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 domingo, 23 de julio de 2006  
Viajeros del tiempo

El gobierno canta glorias mientras el obrero se muere de hambre. Hace ya mucho tiempo que el malestar cunde en todas las clases sociales, pero especialmente en las inferiores, también denominadas bajas por algunos mal llamados economistas. La habitación, el albergue donde tienen que guarecerse las familias, cuesta un precio exagerado a pesar de que en una sola pieza un matrimonio con hijos tiene que satisfacer todas sus necesidades, de donde se deduce que si las criaturas resultan demasiado avispadas no es porque la inteligencia de ellas se haya desarrollado en mayor grado en la actual generación, sino porque en virtud del ambiente en que se crían y educan, tienen que aprender cosas que parecen, pero que no son vivezas. Se ha escrito y se escribe mucho a propósito de casas para obreros, pero a pesar de todos los obreros de blusa y los de saco y levita, aquéllos continúan viviendo a la buena de Dios en inmundos conventillos o en las llamadas “casas de familias”, que no son otra cosa que conventillos disfrazados cuando en ellas se subarrienda. Y en cuanto a lo que se refiere a la alimentación, el horizonte es más oscuro: ha subido el precio del pan, del maíz, la harina y los fideos, hasta el punto de que no sabemos cómo muchas familias logran sobrevivir. La carne, que ya estaba a un precio relativamente alto, ha subido todavía un poco más, en un país como el nuestro, donde debería comprarse a precios ínfimos, y los demás artículos necesarios para la vida aumentan hasta el extremo de que la mayoría de la población debe abstenerse de ellos, y no precisamente por templanza. En efecto: el café, el azúcar y el vino también están en alza, a pesar de que muchos de esos artículos ni siquiera son los originales, sino que están falsificados, y atentan contra la salud pública. La papa y los huevos están a un precio exorbitante, lo mismo que las verduras. Entonces, ¿qué va a comer y dónde va a habitar el pobre?, ¿de qué se va a alimentar las tres cuartas partes de la población? No somos enemigos de los animales irracionales y hasta nos felicitamos de que haya quienes los protejan, pero ¿por qué no se constituyen mejor sociedades dedicadas a proteger al hombre? Muchos esfuerzos, muchas declamaciones, pero no hacen nada, porque los obreros siguen arrastrando una vida pobre, anémica y miserable. La habitación cara, los comestibles de primera necesidad también caros, ¡y el gobierno cantando glorias y dulzuras provenientes de sus planes económicos! ¡Estamos fritos!

No desearás la mujer de tu prójimo. Anteayer a la una y media de la tarde la mujer María Ruzzo, italiana, de 24 años de edad, casada, en circunstancias en que se encontraba en su domiciio, Laprida 2564, se le presentó el sujeto Juan Anderson, sueco, de 59 años, con intenciones no muy santas. María, que comprendió la actitud del hombre, trató de disuadirlo a que se marchase, pero como no logró resultado alguno y el sueco buscó de emplear la fuerza para lograr su propósito, la mujer le asestó dos tremendos golpes en la cabeza con un cucharón de hierro. Intervino la comisaría 6a deteniendo preventivamente a la heridora y al herido, el que fue atendido por el doctor Murguiondo.

Investigación y realización Guillermo Zinni

Diario La Capital 1900/1905
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