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domingo,
25 de
junio de
2006 |
Viajeros del tiempo
Rosairo 1900-1905
El adulón: una plaga que impide el progreso. Desde que comenzó a florecer la civilización se hizo necesario que los príncipes sean todo vista y oído, por lo que se inventó una deidad con dos caras para que con una mirara al pasado y con la otra al porvenir. De ahí que se erigió el culto a Jano, que simboliza prestar atención. Dicho númen hoy no existe, pero los hombres de rango o posición no deben olvidar que es necesario que constantemente vean y oigan. Sin embargo, no deben confiar mucho en los informes de sus subalternos, sino que deben procurar ver con ojos propios ya que unas veces sus consejeros los asesoran bien y otras los desacreditan. En efecto: la peor plaga que puede haber son los empleados adulones, porque ofuscan la vista de su superior. El hombre revestido de mando a veces es como un niño mimado, salvo el caso de que haya hecho profundos estudios filosóficos, y cuando está rodeado de adulones comete innumerables errores que más tarde lamentará. Los adulones le hacen creer que tiene enemigos por todas partes y el hombre de rango termina por considerar como tales a los que lo critican y como amigos a los que lo adulan, y la realidad es todo lo contrario: los amigos censuran y los enemigos adulan. Los adulones subalternos son para sus superiores como la yedra que seca el árbol lozano. El adulón profiere en presencia frases halagüeñas, pero es traidor hablando mal en ausencia. Siempre los malos consejeros impidieron que se realicen las mejores obras porque no quieren que nadie esté por encima de ellos. Así, por ejemplo, el consejo de sabios de Salamanca y el de Notables que se reunió en España y Portugal, respectivamente, condenaron los planes de Colón. Esta actitud impide el progreso porque los adulones, para permanecer en sus puestos, se oponen a todo aquello que no esté bajo su control.
La tripulación de la cañonera Nymphe. Se realizaron el domingo en la plaza Jewell varios partidos de foot-ball entre socios del club Atlético del Rosario y marinos de la tripulación de la cañonera inglesa Nymphe. Se jugó sin orden, sólo con el objeto de pasar el rato y hacer un poco de ejercicios, por lo que no hubo vencedores ni vencidos. Muchas familias presenciaron el juego. También los marinos de la Nymphe participaron en los salones de la sociedad Suiza de Gimnasia del concierto a beneficio de la enfermería Anglo-Alemana. La fiesta dio comienzo con el "Kempton Park", cantado por el marino H. Chitty, quien conquistó merecidos aplausos. Luego le sucedieron sin interrupción los demás números del programa interpretados por los hábiles e inteligentes marinos, quienes en repetidas ocasiones fueron ovacionados. Algunos números de música y otros humorísticos hubieron de bisarse a pedido insistente del selecto público. El indispensable "God save the king" fue cantado al final del concierto y con toda la concurrencia de pie, presentando en ese momento el salón un aspecto imponente. El himno británico fue luego saludado con frenéticos hurras.
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Investigación y realización Guillermo Zinni © Ver La Capital de 1901, 1903 y 1905
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