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 martes, 19 de septiembre de 2006  
Cuando al fútbol lo hacen pelota
La violencia se enquista en el deporte argentino, y no sólo por las barras

Gustavo Conti / Ovación

El pasado 10 de setiembre la noticia apenas trascendió el ámbito local en Tucumán. Rezaba así: "El partido entre San José y Sportivo Abella, de la liga de ascenso tucumana, fue suspendido a los 84 minutos por agresión al juez asistente Gabriel Adet. Lo curioso es que el que le arrojó un proyectil, lesionándolo, fue un hincha local, con su equipo ganando 1 a 0". ¿Alguna similitud con lo ocurrido en Santa Fe el último sábado?

Al cumplirse un año de asumir su cargo como director del Programa de Seguridad en los Espectáculos Deportivos, por julio de 2004, Javier Castrilli decía que "el problema de la violencia no se circunscribe sólo a los denominados barrabravas. Otros actores del fútbol también la generan". Aquellos encabezan sin dudas el ránking, pero otros en apariencia inofensivos aparecieron para discutirle los títulos de los diarios semana tras semana.

Castrilli remarcaba entonces que durante su gestión no hubo que lamentar más muertes en el fútbol argentino y de hecho sus dichos mantienen vigencia. Las dos últimas ocurrieron en abril del 2003, cuando dos hinchas rojinegros, Claudio Puchetta y Claudio Ponce, perdieron la vida en el recordado enfrentamiento con barras de River Plate, a la altura del peaje de Lima en la autopista.


Realidad contra estadística
Sin embargo, muy lejos está la situación como para confiar en las estadísticas. La increíble suspensión de Colón-Vélez y la no menos ilógica de Gimnasia-Boca una semana antes no hacen más que acrecentar los malos augurios. Un plateísta arroja un encendedor y lastima la cabeza del asistente. Un presidente de un club ingresa al vestuario del árbitro y aprieta al juez. ¡Y sus equipos venían ganando!

Lo triste además es que, como bien remarcó el hincha de Colón que tomó justicia por sus manos con el agresor del asistente, esta atípica suspensión fue por una cuestión de puntería. En cada partido vuela algo desde las tribunas laterales hacia el juez de línea, y generalmente se trata de plateístas.

No parece un acontecimiento de graves proporciones, sin embargo este último hecho registrado en primera división no es aislado. Colón-Vélez es el tercer partido suspendido en poco más de un mes (y el sexto en lo que va del año, la misma cantidad que en el ascenso en todo el 2006) y tampoco la saga violenta en el que está inmerso todo el fútbol argentino termina allí.


De todo un poco
Sin más, en los dos últimos fines de semana se registraron serios incidentes en 9 canchas, que determinaron 3 partidos suspendidos: los mencionados de primera y uno del Argentino A en Tucumán. Pero además, una mujer que estaba fuera del estadio perdió un ojo por una bala de goma policial en medio de incidentes en Salta, también por ese torneo. E hinchas de River y Quilmes sembraron pánico en un tren. Y en la D se dieron como en la guerra, dentro de la cancha, barras de Claypole y Alem. Y hubo mucho más (ver recuadro), en una lista que se agigante al considerar todo el año.

No por nada, el titular del Coprosede (Comité de Seguridad Provincial de Seguridad Deportiva), Mario Gallina, después de Gimnasia-Boca expresó en forma lapidaria: "Estamos esperando el próximo muerto". Si uno de los que velan por la seguridad de todos los que van a la cancha dice eso, sobran motivos para asustarse, más si se repasan los hechos.

Y salvo honrosas excepciones, nadie asume responsabilidades y patea la culpa hacia los otros. Así, el presidente de River José María Aguilar, dijo que conoce a los capos de Los Borrachos del Tablón, Alan y Adrián, pero no les endilgó ningún hecho delictivo. Menos el ocurrido en el estacionamiento del club con el mensaje mafioso hacia jugadores y cuerpo técnico, tajeando los neumáticos de sus autos dentro mismo del Monumental. Tampoco las víctimas lo reconocieron ante el fiscal que actuó de oficio. El miedo compra complicidades por omisión.

Los jugadores de San Lorenzo tampoco acusaron a los barras que los fueron a apretar tras el 1-7 con Boca. No hay que olvidar tampoco que ellos mismos protagonizaron una lamentable refriega con sus pares de Gimnasia ¡en un amistoso! antes del inicio del Apertura. Y los dirigentes dejan hacer a tal punto, que hasta esos hinchas rentados han visto la veta de manejar los destinos de jugadores juveniles que llegan al profesionalismo.

Saben además que no hay Justicia que los proteja. El juez Mariano Bergés ahora se dedica a las AFJP luego de no poder con el poder de Rafa Di Zeo, el capo de la Doce. Y al ex magistrado Víctor Perrota, que intentó hacer algo a fines de los 90 suspendiendo el fútbol, se lo vio últimamente junto a Familiares de Víctimas de la Violencia reclamando para que no viajen al Mundial de Alemania los barrabravas. Como aquella vez, no le hicieron caso y cruzaron el Atlántico unos 200.

"Estamos seguros de que vamos a revertir la cultura de la barbarie, del pan y circo, del show debe continuar", decía Castrilli en setiembre de 2003, luego de los terribles incidentes de Boca-Chacarita. "Que los violentos no entren más a la cancha. Si los tenemos que enfrentar, lo haremos", aportaba en consonancia el eterno presidente de la AFA Julio Grondona, el mismo que le pidió silencio a Gallina.

Demasiado optimistas, demasiado demagogos o demasiado inoperantes. No sólo poco cambió, sino que el tufillo a violencia huele cada vez peor. No sea que Grondona haya pedido que se calle justo el que advertía lo que vendrá.
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Policías e incidentes. Una imagen que se repite sistemáticamente en los distintos estadios del fútbol nacional.

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