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 domingo, 25 de junio de 2006  
Reflexiones
El síndrome de patrón de estancia

Si como decía Anatalo France, "la moral descansa naturalmente sobre el sentimiento", está claro que en Argentina no todos los dirigentes políticos y no políticos sienten o, al menos, no sienten como debieran. Por ejemplo, no todos de los que ejercen el poder sienten amor por cada uno de los seres humanos que pueblan esta tierra y que deberían estar bajo su amparo y protección. Lejos de ello, pareciera que situándose en las antípodas tienen un excesivo amor propio. Siempre, históricamente, gozar del favor del rey fue cautivante, tentador por los beneficios que ello reporta. Beneficios que no sólo responden a un carácter económico, sino vinculados también con la posesión del poder. Porque si bien es cierto que el monarca o el sumo gobernante de un país posee un poder casi absoluto (casi, pues en realidad el poder total nadie lo posee) y aun cuando desde la punta de la pirámide política este poder va decreciendo, no por eso deja de ser poder y requerido, a veces deseado patológicamente. Si se advierte bien, las gobernaciones provinciales, por ejemplo, se han constituido en una suerte de verdaderos feudos. Es lo que algún dirigente llamó, hace pocas horas, el "síndrome de patrón de estancia".

¿Será acaso por ese factor que algunos gobernadores radicales, prestos a sucumbir ante la tentación de gozar del favor real, están más cerca ahora del pensamiento del Frente para la Victoria, de los proyectos de Kirchner que de los ideales, principios y conductas propuestos y sostenidos por hombres de la talla de Alem, Irigoyen, Illia, Balbín y tantos ilustres que dio el radicalismo? Es muy probable. Pero de ser así, la clase política argentina, salvo excepciones, sigue dando muestras de cuan poco interesa el bien común, el interés del ser humano que conforma el ser social y como se persigue el fin de conservar el poder para escasos fines altruistas, aunque para ello deba recurrirse a medios que debilitan el necesario equilibrio en democracia. En efecto, en aras de una alianza que muy lejos está de constituir la plataforma de lanzamiento de una concertación basada en proyectos serios, manteniendo las divergencias, algunos pretenden obviar un requisito indispensable para mantener en vida y en salud la democracia: la oposición.


La propuesta alfonsinista
La propuesta de Raúl Alfonsín, en el sentido de impulsar y apoyar la candidatura de Lavagna, resulta ser, en el fondo, un reaseguro de los equilibrios que una república necesita. El poder en manos de una persona o de unos pocos, casi siempre termina siendo fatal para la sociedad. Por eso el pensamiento que se plasmó en la reciente cumbre radical no puede dejar de considerarse como certero: "ser opositor no implica constituirse como una opción antagónica y virulenta que aspire al fracaso del gobierno para acceder al poder".

Claro que esta propuesta del ex presidente le ha pateado el tablero a más de uno. En la provincia de Santa Fe, por ejemplo, la nueva circunstancia política le aguó la fiesta a Hermes Binner, quien ahora no encuentra la manera de cerrar el frente con el radicalismo, un frente que al menos hoy parece un frente de tormenta más que un frente político, pues antes de sellar los acuerdos ya hay serios problemas en el armado de esta nueva alianza. ¿Los motivos? Varios y los conocidos de siempre. Entre ellos la disputa por los cargos. Fuentes dignas de crédito han señalado que el radicalismo, o al menos el radicalismo que posiblemente estaría dispuesto a acompañar a Binner, no está dispuesto a regalar absolutamente nada. "Se hará valer como corresponde -remarcó un dirigente radical- la estructura de un partido centenario". Así, por ejemplo, se menciona que las huestes radicales pedirán el candidato a vicegobernador, mayoría en las listas de candidatos a diputados provinciales porque se aspira a que el radicalismo se haga de la presidencia de la Cámara y la mayoría de los senadores provinciales. Después de todo, y si se considera que la UCR le asegura a Binner presencia en todas y cada una de las localidades de la provincia, e incluso posse intendencias y presidencias comunales en muchas de ellas, la exigencia no es descabelladala.

Otro de los problemas que enfrenta el frente -valga el juego de palabras- son las idas y venidas que se producen en razón de las declaraciones que a menudo hace Binner y el malestar que ellas generan en algunos dirigentes y tropa de los socios políticos.


¿Otro patrón de estancia?
En este último aspecto, es evidente que Binner se ha convertido en el eje sobre el que gira este intento de frente. Un eje con motor propio que, para algunos, a veces se pasa de revoluciones y lo convierte más que en un líder en un dirigente que mueve las piezas a su gusto para desagrado de sus posibles aliados. El mismo dirigente que hablaba del síndrome argentino del patrón de estancia definió a ciertas actitudes de Binner como las de "un patrón de estancia que tiene a la gauchada de aquí para allá". La verdad es que si se tienen en cuenta algunas de las últimas declaraciones del candidato a gobernador y los retruques que ha recibido, no pareciera que su acción política difiera mucho de la figura sostenida por el dirigente de marras. Por ejemplo: Binner acaba de decir hace pocas horas que la alianza con el Ari está prácticamente sellada. Que lo dijera por sí, sin estar acompañado al menos por algunos de los referentes de esa corriente política, dio la sensación de que el socialista gestiona por sí, hace y deshace. Ni siquiera estuvo acompañado en sus declaraciones por colegas de su propio partido. Ya de algún modo hizo lo mismo en ocasión de que el kirchnerismo ofreciera un puesto en el gabinete nacional al socialismo. Se recordará como entonces Binner se mostró, por sí, adhiriendo a esa idea en un tono que dejaba entrever que la concertación del socialismo era un hecho. Después el Partido Socialista, con buen tino y entendiendo la importancia que reviste la oposición en la democracia, dijo no.

Estas actitudes de Hermes Binner pueden ser comprendidas en virtud de que indudablemente es un dirigente de peso y es natural que, por ello, tenga suficiente vuelo propio. Pero no es aconsejable a veces volar tan alto y dejar a los amigos como pobres gorriones o pichones aprendices. Porque incluso estas aves también vuelan, también trinan, también tienen derechos, también tienen votos y por eso a las pocas horas de que Binner dijera que la alianza con el Ari estaba practicamente sellada, dirigentes de esa fuerza salieron a decir que no todo era así.

Desde luego, todo esto beneficia al justicialismo, al Frente para la Victoria, algunos de cuyos dirigentes se preguntan y empiezan a preguntar a cuantos quieran escucharlos: "Si a esta altura ya tienen problemas, ¿qué sucedería si fueran gobierno?". Y añaden como respuesta: "Y bueno, ya tenemos el ejemplo de la Alianza con de la Rúa de la que participaron los mismos actores". Si bien es cierto que el peronismo no descolla en el espectro político argentino como algo luminoso e inmaculado, no es menos cierto que estas alianzas, realizadas sin sustento doctrinario y con el mero afán de alcanzar el mando o señorío, más tarde o más temprano sucumben, se quiebran y sumen al pueblo en las más tremendas de las desgracias. Ejemplos sobran.

Todas estas cuestiones, sin lugar a dudas, son consecuencia de la necesidad, del deseo, a veces excesivo, de alcanzar el poder. Y así como algunos gobernadores radicales y otros dirigentes se olvidan de los principios básicos de la regulación y el equilibrio que son necesarios en la democracia y buscan el favor del rey para seguir ostentando el cetro de mandamás en sus regiones, otros, a su modo, a veces quizá de forma inconsciente, se van probando el traje que a veces se parece parece al de un patrón de estancia.
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