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 domingo, 02 de julio de 2006  
Leipzig: el pequeño París

Patricio Pron

En el "Fausto" de Johann Wolfgang von Goethe, el poeta nacional alemán, un personaje llama a Leipzig el "pequeño París". Quien considerara que el libro comenzó a ser escrito en 1773 podría suponer que semejante juicio ha quedado anticuado, pero no es verdad: Leipzig sigue siendo un "pequeño París", y lo es en varios sentidos, comenzando por el pintoresquismo de sus calles, su extraordinaria oferta de esparcimiento en particular, locales nocturnos y la costumbre tan arraigada en sus habitantes de sentarse en las terrazas de los cafés en la medida en que el clima lo permite. Los habitantes de Leipzig comparten además un carácter con sus homólogos parisinos, que consiste en su rasgo revoltoso: en 1989, un año antes de la caída del Muro en Berlín, sus habitantes organizaron una protesta contra el régimen comunista y ocuparon las calles, bloqueando el ingreso al cuartel general de la Stasi, policía secreta de la así llamada República Democrática de Alemania (RDA) y celebrando oficios religiosos en las principales iglesias de la ciudad.

Estas protestas contribuyeron al descrédito del gobierno y, de esa manera, a su caída, un año después. Mientras que en la actualidad las dificultades de todo el este alemán para integrarse a la economía de mercado son lo suficientemente grandes para que algunos añoren la época del comunismo, los orgullosos habitantes de Leipzig parecen recordar por qué salieron a las calles en 1989 y se muestran como sus legítimos dueños.

n Qué ver: Se puede comenzar por el ayuntamiento antiguo (1556), de arquitectura renacentista, en el centro de la ciudad; al sur del ayuntamiento se encuentra un diorama de la RDA, uno de los pocos monumentos de la ciudad que recuerdan aún a la época comunista. El diorama pretende resumir la historia de la ciudad y de la región, comenzando por los siervos de la gleba durante la Edad Media y finalizando con la cumbre de la civilización y el progreso, encarnada en el hombre y la mujer socialistas.

Muy cerca de allí se encuentra la casa Aspelhaus (1607), que en la actualidad aloja un moderno centro comercial conocido popularmente como el pasaje Koenighaus, el que a su vez conecta con el pasaje Maedler (1914), en estilo Art Nouveau y uno de los más hermosos del país. En el centro de la ciudad se encuentran también la iglesia de San Nicolás (1165), una de las pocas que sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial y al comunismo, y el Kafeebaum (1694), el café más antiguo del mundo, que sirve esta bebida desde 1718 y ha acogido en sus mesas a huéspedes tan famosos como Goethe, Liszt, Wagner, Schumann y Napoleón, entre otros.

Los melómanos, para quienes Leipzig es junto con Weimar uno de los sitios más importantes del mapa alemán, no podrán dejar de visitar la Thomaskirche, la iglesia donde Johann Sebastian Bach se desempeñó como maestro cantor desde 1723 hasta su muerte en 1750 y en la que se encuentra su tumba. Una estatua frente a la iglesia lo representa con el bolsillo izquierdo de la chaqueta vuelto al revés, que era como a él le gustaba andar para hacer ostentación de su pobreza, producto de una progenio de veinte hijos repartidos entre dos matrimonios.

Si bien los museos de Leipzig son todos de gran calidad hay dos que el visitante no debería perderse por nada: el Foro de Historia Contemporánea, que narra la historia de la RDA desde el final de la guerra hasta su disolución, y el de la Stasi, cuyas salas dedicadas a la propaganda, el disfraz y la vigilancia podrían pasar por un mero entretenimiento para aficionados al espionaje si no se comprendiera en toda su magnitud el drama del estado policial alemán y cuántas vidas costó.

Niños y adultos disfrutarán por igual del zoológico de la ciudad, conocido mundialmente por sus exitoso programa de reproducción de leones y tigres. En sus 22 hectáreas, el zoológico alberga casi dos mil animales, tres mil quinientos pescados y mil quinientos invertebrados, 164 clases de pájaros, 75 de reptiles, 481 variedades de peces y 118 de mamíferos, entre otros.

  • n Qué comer: si bien la comida sajona Sajonia es la región en la que se encuentra Leipzig no es particularmente conocida internacionalmente, sus platos son, como los alemanes en general, abundantes, nada pretenciosos y a veces bastante indigestos. En Leipzig se puede disfrutar del venado asado en vino tinto, el guiso de pimientos y el cordero adobado asado en heno, todo regado con alguna de las cervezas locales.

  • Qué traerse: música, que es lo que Leipzig le ha regalado al mundo. Se puede elegir entre algunos de los discos compactos de la tienda del museo dedicado a Johann Sebastian Bach entre otras obras, Bach compuso en Leipzig la "Pasión según San Mateo", la "Pasión según San Juan" y el "Oratorio de Navidad" y alguna de las grabaciones de la orquesta de la "Neues Gewandhaus", la más antigua de Europa, fundada en 1743 y dirigida alguna vez por Felix Mendelssohn-Bartholdy.

  • Qué evitar: Se ha hablado mucho recientemente acerca de la violencia de extrema derecha en las ciudades del este alemán, e incluso el cónsul general de Alemania en Nueva York y ex vocero de prensa del canciller Gerhard Schroeder, Uwe-Karsten Heye, recomendó a los turistas extranjeros no visitar determinadas ciudades de la región. Si bien es cierto que la cifra de neonazis y extremistas de derecha es más alta en el este alemán que en el oeste y que el racismo y la xenofobia forman parte, desafortunadamente, de la vida cotidiana en la periferia de numerosas ciudades del este, también es cierto que los ataques a extranjeros son mucho menos habituales de lo que se supone fuera de Alemania. De todas formas, es recomendable abstenerse de visitar los barrios periféricos de Leipzig durante la noche, no permanecer demasiado tiempo solo en la calle y evitar llamar la atención.
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    Los bares y las revueltas asemejan los perfiles de Leipzig con la capital de Francia.

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