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domingo,
02 de
julio de
2006 |
Mucho más que una mucama
La dama de compañía
que limpia y que cuida
su "segundo hogar"
Manuela Medina dice que su empleadora es como
una "amiga" que le paga y la inscribió legalmente
-¿Qué es una dama de compañía?
-Alguien que se ocupa de una persona y de su casa. Limpio, cocino, lavo y estoy con ella.
Así responde Manuela Medina, de 67 años, al hablar con La Capital sobre su trabajo. Una actividad que quiere y que le gusta.
Porque, además, está regularizada; puede jubilarse y hace uso de su obra social. "Estuve internada en coronarias, me atendieron muy bien y no pagué un peso", cuenta.
Después de trabajar como ayudante de cocina en el complejo que el club Newell's Old Boys tiene en la ciudad de Ricardone, siguió como dama de compañía de Celestina, de 76 años. Y, de ningún modo, se dispondría a perder sus conquistas laborales.
"Hablando se entiende la gente", ejemplificó a la hora de explicar cómo pidió que fuera enmarcada dentro de la ley. "Además, una pide lo que le corresponde; nada raro", abundó.
Así, pasa sus días, de lunes a viernes, desde las 10 y hasta las 20 en un departamento céntrico, cercano a la plaza Pringles. Lo hace desde 2001 a partir de que dejó su anterior actividad porque quería tener menos horas de empleo.
Hoy está conforme porque además comparte el tiempo con una mujer que "está bien de salud". Y así avanza el reloj: "La compaño en todo lo que necesite, al médico, a la la peluquería; la verdad es que la paso muy bien. Soy como de la familia".
Por estos días, ambas planean un viaje a Córdoba. "Justamente el hijo de Celestina nos dijo que nos fuéramos una semanita a las sierras", narra. Cuando este diario la consultó ayer, estaba en su casa del barrio Fonavi de Superí al 2400 disfrutando de uno de sus dos francos semanales como también lo hace con todos y cada uno de los días feriados.
Sin embargo, extraña los almuerzos con su empleadora. "Comemos juntas como si fuéramos amigas. Y esa relación no siempre se da porque hay patrones que tratan mal al personal y no lo respetan", remarca Medina.
De todas maneras, hasta ahora no logró tutear a Celestina. "A pesar de que me lo pide, pero no puedo", confiesa antes de poner de manifiesto que las dos se tienen confianza y hasta se llaman por teléfono cuando no se ven.
Es que los momentos que transcurren escuchando buenos tangos, mirando "Isaura", la telenovela de la tarde, y paseando por la plaza, parecen ser irreemplazables. "A veces vamos a tomar un cortadito", añade la empleada doméstica.
Aunque, "lo más lindo de todo es tejer", dice. Lo hacen habitualmente. "Celestina me ha hecho pullovercitos para mi nieto", expresó. Y se animó a contar que la dueña de casa teje mejor. "Siempre le digo que es mi profesora", sostuvo la dama de compañía.
Como cualquier ama de casa, algunas tareas no son de su agrado. "Lo que menos me gusta es planchar, pero con el resto de las cosas no tengo problemas", dice incluso al indicar que encera el parqué.
La mujer se enteró de los beneficios sociales que le da el blanqueo laboral a partir de que el sindicato le envió una carta. Y lo planteó con su empleadora. Se evidencia feliz con su trabajo. "Quiero seguir haciéndolo hasta que Dios me dé salud". No hay nada más que decir.
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