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domingo,
25 de
junio de
2006 |
El arte de ser muy breve
El l Encuentro Nacional de Microficción que se realizó entre el miércoles y el viernes pasado en la ciudad de Buenos Aires reunió a autores, especialistas y teóricos de un género al que el escritor español José María Merino -participante de estas jornadas- prefiere situar en el espacio nocturno de la imaginación, hecho de "iluminaciones y súbitos centelleos".
En el inicio del congreso, que se realizó en el Centro Cultural de España, "se ha estado hablando de diversas antologías de microcuento o microficción -un término que me gusta más que microrrelato pero, bueno, es opinable- y del trabajo del argentino Daniel Lagmanovich que ha comenzado a integrar lo que se ha escrito a ambos lados del océano", dijo Merino. En ese marco, "estamos en un momento interesantísimo de posibilidad de reflexión en común sobre el género".
Para el escritor español, "hay un renacimiento de la ficción muy breve, lo que el relato tiene de por sí de expresivo, cuando lo llevas a un nivel microscópico, todavía puedes sacarle mayor intensidad".
Uno de los problemas del microcuento, comentó Merino, "es decir que todo lo breve es fácil. La brevedad es algo que hay que conquistar con esfuerzo".
En cuanto a los límites que debe tener una microficción, Merino esquiva una medida precisa. "No lo sé. Es como el límite del cuento. Yo creo que tenía razón Edgar Allan Poe cuando decía que era el tiempo de poder leerlo de un tirón. El lapso de una película. Ahora un microcuento por qué no podría llegar a los dos folios o los tres, depende de la situación y de lo que está ahí metido. Yo no sería tajante con la extensión".
Hablando de la especificidad de la microficción, Merino señaló que "nunca tiene que perder la sustancia dramática, la sustancia narrativa, el movimiento, hay como una mudanza. Y tiene que ser un cuento contado en el menor espacio posible, porque puede convertirse en poesía".
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Fotos
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Reflexivo. José María Merino.
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