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 miércoles, 17 de marzo de 2004

El espejismo de "la paz en nuestro tiempo"

Pablo Díaz de Brito / La Capital

La promesa de Rodríguez Zapatero de retirar las tropas de Irak es un logro no sólo para los adversarios ideológicos occidentales de Bush y Aznar, sino también para Al Qaeda y sus aliados, que se propusieron ese objetivo explícitamente (ver nota aparte). El anuncio de "ZP" ratifica a Bin Laden su visión sobre la cobardía de los occidentales, esos blandos que no soportan bajas que para él y los suyos son apenas un rasguño.

La constelación mediática progre se apresuró a ennoblecer la salida española de Irak ("Ganó la paz"). Es, más prosaicamente, un modo de salir lo más pronto posible de la mira de Al Qaeda, más allá de las válidas razones para cuestionar una invasión que no debería haberse hecho. "Que nadie piense que por no estar en Irak estará más seguro", comentó ayer a modo de réplica el canciller británico Straw. En idéntico tono habló el presidente Chirac, quien, como es sabido, fue la primera espada del frente de la paz el año pasado.

Es que si bien todo indica que el terrorismo islámico se ha puesto la prioridad de castigar a los países que tienen tropas en Irak para lograr lo que logró ahora con España, nadie está a salvo. ¿Por qué, si no, Alemania pidió el domingo una cumbre urgente de seguridad a los 15 países de la UE? Francia, que junto con Alemania fue la punta de lanza internacional contra la invasión de Irak hace un año, está en "alerta rojo", como dijo su ministro de Interior Nicolas Sarkozy, y ha desplegado un impresionante operativo militar en su red ferroviaria.

Cualquier país, especialmente si alberga una gran comunidad islámica, puede ser el próximo, haya militado a favor o en contra de "la invasión de Bush". Para Bin Laden ese es un asunto secundario, para sus "operativos", los jefes de las células en el terreno, se trata de "blancos de oportunidad". Esto es: si se puede hacer "una operación" en Londres, ideal, pero si se presenta la ocasión de hacerla en París o Frankfurt, viene bien igual.

Es que Bin Laden sí tiene claro algo que la progresía niega timoratamente: que hay una guerra de civilizaciones en pleno desarrollo. Meter la cabeza bajo tierra no salvará a nadie de la tormenta integrista. Los atentados del 11-S y del 11-M pueden ser los primeros vientos del huracán que se avecina.

La política del "appeasment" hacia el integrismo islámico de muchos países europeos- criticada ayer con gran acierto por un editorial en Le Monde del español Lamo de Espinoza- recuerda a Chamberlain llegando de Munich en el 38, agitando el papel firmado por Hitler y lanzando aquella frase: aquí está "la paz en nuestro tiempo".

Pese a los numerosos Chamberlain de hoy, llegará, inexorable, la hora de demostrar si Occidente es o no un cuerpo temeroso y corrompido, como están convencidos Bin Laden y millones de musulmanes. Visto de este modo, el antinorteamericanismo bienpensante que simpatiza con la causa árabe-islámica resulta un caso típico de idiotez útil, que considera siempre -como es el caso de Madrid- sus brutales actos terroristas como reacciones excesivas pero comprensibles a la "opresión" de EEUU e Israel.

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