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domingo,
25 de
junio de
2006 |
Panorama político
La oposición, al rojo vivo
Maricio Maronna / La Capital
En política no hay jubilación anticipada, dicen algunos. Si se toma el caso de la UCR, habrá que darles la razón.
Tras el estropicio en cadena provocado por Fernando de la Rúa la mayoría creyó que el 2% de los votos logrado en las presidenciales de 2003 constituía el certificado de defunción. Hasta que Raúl Alfonsín y sus hijos pródigos sacaron de la galera a Roberto Lavagna, el único opositor que puede meter algo de ruido en tiempos de kirchnerlandia.
El devenir dirá si se trata de un conejillo de Indias incapaz de producir buenos resultados o de una ambulancia eficaz que no solamente traslada heridos en estado comatoso.
¿Cuántos imaginaron que el descascarado edificio del comité nacional volvería a convertirse en un imán mediático saturado de movileros y camiones de exteriores? Solamente la penumbrosa política nativa es capaz de producir milagros de semejante espesor. "Volveremos a ser gobierno como en el 83", se atrevieron a cantar el jueves algunos delegados, cuando las cámaras se habían ido y los periodistas intentaban traducir las largas y tediosas horas de deliberaciones.
Los radicales (con la coautoría intelectual de los muchachos peronistas que extienden hasta el amanecer la sobremesa en el restaurante El General) ahora esperan que Lavagna lance públicamente su postulación presidencial y, con esa carta, empezar a remontar el sinuoso camino que los reconcilie con la sociedad.
En Santa Fe, la dirigencia del centenario partido parece haber recuperado la autoestima. Y aún más: algunos referentes se envalentonaron como para dibujar una raya que se convierta en bisagra a la hora de evaluar la relación de fuerzas con el socialismo.
"Imagínese al Pálido recorriendo pueblo por pueblo el sur santafesino, con los chacareros agradeciéndole los favores recibidos. O charlando con los empresarios rosarinos que lo veneran. ¡Cómo se van a poner los correligionarios socialistas!", se vanagloria uno de los principales dirigentes de la nomenclatura.
La política provincial (¿o la politiquería?) tiene características inéditas, con conflictos, amores y desamores que no suceden en ningún otro distrito del mundo. Acá las internas desatan torrentes adrenalínicos, raptos de ira y mordacidades de toda laya hacia los que, luego, en una contienda general, serán los aliados.
Lo que era un cómodo paseo de Hermes Binner por la geografía de la oposición (con tiempo, incluso, del Partido Socialista para sugerir los nombres de potenciales candidatos a vicegobernador) lastimaba la ya de por sí erosionada dermis radical, sin reflejos ni espadachines de fuste para intentar equilibrar el columpio.
Creen los radicales locales que, aunque las elecciones nacionales y provinciales sean desdobladas, los socialistas no podrán permanecer indiferentes ante las candidaturas presidenciales. "Nosotros vamos a tener a Lavagna y el ARI a Carrió. ¿Ellos van a ir con una postulación testimonial para sacar el 2% de los votos como la última vez?", se preguntó un legislador provincial, como si su partido llegara de un paraíso electoral.
Pero en el juego, repleto de contraseñas de pulpería, Binner parece haber aprendido los tics. Aprovechó el 20 de junio para arrojar una bomba racimo. "El ARI ya está en el Frente Progresista", le dijo a La Capital, generando escozor en el partido de Alem y desconcierto entre los seguidores (y no tan seguidores) de Elisa Carrió.
Mientras la interna arista permitió, primero, abrir la bolsa de gatos en la que se había convertido y, después, confirmar las diferencias con el paso al costado de la línea encabezada por Carlos Comi, quien prefirió crear una corriente interna, Binner le echó nafta al fuego que comenzaba a convertir en ceniza el contrato moral que Lilita propone como desiderátum para una nueva forma de hacer política.
"Nos marcó la cancha a nosotros y al ARI, es verdad. Pero me parece que más allá de la primera fotografía, la película puede ser distinta", graficó ante este diario una diputada nacional ucerreísta.
"El teléfono no para de sonar, ¿qué pasa?", le comentó entre sueños la diputada nacional Susana García a un productor radial cuando el sol del 21 de junio todavía no asomaba. Luego, el correo electrónico de Carrió quedaba al borde del colapso con la nota que reproducía los dichos de Binner.
Finalmente, sobre el atardecer de un día agitado, la conducción provincial del ARI se vio obligada a pronunciarse en un duro comunicado que llegó a tildar de "irresponsable" al ex intendente rosarino. La misma cúpula que esperaba el momento oportuno para saltar hacia los brazos del socialista más reconocido del país. "Nosotros no somos la pata de nadie", se atrevió a decir Alicia Gutiérrez, fogonera de un acuerdo con el PS.
Más allá de los cruces verbales, radicales y socialistas saben que llegado el momento de decidir las candidaturas unos y otros se necesitan imperiosamente para poder derrotar al partido de gobierno.
En el justicialismo las únicas novedades se produjeron en el avión de Aerolíneas Argentinas que trasladó la comitiva oficial a España y en algunos encuentros reservados en suelo ibérico que tuvieron a Néstor Kirchner, Jorge Obeid y Agustín Rossi como protagonistas.
Entre sondeos, nuevos nombres que aparecen como potenciales candidatos y estrategias de movilización, Carlos Reutemann vuelve a jugar el juego que mejor juega y que más le gusta: hacer silencio esperando que todos terminen por convencerse de que es la única figura que garantiza (hoy por hoy, mañana nunca se sabe) una pelea palmo a palmo con Binner.
El Lole se parece a Marulo, el león de utilería que forma parte del bizarro (e imperdible) programa de Carlos Bilardo y el Bambino Veira: sin emitir signos de vida logra que todos hablen de él.
En el Congreso nacional se desparramó la semana pasada una versión que nadie pudo confirmar ni desmentir. Ni siquiera el protagonista. "¿Es verdad que Rafael Bielsa va a ser candidato a gobernador del justicialismo?", preguntaban desde casi todo el arco político. Cuando esperaban una rápida desmentida, el diputado nacional porteño llegó el viernes a Rosario para participar de una jornada sobre los días de exilio durante la dictadura.
Apenas vio al cronista de La Capital, ensayó una respuesta tajante y una mirada cómplice: "Te advierto que de política no hablo. Después charlamos de otra cosa". El "después" encontró al ex canciller retirándose rápidamente sin cumplir con la promesa.
En el Centro Cultural Bernardino Rivadavia (lugar del encuentro) se le acercó un militante justicialista: "Rafael, preparate que si el Lole no es candidato estamos en el fondo del mar".
Curiosamente, el histórico telón de fondo que acompañó los meses previos a una elección ha cambiado de color. No son los peronistas los que aturden con declaraciones y fuegos de artificio. La mejora en la gestión del gobierno provincial logró acallar la interna, y hay quienes creen que lo mejor está por venir.
"Tenemos una administración que hace obras en todo el territorio, no hubo hechos de corrupción en más de una década, la gobernabilidad se mantuvo a pie firme cuando el resto del país se cayó a pedazos. ¿Puede decirme usted por qué los santafesinos tendrían que regalarle la provincia a la alianza socialista-radical con el desastre que le dejó el Frepaso a la Argentina? Salvo que crea que un partido que solamente conduce una ciudad es capaz de mejorar lo que se ha hecho", hizo catarsis un diputado nacional de pura cepa justicialista.
Santa Fe ha producido otro milagro: que el Mundial de fútbol no haya adormecido a la política como Riquelme a la pelota.
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Hermes Binner.
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