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 domingo, 25 de junio de 2006  
La otra postal. Se formó un asentamiento precario en la salida a Córdoba
A las puertas de la Rosario del futuro ya se levanta la nueva villa Los Eucaliptus
La ciudad prevé expandirse hacia el oeste con una inesperada antesala en Circunvalación y Pellegrini

Delcia Karamoschón / La Capital

Ante la insuficiencia de terrenos dentro del ejido urbano, Rosario ha comenzado a buscar espacios alternativos y la zona oeste parece ser una opción atrayente. Recientemente se anunció la construcción de un barrio de 200 hectáreas que se emplazará al norte de la autopista a Córdoba y el arroyo Ludueña. El proyecto urbanístico será diseñado por el municipio y financiado con capitales privados. Pero la radicación de nuevos barrios, no siempre se produce en forma organizada y con la debida aprobación estatal.

La prometedora zona oeste también fue elegida por unas 30 familias que instalaron sus precarias viviendas bajo un pequeño bosque de eucaliptus, en pleno ingreso a la ciudad. Son tierras fiscales que fueron ocupadas en los últimos meses por gente que migró desde otros barrios, la zona rural y el norte del país.

Esos terrenos se expropiaron cuando se construyó el puente que atraviesa la avenida Circunvalación y une la autopista con la calle Pellegrini. Por entonces contaba con un importante asentamiento precario denominado Santa Lucía que fue trasladado a un complejo de viviendas ubicado a pocos metros. Pero en el costado sur oeste -donde quedaron algunos eucaliptus que se salvaron de ser talados- el panorama ha cambiado en los últimos tiempos con la llegada de nuevos residentes.

Dicen que eligieron el lugar por la sombra de los añosos árboles, porque hay más terreno y pueden criar animales o depositar los elementos que consiguen en el cirujeo; pero sobre todo, remarcan que allí encontraron la seguridad y tranquilidad que ya no había donde vivían. Son familias numerosas, la mayoría hombres y mujeres jóvenes que tienen niños en edad escolar y bebés.

Viven de la asistencia pública, el cirujeo y los más afortunados trabajan en la construcción. Colocaron caños plásticos y mangueras para extender la red de agua que viene desde las primeras casillas que se construyeron - las ubicadas más cerca de la Circunvalación- y "toman" la luz del alumbrado público aunque aseguran que la tensión es muy baja. De a poco van construyendo sus baños, aunque algunos solo cuentan con pozos en la tierra.

Angel llegó hace siete meses con su esposa y seis hijos. "Vivíamos en el campo, no teníamos agua, ni luz, ahora los tres más grandes van a la escuela. Tengo una yegua y un carrito con el que salgo a cirujear para que coman mis cachorros", dijo a La Capital durante su recorrida por el barrio.

Lorena Gauna tiene 28 años y cinco hijos. Su marido junta cartones con un carro tirado a caballo; "a veces saca seis pesos y con eso compramos comida", cuenta. "Llegamos antes del 24 de diciembre del año pasado, vivíamos en barrio Ludueña pero había muchas peleas. Me traje hasta las gallinas; allá no las podíamos tener porque se quejaban los vecinos o me las robaban y además había poco espacio".

A Lorena le gusta la sombra que brindan los añosos árboles y su objetivo es agrandar la casilla "pero por ahora no me tira el bolsillo para comprar las chapas. Hace poco vinieron unas personas y dijeron que quizás nos iban a sacar; si me tengo que ir, no creo encontrar otro lugar así", cuenta mientras prepara un guiso para darle de comer a sus hijos antes de llevarlos a la escuela. Cruzando la calle colectora y lindante con el tejido de un campo privado, encontraron su terreno Eduardo Rolón y Vanesa García. Levantaron su casa hace apenas tres meses.

"Estamos luchando para que nuestras dos hijas estén bien", explica mientras muestra el piso de cemento que le está colocando a su humilde vivienda. "Vivíamos en barrio Ludueña y siempre pasaba por acá porque trabajaba como albañil en (en el barrio privado) Puerto Roldán. Como veía que se iban instalando ranchos, le dije a mi mujer: negra vamos a hacernos una casita ahí, desarmé la que teníamos y nos mudamos. Gracias a Dios tengo trabajo en la construcción donde saco entre 180 y 200 por semana y además hago jardinería".

"Donde estábamos antes no podíamos salir ni al pasillo, siempre había tiros y nos daba miedo", afirma. Sin embargo, dice estar preocupado porque hace poco, personas desconocidas estuvieron sacando fotos y filmando; "esperemos que cuando salga la nota no quieran venir con una topadora a arrancarnos el rancho porque acá nos vamos a unir todos, no nos van a sacar así nomás", advierte.

Más adelante vive Juan Carlos Avellaneda. Vino de Formosa con su mujer y una niña. Para poder instalarse en la nueva villa tuvo que comprar el terreno. Pagó 150 pesos al propietario anterior: "Algunos son vivos, pero yo necesitaba un lugar, primero me fui a una casa en el barrio de los tobas pero no se puede estar mucho en casa ajena", explica mientras termina de unir prolijamente unos cables de teléfono con los que está cercando su parcela.

"Ahora estoy buscando trabajo, me la rebusco como ayudante de pintor o lo que sea. Pienso probar dos o tres años pero si no me va bien me vuelvo a Formosa donde tengo mi vivienda", agrega. El terreno que compró incluye otra precaria vivienda que está habitada por un hombre mayor, hermano del antiguo propietario. "Lo dejé quedarse porque dónde va a ir el abuelo", reflexiona Juan Carlos.

En el centro de la villa está Evaristo que tiene un taller mecánico. Arregla vehículos, suelda, pinta y repara herraduras. Su esposa Regina comenta que llegaron desde el Chaco y se radicaron en Empalme Graneros. Sin embargo, hace más de un año decidieron mudarse a este barrio porque disponía de más espacio.

"Compramos una casilla que ya estaba armada y cuando nos instalamos solo había una familia vecina", cuenta mientras cocina al aire libre. Tiene nueve hijos que manda a escuelas diferentes y por la tarde a un centro municipal donde realizan actividades manuales. "Este barrio es tranquilo pero del puente (de Circunvalación) hacia el oeste es peligroso, por eso no quieren cruzar las ambulancias", comenta.

Entre los más antiguos, que están ubicados en el extremo este, se encuentran Estela Acosta y su esposo. Son chaqueños de origen y vinieron a Rosario hace dos años desde Buenos Aires. Explican que en una FM de la zona le pusieron al asentamiento el nombre Barrio Los Eucaliptus. Ella tiene un plan Jefes y Jefas de Hogar y él sabe de mecánica pero actualmente está sin trabajo. Tienen tres hijos. "Falta más luz en la calle -comentan- aunque pusieron lámparas dos veces y se las robaron".

Estela Acosta es vecina y llegó desde el Chaco hace cinco meses. Allá se dedicaba al cultivo de algodón: "A veces no teníamos trabajo, en cambio acá siempre te ayudan". Su marido tiene una compra venta por la zona y comparten la casa con otros familiares y cinco chicos.
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Son unas 30 familias que elegieron el lugar por el amplio espacio, por la tranquilidad y por la sombra de los añosos árboles.

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