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 domingo, 25 de junio de 2006  
Editorial
Que el Cervantes se haga realidad

El anuncio conmovió a los rosarinos: la primera filial latinoamericana del prestigioso instituto dedicado al estudio y difusión de la lengua española se abriría pronto en esta ciudad. Cada vez más madura, a partir de un sólido desarrollo económico que se proyecta en una identidad cultural rica y profunda, Rosario está en condiciones de asumir con éxito responsabilidad tan trascendente.

Rosario continúa dando pasos gigantes en dirección a un futuro tan auspicioso como, para muchos, inesperado. Después que el vicepresidente de la Nación, Daniel Scioli, asegurara durante el acto por el Día de la Bandera que la ciudad “es estandarte en el país del desarrollo, el progreso y la cultura”, una nueva noticia trascendente conmovió a quienes piensan que la ex Chicago argentina está atravesando un momento de crecimiento excepcional: la confirmación, por parte del gobernador Jorge Obeid, de que existe “voluntad política” para que en un futuro no lejano el Instituto Cervantes inaugure su primera filial latinoamericana precisamente en la segunda ciudad de la República Argentina.

   La señal de que Rosario está madura para superar con éxito un desafío de tal envergadura había sido dada por intermedio de la brillante concreción del Tercer Congreso Internacional de la Lengua Española. Es que el magno evento cultural del orbe castellano, que fue criticado por ciertos sectores a partir de erróneos fundamentos, mostró al mundo hispanoparlante las amplias posibilidades que ofrece una ciudad cuya pujante economía se relaciona de manera íntima con un espíritu de profunda autosuficiencia. Tradicionalmente marginada por el centralismo porteño y ajena a las ventajas políticas que significa el ser capital provincial, la ciudad sin fundador debió luchar por cuenta propia.

   Por fortuna, la tendencia del gobierno santafesino de poner a un costado a la ciudad se ha revertido, hasta dar lo que podría definirse sin retaceos como una verdadera vuelta de campana: la gestión de Obeid es, en ese sentido, ejemplo de una modificación largamente reclamada y merecida.

   Y si la llegada del Instituto Cervantes se efectiviza en el mediato plazo —como todos los indicios parecen augurarlo—, se tratará no sólo de un privilegio sino de una trascendente responsabilidad. Pero ciertamente la urbe está madura para asumirla sin sentir recelos ni temores.

   Cuando las sombras de la crisis se cernían y el porvenir sólo exhibía los tonos más oscuros de su paleta, casi nadie suponía un resurgimiento como el que está protagonizando Rosario. Pero tanto sus propias energía y confianza como el valioso golpe de timón que constituyó la sustitución de un modelo económico recesivo por otro que da vuelo a la producción y el trabajo se erigieron en factores clave para que el presente sea luminoso y lo que vendrá, aún mejor. El desembarco del Cervantes se sumará así a una resurrección que, sólidamente anclada en el terreno material, se proyecta sobre una cultura cada vez más rica y plena de matices.


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