Año CXXXVII Nº 49158
La Ciudad
Política
Información Gral
Opinión
El Mundo
La Región
Policiales
Cartas de lectores



suplementos
Ovación
Turismo
Mujer
Economía
Escenario
Señales
Ovación Mundial


suplementos
ediciones anteriores
Turismo 25/06
Mujer 25/06
Economía 25/06
Señales 25/06
Educación 24/06
Estilo 24/06
Autos 22/06
Página Solidaria 21/06

contacto

servicios
Institucional




 domingo, 02 de julio de 2006  
Ley del más fuerte. En Rosario se transgrede sabiendo
Tránsito feroz: cuando los accidentes no son imprevistos
Prepotencia, impunidad y desaprensión: la violencia en el tránsito es cultural, dicen los especialistas

Silvia Carafa / La Capital

Saturación, agresividad y pequeños espacios defendidos como trincheras: es el tránsito feroz que forma parte de la ciudad con naturalidad cotidiana. Son peatones y conductores que padecen o protagonizan comportamientos temerarios, irresponsables o a una raya del homicidio, como el del conductor de la Kangoo que en una hora pico, cruzó veloz y en rojo el semáforo de Rioja y Alvear ante el estupor de los transeúntes. Las estadísticas de muertes por accidente obligan a replantear el tema de las conductas propias y ajenas en relación al tráfico rosarino.

"Después pasan los accidentes", murmuraron, apenas repuestos de la sorpresa los testigos de la imprudencia. Para el diccionario un imprudente es un necio y un temerario. Una recorrida por la ciudad pone blanco sobre negro que la insensatez abunda y que el paso de semáforos en rojo lejos de ser una acción irreflexiva y singular, tiene una frecuencia de espanto.

Como una onda expansiva la transgresión se extiende impune y deliberada en todos los ámbitos urbanos, en algunos más que en otros, como en los horarios de salida en las escuelas, en donde se vio poner llave a un vehículo en doble fila para cruzarse a charlar a la espera de los chicos. Pero no es lo único fuera de lugar: una grúa pasó sin chistar al costado de esa doble hilera de autos que ya ocupaban toda la cuadra.

"Mire ese chico", dijo un peatón y señaló a un niño con mochila que se esforzaba por subir a un ómnibus zigzagueando entre la congestión que se había formado en la esquina de su escuela. Escena diaria, conocida e inalterable, tanto, que dos mamás, Graciela Lázzari y Alejandra Agüero, decidieron hacer algo y se pusieron a trabajar en un proyecto de educación vial "adentro del aula, a través de talleres". Estas madres pedirán al Concejo Municipal que autorice a la Guardia Urbana para que controle las salidas de las escuelas porque al mediodía no hay inspectores a la vista.


No son sinónimos
Para los especialistas, conducir y manejar no son sinónimos pese a que se los use en forma indistinta. En el primero de los casos implica una acción reflexiva mientras que el manejo sólo supone saber desplazar los vehículos. Entre Ríos y Rioja fue el escenario de otro altercado, un señor mayor decidió cruzar cuando tuvo luz verde, pero esa misma luz habilitó a un auto a doblar y la discusión saltó como chispas cuando el hombre casi termina atropellado por el auto que conducía un joven, que además, quería irse a las manos.

En Córdoba y Paraguay todo estaba dispuesto para ilustrar a los peatones sobre el lugar donde cruzar. "¿Y vos quién sos para darme órdenes", se le escuchó decir a un joven en respuesta a las indicaciones de un inspector. ¿Alcanza con conocer las normas para ponerlas en práctica? ¿Las conductas se modifican con la sola apelación al cambio? A modo de ejemplo, los padres saben que los niños deben sentarse atrás y con cinturón, pero como nunca chocaron, creen que nunca lo harán.

¿Por qué se maneja mal a sabiendas de que se violan las reglas? Hasta donde se aprecia la respuesta estaría tanto en cada persona como en el entorno, al que se busca imitar. Hasta se podrían reseñar perfiles de conductores, explicó Lázzari: el apurado, el agresivo y el cómodo, sólo para enumerar los hábitos más comunes. “Tocan bocina, aceleran, se pegan al auto y hacen señas para que se les libere el carril”, explicó. Estas actitudes se potencian si al volante va una persona mayor, que de por sí tiende a aminorar la marcha.

  No llegar tarde a un lugar o no aparecer como tonto esperando un cruce si no hay nadie a la vista parece tener más peso que la vida propia y la ajena. En las cartas de lectores hay verdaderas zagas de violaciones al código de tránsito: carros que transitan en contramano, bicicletas y motos cruzando semáforos en rojo, cargas y descargas a cualquier hora del día o colectivos que paran en 45 grados en las esquinas, son algunas de las transgresiones que citan las misivas con ojo atento.

  Pellegrini y Ovidio Lagos. Un ciclista se escabulle entre el pelotón de autos que viene con luz verde. Como no alcanza a cruzar retrocede hasta el cantero con maniobras milimétricas. En la misma esquina, a metros de una dependencia municipal, un camión cruza en rojo, pero no es el único, varios autos lo imitan.

  Por la misma avenida, al llegar a Italia, hay ecos de una escaramuza reciente, un roce de paragolpes. “Esto es un clásico, acá todos los días hay choques”, explicó un taxista y se dispuso a ilustrar sobre su experiencia. “El semáforo no está sincronizado, igual que otros semáforos nuevos”, explicó. En su opinión hay una un agujero negro en el conocimiento de las reglas de tránsito. “¡No saben cómo funciona un pare o un stop!”, se indignó.

  Calle Corrientes, mientras espera su turno en el semáforo una camioneta ronronea y avanza despacio hasta ocupar tres cuartas partes del paso de peatones. Una mamá empuja un carrito de bebé y trastabilla apurada, presionada por la situación. “Hay muchos jovencitos que manejan autos chicos, que son muy veloces, y se te pegan y te apuran”, dijo un ocasional testigo de la escena ante la cual se sintió convocado a opinar.

  Las consecuencias de quienes manejan un vehículo con desprecio de la vida propia y la ajena pueden devenir en insultos, agresión física o en tragedia. Para muchos conductores los códigos de tránsito y del peatón son un enigma, a pesar de eso, aseguran que conducen mejor que el resto y se irritan si algo se interpone en el camino.

  Las crónicas periodísticas dan cuenta de muertes gratuitas a manos de la arrogancia, la necedad o la omnipotencia. El año pasado, La Capital recogió el relato desgarrado del padre de una joven ciclista que murió en la esquina de Urquiza y Dorrego. “Estaba en el piso cuando una piba fenómena la socorrió, le puso su buzo porque mi hija tenía frío, y le dio besitos en la frente para que no se sintiera tan sola”, relató el hombre. Tránsito feroz y también impiadoso.


enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo

Ampliar FotoFotos
Ampliar Foto
El semáforo en rojo de Oroño y 3 de Febrero no es un "obstáculo".

Notas Relacionadas
Campañas que buscan sumar solidaridad

Un acto social

La primera causa de muerte entre los jóvenes




  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados