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domingo,
25 de
junio de
2006 |
Con el aroma del bosque
Si bien suele ser ignorada por las guías de viaje, Kaiserslautern es una ciudad que tiene mucho para ofrecer, comenzando por uno de los jardines japoneses más grandes de Europa, un zoológico excelente y notables iglesias como la St. Martinskirche y la "Kleine Kirche", además de las ruinas del palacio del emperador alemán Federico I. Barbarroja. Pero es el ambiente de la ciudad, que conjuga el orden y la limpieza de las ciudades alemanas con el aire provinciano de sus vecinas francesas, el que hace a Kaiserslautern un lugar que vale la pena visitar, incluso aunque uno no sea australiano ni japonés ni italiano ni estadounidense ni paraguayo ni árabe ni español y a su selección no se le haya perdido nada en este sitio.
n Qué ver: Además de su zoológico, jardines e iglesias, Kaiserslautern posee algunos edificios de interés histórico como la posada "Zum Spinnrädl", del año 1740; estos, sin embargo, son inferiores en número y en importancia a los de otras ciudades alemanas debido a que, si bien la ciudad alcanzó su apogeo durante la Edad Media, fue devastada en 1635 por las tropas francesas, que dejaron muy poco para ver, principalmente, las ruinas del palacio de Federico I. Barbarroja, construído en 1152, el "Wadgasserhof", residencia de los señores de Pfalz-Lautern desde el siglo XVII cuyo estucado barroco se cuenta entre los más importantes del sur alemán, y la ya mencionada Iglesia de San Martín o "St. Martinskirche", construida en el siglo XIV por los franciscanos. St. Martinsplatz es una plaza de aire idílico alrededor de la cual se agrupan edificios de seis siglos, entre ellos el granero de la ciudad, el ayuntamiento antiguo (1745), la casa "Rettigschen" del mismo período y el antiguo "Hotel Zum Donnerberg" donde alguna vez desayunó Napoleón Bonaparte. Quien desee obtener más información acerca de la historia de la ciudad puede visitar el "Theodor-Zink-Museum", situado en una posada para miembros de la realeza construída en 1817.
n Qué comer: Kaiserslautern se encuentra en las cercanías de la selva del Palatinado, una de las mayores zonas boscosas de Alemania, lo que otorga a su cocina una impronta peculiar. En los restaurantes más tradicionales aún pueden encontrarse platos de caza, especialmente jabalí, ciervo y pato, que el comensal distinguirá por los prefijos "Wild" y "Jagd".
n Qué traerse: Unos dos tercios de la producción vitivinícola alemana proceden de las bodegas situadas en los alrededores de Kaiserslautern, parte de la así llamada "ruta del vino" alemana cuyos orígenes se remontan a los primeros asentamientos romanos en la región, a principios de nuestra era. Su vino blanco, liviano y espumoso, especialmente idóneo para acompañar carnes blancas y ?sobre todo? espárragos, puede adquirirse en cualquiera de las bodegas en las que se lo produce o en las vinerías de la ciudad.
n Qué evitar: Uno de los símbolos de la ciudad es su nuevo ayuntamiento, una mole de cemento de 84 metros de altura cuyo restaurante en el piso vigésimo primero es promocionado como aquel que ofrece las mejores vistas de la ciudad y los bosques adyacentes. Sin embargo, quien desee disfrutar de vistas panorámicas de la ciudad sin verse a su vez rodeado de cemento puede subir a la "Humbergturm", una torre de observación construída hacia 1899 que aúna la belleza de las vistas con el encanto de lo antiguo.
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