plato, cuando la fiesta amenaza con prolongarse hasta el infinito, los invitados recuerdan con alegría y cierta nostalgia. "¿Te acordás cuando...?", es la pregunta que dispara la catarata de episodios risueños que se sucedieron a lo largo de todos estos años. Romances, peleas, desaires. Lo usual en un acontecimiento como éste. Pero este año nada de eso pasó. Salvo el soponcio de Charlie, nada. Pero no hay que quejarse. Podría ser peor. Podrían haberte sentado en la última mesa, al lado de los bafles y con la inestimable compañía de Coco López. En las escaleras que bajan al infierno hay siempre un peldaño más.
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