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 domingo, 02 de julio de 2006  
Opinión: No asumió que podía

Jorge Salum

La suerte de la Argentina se definió en los minutos siguientes al gol de Ayala. Allí pudo noquear a Alemania y no lo hizo porque no se lo propuso. Los penales no definen cuál es el mejor sino cuál sigue entre dos equipos que no pudieron sacarse ventajas. Aunque hay mérito o desmérito entre quienes los protagonizan, la instancia de los penales es azarosa. No hay justicia deportiva en ella sino sólo una forma de sortear al ganador cuando las circunstancias del juego no proclamaron a ninguno.

  Hasta el gol de Ayala la Argentina sólo se había preocupado por detener a Alemania. Pero en su estrategia no parece haber figurado la decisión de forzar el resultado que la depositara en las semifinales. Es como si Pekerman hubiese apostado a los penales desde el primer minuto, sucumbiendo acaso a la percepción acomplejada de que los alemanes eran superiores sólo por el hecho de ser locales.

  La selección siempre controló a Alemania, pero fue insuficiente. En el primer tiempo no generó ni una situación de gol y el cabezazo de Ayala fue el primer remate al arco. ¿Había salido a ganar el partido, o sólo a tratar de no perderlo? El cambio de Cambiasso por Riquelme, después del gol, es una pista para hallar la respuesta. La versión de Tevez-volante de marca del segundo tiempo, otra. Ambos hechos ocurrieron cuando ganaba 1 a 0 y los alemanes no reaccionaban. Pero con el gol el decidió replegarse, como si se sintiese incrédulo ante su ventaja y convencido de que, entonces sí, la consigna de contener a los alemanes bastaría.

  La Argentina debió ganar el partido. No es menos que Alemania ni que ninguno de los equipos que siguen en carrera. Pudo estar en la final, y podía ganarla. No estará allí porque frente a los alemanes no entendió que debió buscar la victoria, entre otras razones porque tiene muchos más recursos individuales y colectivos, e incluso más carácter. Se fue por los penales, así como en 1990 llegó gracias a ellos mucho más lejos que lo que su fútbol le hubiese permitido. Hay que aceptarlo.


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