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 domingo, 23 de julio de 2006  
[Nota de tapa]
El alma de Ludueña: canciones e historias del barrio
La plaza Pocho Lepratti es desde hace tiempo una usina de cultura. La presencia de una murga, músicos, escritores y artistas plásticos y el festejo ritual del carnaval conforman un fenómeno a veces soslayado pero de una creatividad singular

Osvaldo Aguirre / La Capital

La cita es en la plaza Pocho Lepratti, en Vélez Sarsfield y Larrea. Y no es casual, porque la memoria del militante asesinado en diciembre de 2001 y el lugar que lleva su nombre son referencias insoslayables en la movida cultural de Ludueña. Un aspecto del barrio que a veces queda soslayado por los episodios de violencia y los problemas sociales que signan la vida cotidiana en el lugar, pero donde viene desarrollándose, y desde hace tiempo, sin demasiados recursos pero con mucho ingenio y esfuerzo, una de las experiencias de formación y recreación cultural más ricas de la ciudad.

La celebración del carnaval, con que cada 27 de febrero se festeja el cumpleaños de Pocho (el último se extendió tres días y llegó a convocar a seis mil personas), la Murga de los Trapos, que ensaya los sábados en la plaza, el grupo de rock La Pocilga y la organización de una biblioteca y varios talleres para niños y jóvenes en la casa de Lepratti (Gorriti al 5500) son algunos de los hechos concretos de esa movida.

Varón estuvo entre los fundadores de la murga y también integró desde el principio La Vagancia, el primer grupo de jóvenes que coordinó Pocho Lepratti en Ludueña. Acaba de editar un disco, "Andemos", en el que reúne seis canciones. Según explica, la primera, "Negra", alude "a una doña del barrio que sale a cirujear con su carro y una enorme historia de vida". No es solamente una vecina: como se explica en la canción, cuando pasa, ella parece también, o suscita la esperanza de que sea, "una señal de que tanta luz no fue dada en vano".

La Pocilga surgió de Los Rope, uno de los tantos grupos juveniles que se organizaron a partir de la Vicaría Sagrado Corazón y del impulso del padre Edgardo Montaldo. "Llegó un momento en que el grupo sintió la necesidad de buscar otra cosa e intentamos otras alternativas de reunión", dice Juan, una de las voces de la banda. "Empezamos como un grupo de amigos. La banda comenzó en realidad cuando mis viejos me compraron la batería", cuenta por su parte Cucha. Entonces "pedimos prestado un bajo -que aún lo pedimos prestado-, conseguimos una guitarra y nos largamos", agrega Juan.

En 2003, luego de inaugurarse la casa de Pocho Lepratti como bodegón cultural, el grupo La Vagancia presentó un disco de canciones dedicadas al militante asesinado dos años antes por la policía santafesina. Entre otros músicos, León Gieco aportó su hit "El ángel de la bicicleta", Gato a la naranja grabó "Grillitos de pan", una cálida evocación de Pocho, y La Pocilga abrió el disco con una canción sobre el legado que dejó Lepratti en "esos pibitos/ que supiste valorar".


Hablar de lo que pasa
En una de las mesas de la plaza, Varón hace circular un mate que conforta en la tarde fría de domingo. Ricardo y Matías, dos de los miembros más jóvenes de la Murga de los trapos, escuchan casi sin intervenir. "No somos músicos estudiosos sino que tocamos de oído y hacemos lo mejor que se puede -dice Juan-. Las canciones hablan básicamente de cosas que nos pasan. Somos reticentes a hacer covers, porque tienen que salir a la perfección". Las excepciones son "El bolichero", de Tránsito Cocomarola y "Cutral co", de Rubén Patagonia, que forman parte del repertorio de la banda "porque tienen letras que nos gustan".

Las letras de La Pocilga son crónicas de la vida y la muerte en el barrio. "Teníamos un par de chicos que con la droga y el robo se nos fueron perdiendo -cuenta Juan-. Por no tener herramientas, por no saber cómo traerlos con nosotros, se nos escaparon de las manos. Y de la impotencia, de no saber cómo decir lo que sentimos, salió A los amigos, que es una canción que habla de la necesidad que tenemos de que esos chicos vuelvan con nosotros".

El paredón sobre Vélez Sarsfield está cubierto con murales que evocan a Pocho Lepratti y periódicamente son renovados, como un signo de que la memoria es allí una presencia concreta y viva. Los problemas que él encontró, cuando llegó al barrio a principios de los años 90, persisten y se multiplican. "Casi todos los temas rondan lo mismo -sigue Juan-. La impotencia de que por ahí vas caminando y ves que los pibes se están drogando, dándole a la bolsa (inhalando pegamento), delante tuyo. De ahí salió otra canción, «Pinocho 3420». También hablamos de una persona que estuvo en la droga, salió y tuvo el síndrome de abstinencia, un bajón muy profundo entre querer volver y no, y que empezó a renegar de su vida. Esa es la canción de Nicasio".

El "Rock de las alitas cortadas", otro tema de la banda, "salió de una rancheada donde los chicos se juntaron para sacar un tema para un pibe que consumía pegamento", explica Nahuel, el guitarrista. Las alas cortadas, agrega, son los sueños que se pierden para siempre.

Hablar de lo que pasa, dice Varón, "tiene que ver con hacer una coraza y a partir de eso decir, por ejemplo, que uno no tiene la culpa de ser villero o de nacer donde nació".

Habiendo sido uno de los primeros integrantes de La Vagancia, Varón tiene presente el legado que dejó Claudio Lepratti con su trabajo en el barrio. "Una de las cosas que nos dejó Pocho fue lo de preocuparnos por los pares, los pibes que tenemos al lado, y trabajar con los jóvenes y los más chicos", dice.

"A veces los chicos no saben cómo defenderse y uno que por ahí tiene experiencia o algunos fundamentos puede decir «mirá, vos acá sos inocente y la gente que te culpa es mucho más responsable que vos mismo». La letras de las canciones y lo que se viene haciendo con la cultura en el barrio, inclusive lo del carnaval, tienen que ver con eso", agrega Varón.

Juan vuelve sobre "A los amigos". "No es solamente una canción sino también un lamento, así lo entendemos; y lo sentimos más porque hace poco murió uno de esos chicos, Elbio López", dice.

Ocurrió el 25 de septiembre del año pasado. Elbio López tenía 22 años y fue baleado en Teniente Agneta y Humberto Primo por un menor de 15. Su padre lo llevó al Hospital Centenario, pero murió cuatro días después.

Detrás de esa muerte había una historia que pocos conocen. "Elbio fue uno de los pibes que desde muy chico empezó en La Vagancia y, cuando La Vagancia se abrió, empezó a acompañar a un grupo de pibes que eran los más terribles -cuenta Varón-. En ese grupo trabajaba un salesiano, pero su acompañamiento era romántico, no era de poner el cuerpo en lo que hacía. Y en vez de tener las herramientas para recuperarlos, esos pibes lo fueron metiendo a Elbio y llegó un momento en que estuvo solo y bueno, Elbio se perdió".

Varón explica qué entiende por "acompañamiento romántico". "Es el de aquel que solamente habla y tiene algunos gestos, pero cuando cae algún pibe en cana, son las 2 de la mañana y le decís que necesitás que vaya a la comisaría, no aparece. Es el que no se compromete con lo que dice, el que, a la hora de estar, no está. La gente que lo acompañaba a Elbio no puso el cuerpo en serio".


Un camino compartido
Nahuel, el guitarrista, llega en una vieja bicicleta y baja corriendo para salir en la foto. "No soy del barrio -aclara-. Mi conexión con Ludueña es por Juan, porque con él dirigíamos un coro en una capilla. Yo siempre anduve en distintos grupos religiosos, con los redentoristas. Ellos son salesianos y por eso mucho no nos habíamos comunicado. Pero teníamos el mismo destino y nos encontramos. A mí me atrajo eso de que fuera un grupo de jóvenes organizado con tan pocos recursos, tan aislado y marginado, y que sin embargo, sin tener casi nada a disposición, hace muchísimas cosas".

Nahuel destaca el peso de la vida cotidiana. "Estos pibes sufren una realidad muy dura en el barrio. Acá la droga es lo que mata. Se está matando sistemáticamente con la droga barata. La bolsita está por todos lados", dice.

"Hay muchas muertes que no se contabilizan -agrega Juan- y que son las de los sueños. Esas también son muertes. Por ejemplo los casos de los chicos que no pueden trabajar porque viven en la villa. Son chicos buenos y sanos, pero por no tener una dirección les cierran las puertas".


El valor de la risa
En el documental "Pochormiga", Varón dice que una de las enseñanzas de Pocho Lepratti fue el del valor de la risa. La risa como forma de resistencia, de desarmar lo solemne. La Murga de los Trapos es quizá una proyección de esas ideas. "Queríamos empezar a tocar con jóvenes, ese fue el proyecto inicial -recuerda-. Éramos pocos y algunos se fueron yendo, sobre todo porque no sabíamos, no teníamos noción de cómo armar la murga. Una de las cosas que quedó de entonces fue el nombre de los trapos porque nos vestíamos con lo que teníamos".

En ese momento "empezaron a acercarse chicos con los padres, inclusive muy chicos, de 3 o 4 años: ahí empezamos a hacer un espectáculo más trabajado, y armábamos convivencia entre nosotros, nos íbamos a Funes de campamento, trabajábamos el tema de la escritura de las canciones, copiábamos letras".

La Murga de los Trapos adoptó así una canción de Los Querubines, de Santa Fe, "una de las primeras murgas a las que fuimos a visitar". Entre los pasos siguientes, el más importante fue el de la organización del carnaval, que se realiza desde hace cinco años en el barrio.

"Invitamos a un montón de gente. Nosotros creemos que hay que producir mucho para salir del barrio y mostrar lo que producimos, para llevar nuestra voz a todas partes", dice Varón. Entre otros, la murga presentó una actuación alusiva al 1º de mayo en la Plaza López y otras sobre el Diciembre negro -la represión policial de fines de 2001- y los reclamos salariales de los maestros.

"Los carnavales crecen a pasos agigantadados -interviene Juan-. El último lo organizamos casi siete meses antes. Si bien hoy son pocos los grupos juveniles que sobreviven en el barrio -de los diecisiete que había quedan mucho menos de la mitad- hicimos un gran grupo para tomar la organización".


En borrador
"Sacar una canción nos lleva mucho -sigue Juan-. Lo bueno que tiene la banda es que no se quedó estancada en el tiempo, sino que trató de perfeccionarse y sobre todo de mejorar -de a poco porque son caros- los equipos de audio que tenemos". La formación de La Pocilga se completa con César en guitarra, Leo en bajo y Diego en voz.

Entre sus actuaciones, recuerdan una presentación en el anfiteatro Humberto de Nito. "Estaba lleno, habían tocado bandas muy grosas de Rosario y entramos nosotros -dice Nahuel-. Salió todo tan bien que la gente se volvió loca. Entramos y pusimos presencia con rocanrol y más allá del rocanrol estaba el espectáculo, porque también participó la murga, algo que es una constante en nuestros recitales".

Nahuel tiene consigo una hoja con el borrador de una nueva letra. Está basada en "Mientras pasa la vida y la muerte", un texto que escribió Varón y que el padre Montaldo incluyó en uno de los cuadernillos de reflexiones con que obsequia a sus visitantes (ver aparte). El viento y el frío hacen temblar el papel en sus manos, pero lo sujeta y lee: "Será que te matan/ duele ver sus cuerpos en cajas/ y más lloro cuando veo a los amigos llorando/ pero hay que creer en los sueños/ sueños hechos realidad/ pero te matás y la lucha debe continuar/ aunque yo te extraño y no te puedo olvidar". Es una canción y también un lamento.
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Con el mate de por medio. Varón y Juan, en la plaza Pocho Lepratti, el gran centro de reunión del barrio.

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