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 domingo, 02 de julio de 2006  
Sin nostalgia. Eel final de la etapa de un grande en el American Ballet
Julio Bocca: "Retirarse con el respeto de todos es lo máximo que un artista puede pedir"
El bailarín, que actuará en El Círculo, dijo que eligió despedirse en un momento de plenitud profesional

Rodolfo Bella / Escenario

Un día después de su despedida del American Ballet con una función en el Matropolitan Opera House de Nueva York, Julio Bocca, todavía cansado por el viaje, ya hace planes para seguir trabajando. En diálogo con La Capital, el agotamiento no se le nota en la voz. Todo lo contrario: además demuestra estar de muy buen humor. El bailarín, que volverá al teatro El Círculo el jueves y viernes próximo al frente del Ballet Argentino, se entusiasma con los proyectos. A un año y medio de despedirse definitivamente de los escenarios -lo hará el 21 de diciembre de 2007 con una función al aire libre- Bocca dijo que la última función neoyorquina fue un momento de "felicidad y sin nostalgia" durante el cual recibió el "afecto y el respeto" que se ganó a lo largo de 20 años. Al final transgredió el protocolo y festejó tomando una "cervecita" sobre el escenario.

-¿Por qué decidiste dejar el American Ballet?

-Tomé la decisión de retirarme del American porque ya son veinte años y creo que eran suficientes y era lo correcto.

-¿Qué sabor te dejó la despedida?

-Sabor a alcohol... (risas).

-Lo festejaste con una cerveza...

-Claro... fui el primero que en el Metropolitan Opera House tomó una cervecita arriba del escenario, y eso que allá te prohiben todo...

-¿A esta altura de tu carrera te perdonan todo?

-Tengo 25 años de carrera profesional y veinte de trabajar allá. Para mi fue una satisfacción haber terminado así porque fue una buena función, con el cariño y el respeto de la gente y de la prensa que me trató muy bien, también de mis compañeros y todo el teatro. Eso no se consigue así nomás y menos en esta época donde hay tanto individualismo. Para mi el American Ballet es mi casa y terminé feliz. Fue sentir la tranquilidad de haber empezado y terminado arriba. Pensé que me iba a caer la ficha y que iba a llorar cuando subí al avión, pero no. Me sentía lleno, pero al mismo tiempo era como que me había sacado un peso, me sentía muy liviano.

-¿Qué similitudes o qué diferencias encontrás con respecto a la disciplina entre Nueva York y Buenos Aires?

-No se puede comparar. Para empezar es una compañía privada y allá 10 y cuarto se empieza y se termina a las 7 de la tarde. Con eso no tenés con qué darle. En plena temporada del Metropolitan son dos meses agitados, con ocho funciones semanales en las que vas cambiando de obra, tenés cinco ballets completos, obras de repertorio, siempre alguna producción nueva, dos programas mixtos compuestos por obras pequeñas, y todo eso se hace en dos meses. Están ensayando todo el día y a la noche tienen la función. Entonces empiezan 10 y cuarto y terminan en realidad a las once de la noche. Ese ritmo de trabajo lamentablemente acá no existe, por lo menos en lo que es el Colón. Hay cuestiones gremiales que lamentablemente arruinan un poco el arte.

-¿Es el régimen que implementás en tu compañía?

-Sí, en mi compañía empiezan a las once y terminan a las seis de la tarde. Y no es que tengan una hora de descanso en el medio; se dan cinco minutos en un momento, quince en otros, y cuando salimos de gira, son funciones y viaje, funciones y viaje. Igual cuando estamos en la temporada en el Opera. Se trabaja y se descansa nada más que los lunes, de martes a domingo se trabaja.

-Sos un director riguroso...

-Sí, porque uno también tuvo que ser riguroso porque para poder llegar tenés que tener una disciplina. No podés estar jodiendo todo el tiempo. Eso no significa que uno no halla jodido, pero sí necesitás una disciplina y una constancia para poder mantenerte, estar en forma, crecer, hacer cosas diferentes, sino es ir, firmar y cobrar.

-¿Por qué elegiste el 21 de diciembre para despedirte?

-Quiero hacerlo al aire libre y en diciembre el clima es bueno. Originalmente era el 22, pero es sábado, entonces cambiamos al 21, que es viernes y si llega a llover tengo el sábado. Después de eso no me conviene porque están todos afuera por Navidad, vacaciones, año nuevo. Estamos buscando lugar, pero todavía estamos esperando porque es el año que viene y por ahí en los que pensamos aparece una torre nueva...

-Después de 25 años de carrera, ¿hay algún método para sorprenderte y seguir sorprendiendo al público o llega un momento en las cosas se hacen mecánicamente?

-No, uno pasó por lo mecánico, pero llega un momento que si no lo seguís disfrutando la gente lo nota. Una de las cosas es hacer siempre cosas nuevas y no quedarte. Yo podría haber seguido haciendo "Quijote" acá y allá y sin embargo todos los años siempre hay algo nuevo para hacer.

-¿Cuál fue tu aporte al American Ballet?

-Allá los comentarios es que se cerró una época, una era que sería difícil de recuperar. Sobre todo mucha gente me decía que incorporé cosas a la danza que quizás era habitual al principio, pero que fui uno de los pocos que lo mantuvo, como la técnica, la brillantez, la ligereza, lo artístico, lo teatral. Dijeron que siempre conmigo era todo excitante porque no sabían qué iba a hacer en cada función, o la energía y la frescura que uno ponía, el amor por lo que estaba haciendo. Decía que se cerraba una etapa de la época de Barishnikov, de Nureyev, y que ahora comenzaba otra y que no había esta clase de personajes.

-¿Y en Argentina qué aportaste a la danza?

-Creo que una de las cosas fue democratizar y hacer que el ballet sea algo popular. Es maravilloso estar en los diarios junto a las noticias del mundial, poder ser parte de esta cosa popular masiva que tiene el fútbol y que uno lo transmite.

-Hay nombres que se transforman en marca. ¿Sentís el peso de ser un referente para los bailarines que recién empiezan su carrera?

-Sí. Allá había compañeros míos que me decían que para ellos es increíble haber compartido el escenario con alguien con quien habían empezado a bailar, o que habían empezado estudiar por verme a mi o ver mis videos. Me hacían sentir un poco viejo, pero es lo que uno logró y transmitió. Es un peso, pero es un peso lindo porque lo que uno hace llega y llega bien porque es un incentivo para otra gente.

-Que te hagan sentir viejo es la parte menos agradable de que te llamen maestro...

-Si, bueno, pero allá la mayoría son de 18 o 20 años y en el trabajo hay una diferencia, pero después salimos a tomar algo y cuando tenemos alcohol en la mano somos todos iguales (risas).

-¿LLegar al nivel que alcanzaste en tu carrera fue producto de la constancia, la suerte o tuviste algo que te distinguiera?

-Yo creo que lo que uno hizo fue haber mantenido, el haber sido la constancia del trabajo y la disciplina de buscar cosas. Por suerte tuve talento, además de técnica y físico, pero siempre digo que tuve suerte por cómo se me dieron las posibilidades porque hay mucha gente con mucho talento pero no se le dan las cosas. A mi se me dio y las supe aprovechar también. En eso influyó la la inteligencia de saber aprovecharlas, hacerlas y no buscar el porqué o la quinta pata al gato. Y sobre todo hago lo que me gusta que es bailar. Es lindo saber que uno empezó, decidió continuar, trabajar y como pasó con el American, decidió terminar; no es que te echaron, que te retiraste porque no dan las piernas, sino fue decir hasta acá llego, quiero retirarme bien, tener una buena función, un lindo recuerdo, quiero tener los pies en la tierra y poder decir es mi decisión, es mi forma de decir gracias y al mismo tiempo también es retirarme bailando y no caminando en el escenario.

-La crítica del New York Times te comparó con Boris Becker...

-Si, pero cuando me retire no voy a jugar al tenis... (risas).
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"Es lindo saber que decidí retirarme bailando del escenario y no porque no me dan las piernas", confesó el artista.

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