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| sábado,
14 de
octubre de
2006 |
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Charlas en el
Café
del Bajo
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-Si algo puede servir como antecedente para determinar el estado de cosas en una sociedad, el modo de vida más o menos histórico que la caracteriza, eso es precisamente el análisis de los sucesos cotidianos. Un turista que pasee por Oslo en invierno, por ejemplo, y advierta que un ómnibus perteneciente a alguna organización estatal está recogiendo al atardecer a las pocas personas errantes que tienen como única vivienda algún cobertizo público, tendrá una clara señal de que se encuentra en una sociedad que ha sabido crecer lo suficiente como para impedir que se produzcan ciertos males. Si la persona recorre la misma ciudad y advierte que las villas de emergencia allí se desconocen, podrá inferir que tal sociedad ha logrado no sólo evitar ciertos infortunios, sino desarrollarse lo suficiente como para que al ser humano que la integra le vaya más o menos bien en la vida.
-¿Adónde quiere llegar? ¿A Oslo?
-Ciertamente me agradaría no llegar a Oslo, pero sí que la sociedad argentina se pareciera un poco más a la sociedad sueca en algunos aspectos. Resalto: "en algunos aspectos". Pero... ¿puedo continuar con la idea?
-Sí, por supuesto.
-No haría falta, a un turista extranjero, un estudio profundo, exhaustivo, de la realidad social de nuestro país. Le bastaría con encender unos minutos el televisor y seguir algunas noticias. Le sobraría material para la reflexión y la conclusión si leyera algunos diarios. Por ejemplo: un turista extranjero tendría una cabal noción de cual es el estado de la sociedad argentina si hubiera observado y escuchado, en un canal noticioso, las alternativas del conflicto en el Hospital Francés. Es innecesario reproducir la narración de los hechos y dar detalles del problema, por cuanto el lector conoce muy bien la cuestión. Pero hagamos el ejercicio mental de ubicarnos exactamente en el rol pensante de un turista extranjero, o de cualquier argentino de bien que, con frecuencia, se siente como un turista condenado a la penuria y el abandono, no porque quiera vivir en tales circunstancias, sino porque no se le permite no ya vivir como un ciudadano con los derechos positivos que le corresponden, sino como un ser humano con los derechos naturales que deberían serles inherentes. ¿Qué pensarían, mejor dicho, que pensarán estos "turistas"?
-La lista de pensamientos es larga, muy larga.
-Imagino algunas expresiones: "¡Qué barbaridad, barrabravas de un club de fútbol agrediendo con violencia a empleados de un hospital, mandados seguramente por algún político!". O tal vez: "¡Qué vergonzoso es que en un país en donde dicen que la economía crece y todo anda de maravillas, falten insumos en un hospital y que a los empleados les adeuden los salarios de meses!". Es probable que la exclamación fuera otra: "¿Será cierto lo que dice el periodista, que al hospital lo quieren vaciar, arruinar, para después venderlo a un gremialista, como han hecho ya con otro nosocomio? Si es así que bochornoso".
-O quizá...
-O quizá, mi querido amigo, el turista extranjero o el "turista" argentino exclamaría -y seguramente está exclamando- "¡Dios Santo, están trasladando a los enfermos porque en el hospital... ¿por qué los estarán trasladando?".
-Bueno, a esa pregunta...
-A esa pregunta le corresponde una sola respuesta: Los trasladan porque estamos viviendo en Argentina, una Argentina que la inmensa mayoría de argentinos no quiere, pero que se la imponen. Es cierto que una buena cantidad de compatriotas se recluyen en la resignación, cansados y quebrados. Es cierto que otros se complacen en la mezquindad del... "Y bueno, mientras a mí no me toque". Es cierto que habrá quienes no comprenden la gravedad del caso social argentino, porque un sistema perverso los condenó a la ignorancia. Es cierto que un marketing político y no político persuade con maligna alevosía a las mentes más incautas. Todo eso, y aún más, es cierto, pero no es menos cierto que la gran masa de argentinos está harta de que la hagan sentir turista sin valijas y sin pasaje hacia a esa sociedad tan anhelada. Turistas confinados al eterno andén, al eterno puerto en donde los trenes y los barcos que parten hacia ese país mejor sólo son abordados por unos pocos.
Candi II |
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"Cuando los militares tenían las manos manchadas de sangre, la Iglesia no decía nada"
Carlos Kunkel
Diputado nacional por el Frente para la Victoria
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La Ciudad
Más que mil palabras
