| domingo, 06 de febrero de 2005 | | | Charlas en el Café del Bajo [email protected]
-Días atrás se conmemoró en todo el mundo el aniversario de la liberación de los detenidos en Auschwitz, en realidad los pocos que quedaron porque ya los lectores saben que allí nomás fueron asesinados, sin piedad, un millón trescientos mil judíos y otros no judíos entre ellos gitanos, homosexuales y hasta cristianos. Hasta hace unos años vivía en Rosario, no sé si seguirá aún, una señora católica que tenía el tatuaje impreso por el mal. Nosotros ya nos referimos a ese tema, pero quiero volver hoy sobre el mismo porque alguien me preguntó días pasados por qué motivo la comunidad judía y la humanidad no podían perdonar el tremendo holocausto. Antes de dar mi fundamento voy a reproducir una nota que me ha enviado el presidente de la Daia Rosario, el doctor Rubén Bercovich.
-¿Qué dice la nota, Candi?
-Recuerda con énfasis que la Asamblea General de las Naciones Unidas conmemoró con una sesión especial el sexagésimo aniversario de la liberación de los prisioneros del campo de concentración de Auschwitz. "Dirigentes de todo el mundo subrayaron la necesidad de que nunca más se repitan las atrocidades del Holocausto", recuerda Bercovich y añade que la conmemoración fue un hecho sin precedente en la historia de la ONU. Comenzó con un minuto de silencio por las víctimas de la barbarie nazi. En ese acto el secretario general Kofi Annan dijo ante sobrevivientes de los campos de concentración y los ministros de Relaciones Exteriores de Israel y Alemania, entre otros países, que "debemos estar contra todas las ideologías que se basan en la exclusión y el odio". Durante su discurso, Annan subrayó que las Naciones Unidas, creadas luego de la Segunda Guerra Mundial, deben hacer todo lo que esté a su alcance para prevenir el tipo de genocidio que significó el Holocausto. "Las Naciones Unidas no deben olvidar nunca que fueron creadas en respuesta al infierno del nazismo ni que el horror del holocausto ayudó a delinear su misión", señaló. El titular de la Daia Rosario invitó a tener presente la trascendencia de este acto de Naciones Unidas al que asistieron los escritores Jorge Semprún y Elie Wiesel, ambos sobrevivientes del Holocausto. El dirigente rosarino enfatizó, precisamente, sobre unas palabras de Wiesel, premio Nobel de la Paz: "Yo, un testigo judío, hablo del sufrimiento de mi pueblo como una advertencia. Estoy convencido de que si el mundo hubiese escuchado a aquellos de nosotros que intentamos hablar podían haberse evitado (los genocidios de) Dafur, Camboya, Bosnia y naturalmente Ruanda".
-Estrictamente cierto. ¿Por qué no es posible el perdón al nazismo?
-Quiero aclarar que esta es mi postura, me hago cargo de lo que digo. Cuando hablan del Holocausto, los judíos (y muchos adherimos a eso) dicen: "no olvidar, no perdonar, no dejar olvidar". Hay que aprender a discernir entre el mal y el sujeto que provoca el mal. El mal es algo abstracto, es decir una cualidad con exclusión del sujeto, una esencia con naturaleza propia. Por esa misma naturaleza el mal no siente culpa ni se arrepiente. Es por esa misma circunstancia que es imposible perdonar, porque es imposible disculpar a lo que es incapaz de arrepentirse.
-¿Podría aclararlo un poco más?
-Sí. Si se perdonara al nazismo uno se tornaría ya no cómplice del mal, sino parte del mal. Uno estaría traicionando al bien en toda su dimensión. Quiero aclarar que este concepto, mío, es válido para el mal en todas sus formas y puede extenderse a otros males y no sólo al nazismo. Al mal no se lo perdona, se lo elimina.
-Pero ¿perdonaría a Hitler? El fue sujeto.
-No, de ningún modo, ni a él ni a muchos de sus adláteres, porque fueron cualidad y sujeto al mismo tiempo. Si bien el mal es una cualidad, usted sabe que yo soy creyente y por lo tanto creo en que esa cualidad es además una fuerza metafísica capaz de encarnarse (los teólogos denominan a esto demonio). Hitler fue el propio mal encarnado. Así como yo creo en el bien hecho carne (y podría dar ejemplos de cientos de seres en los que el bien se encarnó) también creo en el mal encarnado. De ningún modo, y bajo ningún aspecto que adquiera se puede perdonar al mal sin quedar a su servicio. Otro día le digo porque no corresponde, además, que la humanidad viviente perdone al nazismo según el rabino Heschel.
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